CON EL SIGLO XX EL ENTIERRO PASA A FIESTAS DE PRIMAVERA

Después de no pocas reuniones, conversaciones y cambios de parecer entre el alcalde de Murcia y los colectivos que organizan los festejos y mascaradas se decide que el Entierro de la Sardina sea parte integrante de las Fiestas de Primavera, pero teniendo en cuenta, así lo escribe Martínez Tornel en el Diario de Murcia que, las corridas de toros, tienen que seguir siendo la base de estas fiestas.

El insigne periodista murciano se lamenta del cambio de fechas para la ´mascarada´ del Entierro de la Sardina que, según escribe, es más de Carnaval que, de las fiestas de exaltación de la primavera, aunque, reconoce, es más apropiado enterrar la Sardina una vez que ha finalizado el tiempo de penitencias de Cuaresma y no hacerlo, como en otros tiempos, antes de comenzar el tiempo de privaciones. De una u otra forma, y con división de opiniones al respecto el Entierro de la Sardina pasa a engrosar el programa de Fiestas de Primavera con la llegada del siglo XX.

En el Diario de Murcia del día 17 de abril de 1900 el insigne periodista de Patiño escribe lo siguiente refiriéndose al programa de Fiestas de Primavera de ese año: «Las Fiestas de este año 1900 quedan configuradas de la siguiente manera: el 15 de abril, Bando de la Huerta. Por la tarde corrida de toros: Lagartijillo, Minuto y Conejito. Martes 17, Entierro de la Sardina, miércoles 18 corrida de toros mano a mano Machaquito y Lagartijo.

Jueves 19 Batalla de Flores. Este año es novedad en el Entierro de la Sardina la carroza de Marte Seguirá saliendo la carroza María del Carmen. Se estrenará el nuevo y magnifico estandarte de la Orden Botijil que precederá a la Sardina y este año, para el gran catafalco de la Sardina donde será quemada han pintado sus obras Román y Julián Alcaraz con graciosos temas taurinos en los que el torero es la Sardina».

Como curiosidad publicamos un ´sello municipal´ de ayuda al Entierro de la Sardina que el ayuntamiento de Murcia puso en circulación aquel año 1900, sin valor postal, servía para que los murcianos con sus aportaciones ayudaran a financiar la vuelta del festejo a las calles de la ciudad. Este sello, del que se conservan escasos ejemplares en colecciones particulares, se utilizó para dar a conocer nuestro festejo en España ya que se adjuntaba en el sobre de envío postal a los ´oficiales de Correos´ y con su emisión se consiguió que aparte de ayuda financiera el Entierro de la Sardina empezara a ser conocido fuera de la ciudad.

EL ENTIERRO DE LA SARDINA PARA EL REY ALFONSO XII

Estamos en pleno siglo XIX y tanto el Entierro de la Sardina como el Bando de la Huerta se enmarcan dentro de las mascaradas murcianas que se celebran con motivo de los carnavales. Tendrían que pasar muchos años, más de cincuenta, para que se incluyeran dentro del programa de las Fiestas de Primavera tal y como los conocemos hoy. Pero en aquellos años, desde la segunda mitad del XIX cuando nacieron, se celebraban con motivo del Carnaval y tanto Bando como Entierro era prácticamente la misma mascarada. Ambas fiestas han tenido diversas etapas pues, incluso, a partir de 1879 tras la trágica riada de santa Teresa estos festejos desaparecieron pues, es fácil pensarlo, la ciudad había quedado destruida por la fuerza de las aguas y no estaba la sociedad para muchas fiestas. Pero vamos centrarnos en un Entierro que con carácter extraordinario se celebró en Murcia a final del mes de febrero de 1877 con motivo de la visita que Alfonso XII hizo a la ciudad de Murcia. El rey había llegado a la ciudad por la tarde y por la noche se le tributó un cálido homenaje volviendo a salir, en su honor, el Entierro de la Sardina. Esta es la crónica que el periodista Blanco de Ibáñez publicó al día siguiente el 23 de febrero de aquel año: «Por la noche, en honor de Su Majestad, volvió a salir el Entierro de la Sardina, con las siguientes carrozas y carros alegóricos: El Invencible: hermoso bergantín de completa arboladura y alegre y obsequiosa tripulación. La Victoria: precioso cuadro que es imposible describir a la ligera, pues su bellísima composición y sus artísticos detalles merecen un relato minucioso. Ese carro es una obra de arte. Los Argonautas, en una remera nave, era un recuerdo del mejor gusto. Es digno de alabarse este carro, que como el anterior lo costean los empleados de la Diputación Provincial. La Urna Cineraria: levantada sobre el panteón sardinero y rodeada de druidas, sacerdotes, romanos y demás curia sardinera, es un carro que salió también en el pasado año y que, como en este, ha sobresalido por su gran belleza. El Vulcano: histórico carro que ha desenterrado este año con grandes dispendios, la sociedad de jóvenes murcianos, conocida con el nombre de Centro Sardinero. La Muerte con sus lúgubres parcas. El Carro Mortuorio, torrente que sale de un monte, en cuya falda lloran las ninfas y los genios de la muerte de la finada Sardina que sobrenada en un pequeño lago. De todos los carros caía sobre los balcones una lluvia de flores, dulces y versos por toda la carrera del cortejo. Al final, en la Glorieta, que fue profusamente iluminada con miles de farolillos venecianos, presentando un fantástico aspecto. Casi todos los carros la rodeaban y en el momento de la fatal cremación de la Sardina, con tanta bengala y con el bonito castillo de pólvora que se quemó nuestra Glorieta, la huerta, el río, la torre€ Murcia parecía una ciudad encantada anoche en honor a su Majestad el rey».

