INCENDIO EN EL CONVENTO DE LA MERCED

El 11 de octubre de 1831 quedará grabado en la historia de Murcia por el pavoroso incendio que sufrió el convento de la Merced, y que prácticamente lo redujo a cenizas. Quedó destrozado por completo, aunque la iglesia se salvó de las llamas. Este suceso, con todo lujo de detalles, se encuentra en las actas capitulares que lo narran de la siguiente manera: «El fuego se declaró a las nueve y media de la mañana. Acudieron con toda diligencia el corregidor don Félix de Maruiri, regidores, alcalde y comandante de armas con algunas tropas realizando todos trabajos de salvamento. Pese al trabajo realizado, no pudieron impedir que las llamas redujeran a cenizas el convento con todos sus enseres y una parte del templo franciscano».

«La voz de alarma la dio un muchacho que se hallaba junto al claustro. Fue tan repentino el fuego, que el comendador de la Comunidad, Fray Francisco Carrión, y otros religiosos se quemaron sus hábitos en la confusión buscando precipitadamente la salida de aquella inmensa hoguera. Con el auxilio de los vecinos se logró salvar la vida a varios frailes, abnegados, que a su vez la salvaban al Padre Maestre Alcántara, al que lograron salvar de su celda entre las llamas. El Maestre se hallaba gravemente enfermo y en los maitines de ese día se le había administrado la Extremaunción. Los frailes franciscanos fueron alojados en las casas próximas de la ciudad. Los vecinos bajaron de su camarín a la devota imagen de la Virgen de los Remedios cuando ya el fuego empezaba a invadir el templo. Los frailes sacaron el Santísimo Sacramento. Tanto la imagen devotísima de la Virgen, Nuestra Señora, como el Santísimo Sacramento fueron trasladados a la Iglesia de San Lorenzo.

El Comandante general, de acuerdo con el arquitecto don Juan Ibáñez, mandó a la tropa derribar una parte del claustro y otras habitaciones, y así pudieron aislar el templo. A las tres de la tarde, después de trabajar heroicamente las autoridades del Concejo y militares se retiraron dando el incendio por finalizado. Habían intervenido los gastadores del Provincial de Sigüenza, la tropa del mismo batallón y el comandante y soldados del segundo de Voluntarios Realistas. Los soldados de ambos ejércitos utilizaron el agua de las acequias próximas para apagar el incendio. Y se marcharon pensando que todo había acabado. Pero a las once de la noche el incendio se reprodujo, favorecido por el fuerte viento de Levante que había empezado a correr. Entonces hubo que reanudar los trabajos hasta la siguiente madrugada. Estuvo ardiendo todo el día, en que definitivamente quedose extinguido. De dicho Convento mercedario únicamente se han salvado los muros forales. El templo padeció poco y solo sufrió pequeños daños».

AUMENTO DE DINERO PARA FABRICAR HOSTIAS DE CONSAGRAR

Encontramos, en las actas de la Diócesis de Cartagena, una curiosa demanda fechada en el año 1757 por medio de la cual la persona que hacía las hostias para consagrar en las misas se queja del dinero que recibía y decide abandonar su trabajo. Así se da cuenta de ello: «Se tiene conocimiento, por los sacristanes menores de esta Santa Iglesia Catedral, haciendo presente al Cabildo cómo en los años pasados se costeaba el consumo de hostias de esta Santa Iglesia por la fábrica, haciéndose en casa del señor fabriquero quien percibía las 6 fanegas de trigo y 30 reales por los gastos de hacerlas cada año. Pareciéndole gravoso al señor fabriquero, que sucedió al anterior señor Guerrero, puso este su cargo a los sacristanes para dejarlo, por lo que estos suplican que el Cabildo les asigne el trigo que parezca conveniente, así como estipendio para la leña. A la vista de esta queja el Cabildo acordó a 26 de agosto que se le den en sucesivo 6 fanegas de trigo y 75 reales de vellón».

