«Rocky no fue ningún héroe», tienen claro desde la familia de Juan Antonio, el hombre que fallecía en mayo de un shock hipovolémico (afección en la que la pérdida de sangre hace que el corazón sea incapaz de bombear suficiente sangre al cuerpo) en su huerta de Beniaján. Los hijos del difunto rechazan la idea de que el perro matase al hombre accidentalmente. «No le mordió en el cuello ni nada de eso, sólo en el brazo», confirman, tal y como determinaba el resultado de la autopsia, que revelaba el citado shock.

Otra circunstancia influyó en el trágico desenlace: el hombre era diabético «y tomaba Adiro, un anticoagulante, por lo que la pérdida de sangre fue aún mayor», indican los hijos de Juan Antonio, que perdió la vida con 70 años de edad.

El can, un pastor belga, era sacrificado en la perrera el 30 de mayo. Antes, la familia de Juan Antonio había ofrecido, vía redes sociales, la posibilidad de que, quien quisiese, adoptase al perro. «Yo mismo lo llevo a la casa de esas personas para que se lo queden», escribía el hijo del difunto. «Nosotros no vamos a arriesgarnos a perder otro familiar», añadía.

«Rocky no era un perro casero manso y bobo de estar en el sofá de una casa. Estaba acostumbrado a estar suelto por el recinto, como hay dos millones en el mundo, para cuidar terrenos y casas de huerta, a expensas de que si alguien pasaba ladraba», señala la familia del difunto en su comunicado.

El día de la tragedia, «mi padre estuvo con Rocky y fue al huerto a plantar tomates y podar», rememoran los hijos de Juan Antonio. Cuando el hombre se disponía a irse, detallan, «Rocky entró y lo tiró al suelo y lo enganchó del brazo izquierdo». «Mi padre intento salir a pedir ayuda a Abu, un senegalés que vivía al lado nuestro. Él ayudó a que Rocky se quitará de encima de mi padre pero ya era tarde: le seleccionó la vena del brazo. No le mordió en el cuello ni nada de eso, sólo en el brazo», manifiestan.

Cuando llegaron los servicios sanitarios, avisados por Abu, «mi padre ya se había desangrado».

Desde la familia del finado manifiestan su hartazgo de escuchar «mentiras y más mentiras», tales como si el hombre pegaba al perro o lo tenía mal atendido. «Cuando una madre mata a su bebé, no pensamos que el bebé la maltrataba», remarcan. «Los animales, al igual que las personas, pueden en algún momento perder la cabeza. Y creo que el que ha salido perdiendo, muriendo de una forma dolorosa y trágica, es mi padre, sin culpa ninguna por no querer sacrificarlo cuando sabíamos que estaba mas nervioso de lo normal», resalta la familia Sánchez.

Destacan que «en nuestra familia siempre hemos tenido perros y los hemos querido mucho. Hemos acogido perros abandonados y atropellados y los hemos cuidado». «Mi padre nunca ha pegado a ningún animal: era amante de los perros, decía que el perro es el mejor amigo del hombre», espetan. «No sabéis ni os podéis imaginar el dolor que hacen las palabras insultando a mi padre», subrayan los hijos de Juan Antonio Sánchez.