RENACE EL ENTIERRO DE LA SARDINA

Cuando apenas han pasado setenta y dos horas del final de nuestras Fiestas de Primavera y teniendo, un año más, como broche de oro la tradicional quema de la Sardina tras celebrarse su llegada, Testamento y Entierro bueno será recordar algunas pinceladas de la historia de este festejo, único en el mundo, que pasó por momentos muy duros en su continuidad llegando incluso a desparecer durante más de veinte años. Tal fue el tiempo transcurrido desde el año 1879, tras la catastrófica riada de Santa Teresa, hasta el día tres de abril de 1899 cuando vuelve de nuevo a las calles de Murcia. El periodista Martínez Tornel cuenta en esta crónica que transcribimos como fue aquel inicio, historia del festejo y sobre todo se alegra de la vuelta del mismo al programa festivo: «A los veinte años de haber desaparecido, cual otro Ave Fénix, resucita el Entierro de la Sardina que este año ha resultado fantástico y deslumbrador. ¡Lástima que hubiera desaparecido esta fiesta tan tradicional y tan beneficiosa para los intereses de los murcianos! Pero ha vuelto, ha resurgido, y con ella debemos alegrarnos todos por lo que supone para las fiestas de esta ciudad. El origen del Entierro de la Sardina, se debe a una humorada carnavalesca que, según los murcianos viejos, debió de ser por los años mil ochocientos cincuenta y tantos. El último día de Carnaval varios jóvenes pusieron sobre unas improvisadas angarillas una sardina, que condujeron entre hachones y algazara, a la plaza de San Antolín. Allí, con las hachas de viento, formaron una pira en la que el féretro sardinero fue incinerado. Aquella broma tan infantil gustó mucho a la gente, por la contradicción que envolvía enterrar la sardina, cuando su reinado empezaba al siguiente día, Miércoles de Ceniza. Esta humorada no se repitió, porque algunos predicadores la consideraron abominable, hasta que, pasados algunos años, lo que fue grotesco, llegó a ser fantástico, derrochándose el arte y el dinero, en carrozas simbólicas que trazaban magistralmente los artistas murcianos. En ellas salían repartiendo dulces, flores y caprichosos objetos, lo más distinguido de Murcia. Después empezó a salir el Bando de la Huerta, el primer día de Carnaval, de la plaza vieja de toros de San Agustín en el barrio de San Andrés. Don Pedro Alceña y don Joaquín y don Miguel López, en una carreta, adornada de verde follaje, recorrían la población dando lectura al Bando que se renovaba todos los años con los hechos más salientes de la actualidad y que eran objeto de sus críticas. Al poco de aquello surgió la idea de otro bando: el de la Sardina, que después se llamó Testamento de la Sardina, cabalgata soberbia y lujosa en extremo. Un año salieron diecinueve caballeros en hermosos caballos representando y caracterizando con ricos y apropiados trajes, los diecinueve siglos de la era cristiana, tan superiormente hermosos que nunca más se han vuelto a hacer. La inundación de Santa Teresa, en 1879, terminó con estos grandiosos festejos, que a los veinte años han resucitado, aun cuando no tan fastuosos que como se hicieron antes, porque la aristocracia del dinero delegó su representación en la clase media y esta no dispone de tanto dinero como aquella para dedicarle a las fiestas».