SAN ONOFRE LLEGÓ A ALGUAZAS

La iglesia parroquial de Alguazas culminó, el último periodo de sus obras, entre 1793 y 1801 siendo dirigidas por el arquitecto Lorenzo Alonso. Y ese mismo año, 1793, llegó a la localidad la imagen de San Onofre que se había encargado a Roque López. Encontramos noticia que da cuenta de tal acontecimiento: «Termina don Roque López una talla de San Onofre para la iglesia de Alguazas en 300 ducados de precio encargo. La llevaron ese día a Santa Clara, donde la bendijeron, y a las doce de la noche la transportaron a Molina, saliendo con San Vicente en rosario a recibirlo. Fueron a la iglesia y, tras descansar una hora, acompañado con el mismo, fueron hasta el barco en el que ya estaba esperando la hermandad del rosario de Alguazas con la Virgen del Rosario la soldadesca llegando a dicha villa el día 11 de junio. Hicieron la función del Sacramento y procesión con iluminación, compostura de calles y refrescos. Fueron sus mayordomos don Fulgencio Verdú y don Onofre Pérez, sacaron de limosnas unos 2.000 reales y asistió la música que costó 50 pesos».

LA PICARESCA ESPAÑOLA Y EL TIMO A LOS MURCIANOS

Curiosa noticia que encontramos fechada en los últimos años del siglo XVIII, cuando unos pícaros, haciéndose pasar por sacerdotes, timaron a los murcianos con los falsos restos de San Félix de Cantalicio. Los hechos, que se narran en una larga acta capitular, comenzaron cuando se presentaron en Murcia unos sacerdotes que dijeron que procedían de Roma e iban para la América portuguesa. Portaban, sobre un borrico, una urna conteniendo los que ellos decían que eran los restos de San Félix. Los sacerdotes se hospedaron en la posada de San Francisco (al comienzo del Malecón) y comenzaron a pedir limosnas para su viaje evangelizador. Numerosos murcianos acudieron a ver la urna del santo y a dar su limosna para ayudar a aquellos sacerdotes en su peregrinar. Teniendo noticia de la presencia de estos clérigos, el Provisor les llamó a su presencia y una vez que se entrevistó con ellos; revisó también los documentos que le presentaron dando autenticidad a los restos mortales de San Felix. El Provisor los consideró verdaderos y los dejó que siguieran sacando limosnas para costear su viaje con el santo. Pero aquellos pícaros, después de un tiempo en Murcia, se dirigieron a Madrid. Allí les prendieron y vieron que todo era falso. Incluso los restos mortales del santo no eran sino trapos, barro y paja. Pidieron entonces los informes al Concejo de Murcia, así como a otras ciudades y pueblos por donde habían pasado con las falsas reliquias, y, con todo en su contra, se les juzgó por ese delito y por el otro, mayor, de hacerse pasar por sacerdotes. Sólo se añade, en esta acta que cuenta tal suceso, que sufrieron pena de cárcel durante muchos años.

FIESTAS Y PROCESIONES POR LA VUELTA DE FERNANDO VII

Se tiene noticia en Murcia de la vuelta de Fernando VII, el Deseado, al trono de España. Acontecimiento que ocurrió en la primavera de 1814. Concretamente el día 22 de marzo, que fue cuando, el monarca entró de nuevo en nuestro país. Nada más conocerse la noticia, la ciudad preparó grandes fiestas en honor del rey. Se celebraron misas en todas las iglesias y conventos de la Diócesis. En la Catedral predicó el Lectoral don José Escrich, célebre por sus encendidos sermones, y el regidor don Trifón Estor lo mandó imprimir, de tan bello elogio al monarca, pagando él lo que costó el trabajo. Por la tarde de aquel día hubo una solemne procesión por la ciudad con las imágenes de Nuestro Padre Jesús Nazareno, de la cofradía del mismo nombre, y la Virgen de la Fuensanta, que se trajo desde el monte para tal celebración. En esta procesión de gloria figuraban todos los gremios con sus respectivos estandartes y pendones. No se quedó atrás el comercio murciano, que costeó, al día siguiente, una función religiosa extraordinaria en la iglesia de San Bartolomé. Las fiestas se siguieron celebrando durante varios días en todas las iglesias de la ciudad, conventos y ermitas de la huerta. Hubo demostraciones a caballo y competiciones. Serenatas y encendidos de fiesta en las casas del Concejo y muralla del río Segura. Las fiestas finalizaron en abril con una solemne función religiosa en la Catedral: «En acción de gracias al Todopoderoso por la libertad conseguida en Europa y en España con la derrota de Napoleón y por nuestro adorado monarca, el señor don Fernando VII a quien Dios guarde muchos años por el bien de España».