Nadie conoce como él lo que es el lujo. Este empresario de Elche, que se ha revelado como una pieza clave en distintas investigaciones judiciales en Murcia -en uno de los casos, el Barraca, ya está imputado-, llegó a tener el mundo a sus pies con un yate, en su momento el más imponente del país, y con una cartera de la que sacaba, de una tacada, miles de euros para fletar aviones que llevaran a ´sus conquistas´ políticas a destinos de ensueño.

Espabilado para los negocios y amante de las obras de arte y de los relojes caros, no siempre se dedicó al sector de la construcción. Este hombre, que llegó a ser uno de los más importantes en los ambientes del ladrillo del Arco Mediterráneo, empezó en calzados Paredes, una firma importante en su momento en la que prosperó dentro del organigrama, ascendiendo a puestos más o menos de relevancia.

Sin embargo, decidió dar un cambio a su vida laboral y se metió de lleno en el ladrillo. Se hizo rico en su ciudad natal -allí se le conoce como ´el rey del ladrillo´ ilicitano- y comenzó a ampliar sus tentáculos. Puso su vista en Alicante, una ciudad importante que también se ha visto perjudicada por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Con olfato avispado se dio cuenta de que ahí pinchaba en hueso, ya que tendría que batirse con otro promotor inmobiliario: Enrique Ortiz, también conocido en Murcia porque una de sus empresas trabajó en la puesta en marcha del tramo cero del tranvía. No obstante, tuvo algún coqueteo con Ortiz, que le llevó a estar imputado en el caso ´Brugal´.

Así, Águeda viró su periscopio hasta la capital del Segura. Encontró el calor de políticos y funcionarios, a los que invitó en su carísimo yate cuando estaba tramitando en Murcia un importante proyecto urbanístico. También subió en 2008 a un avión privado, nada más y nada menos, al mismísimo alcalde de la ciudad, Miguel Ángel Cámara, que siempre había tenido una imagen de austeridad, discreción y poco dado a la fiesta. Ahora, se ha conocido ese viaje demoliendo esa fama ganada casi en 20 años de mandato.