EL ÚLTIMO TESTAMENTO DE LA SARDINA

El 26 de febrero de 1879 asiste Murcia, sin saberlo, al que sería el último Bando de la Sardina, también conocido como Testamento. Fue en octubre de ese mismo año, como venimos refiriendo en otras notas de esta página, cuando la ciudad quedó arrasada bajo las aguas en la tristemente célebre riada de Santa Teresa, y eso significó la pérdida del festejo que no volvió a las calles hasta pasados veinte años. Aquella primera etapa del Testamento de la Sardina, el texto, se encargaba siempre a periodistas y escritores de la ciudad que mostraban en su composición el ingenio que les caracterizaba. En este caso concreto, el ultimo Testamento antes de la desaparición del festejo, la composición se le encargó al poeta Ricardo Sánchez Madrigal, que, con apenas 34 años, pero en plenitud creadora. nos dejó estos versos, publicados en el Diario La Paz de Murcia, y que nos sirven para analizar la sociedad murciana de la época y sobre todo sus carencias de las que, amargamente, se quejaba la Sardina en su Testamento: «No le dejo a nadie ¡nada! / Porque, ¿en qué empleo los caudales que para urgente mejoras /Propias de las capitales /Le vienen dando a raudales / Mis dignas antecesoras / Dejo un Teatro, suerte fiera, / Distorsionado y caído / Que al Municipio aburrido / Se le ha puesto por montera / Dejo un gas que dudo a fe / Que mejor otro se invente / Tan claro y tan transparente / Que casi no se ve / Dejo enfermo el Reguerón / De un mal que contar no quiero / Médicos tiene y dinero / Dejo con ganancias ciertas / Unos benditos consumos / Que a los ricos de más humos / Los van a dejar por puertas / Dejo, cosa singular / Que es verlo casi un momio / A Murcia sin manicomio / Llena de locos de atar / Las calles sin empedrar / La Justicia sin Palacio / Y la tropa sin cuartel / Bendita suerte de aquel».

EL BANDO SARDINERO DEL CASINO

Según las crónicas de la época, en la segunda mitad del siglo XIX, es el Casino de Murcia el encargado de organizar las mascaradas en la ciudad y más concretamente el llamado Testamento de la Sardina, también lo encontramos referido como Bando de la Sardina. Precisamente en el año 1854, apenas tres años después del primer desfile que sorprendió a Murcia con la pira funeraria para quemarla tenemos clara referencia histórica de un bando callejero que, saliendo del Casino, anuncia a la ciudad los festejos sardineros y dicta normas al respecto para engalanar calles, fachadas y balcones. El personaje encargado de la lectura del Bando es llamado El Ciudadano, que con su pregón impreso en pergamino cabalga sobre un pollino al que sigue un cortejo con médicos, cirujanos, escribanos y albaceas testamentarios. Se hace constar que la Sardina está gravemente enferma y que va a morir en breve, de ahí que se sumen al cortejo anunciador, aparte de los médicos que testifican su mala salud, los escribanos y albaceas ya que, la susodicha, tiene que hacer testamento. El bando anunciador decía lo siguiente: «Artículo 1-Nuestro Palacio de Cristal se hallará fúnebremente colgado e iluminado esta noche.Artículo 2- Se erigirá un catafalco en memoria de la finada, sin omitir gasto alguno para su magnificencia.Artículo 3-Al toque de oración vespertina del día de hoy saldrá del edificio una procesión fúnebre con el cadáver de nuestra malograda hermana.Artículo 4-Para dar más solemnidad a la procesión de que se habla se procurará poner a nuestra disposición todas las cabalgaduras francas de servicio doméstico, ya pertenezcan a la clase asnal ya a la caballar a fin de que sean ocupadas por los jinetes concurrentes.Artículo 5-La anterior disposición le es también aplicable a los poseedores de carruajes, sin retribución alguna.Artículo 6-Los vecinos de las calles por donde transite el cortejo, iluminaran las fachadas de sus casas con faroles, candiles, candilejas u otros cachivaches de alumbrado. Artículo 7-Estas disposiciones se anuncian a grito de Pregón, fijándose sucesivamente en los sitios públicos, para que nadie pueda alegar ignorancia.Bando dado en nuestro Palacio de Cristal a 28 días de febrero de mil ochocientos cincuenta y cuatro. Esta rubricado por la neptúnica mano, el guardasellos Nerero y copia de Salmonete».