La intención es calentar cuerpo y alma; combatir el frío, la cuesta de enero y prolongar la alegría navideña. ¿Las herramientas? Coplas, jotas y aguilandos, vino dormilón y caldo con pelotas. En la pedanía murciana de Patiño, aquello de comenzar la dieta después del Roscón de Reyes es complicado. Bromeaba Joaquín Cervetto, speaker de esta fiesta desde que el tiempo es tiempo, con que tenían «albóndigas con colesterol y sin colesterol», pero el día no estaba para remilgos. En realidad, tampoco para caldos calientes, pues el tiempo fue benévolo con los patiñeros, que vivieron su fiesta más tradicional en mangas de camisa durante sus horas más señaladas: mediodía y primeros compases de la mañana, superando los 20 grados de temperatura.

Pero a estas alturas, recién empezado 2016, no es cuestión de llevarle la contraria a Manuel Cárceles, 'El Patiñero', patrón del aquel primer Encuentro de Cuadrillas de la peña huertana La Hijuela, en 1989. Veintiocho años después, su nombre acompaña al de una fiesta que no solo sirve para homenajear a su progenitor, sino al folclore y la tradición murciana en su conjunto: ya sea armados con una guitarra y desde el escenario, o protegidos con un delantal tras los fogones. Música y gastronomía típica, trovos y caldo con pelotas.

Para congeniar bien ambas ramas y calentar las gargantas de cantantes y troveros, no faltaron los churros con chocolate a primera hora de la mañana, en la habitual concentración matinal de las diferentes cuadrillas participantes. Y es que La Hijuela no se encarga en solitario de animar a los patiñeros, sino que se rodea de otras agrupaciones de la zona que viven como suya la jornada en la pedanía. Este año de Almendricos, los Animeros de Cehegín, Cañada de la Cruz, Fuente-Librilla, Sangonera la Verde y Aledo.

La música comenzó a sonar en Patiño incluso antes de la obligada Misa de Aguilando, oficiada por el cura local Joaquín López Sánchez; e incluso en el interior del templo, donde las cuadrillas pusieron letra y acordes a la ceremonia. Pero la fiesta solo se desató cuando las agrupaciones se subieron al escenario situado en el atrio de la Iglesia, por el que pasaron una a una las peñas y, casi a su libre albedrío, vecinos y vecinas que animaron con sus bailes las jotas murcianas. Hasta el alcalde de la capital, José Ballesta, respaldado por su séquito de concejales, se subió al tablado para recitar unos versos en honor a Patiño y sus gentes.

Pero ni siquiera el regidor pudo eclipsar al centenario Juan Tudela, el ‘Tío Juan Rita’. Cinco personas tuvieron que ayudar a subir sus casi 104 años -los cumplirá el 14 de febrero- a la elevada tarima, pero una vez sobre el escenario y arropado por su cuadrilla, el aledano demostró ser, una vez más, «el más zagal de todos». Su picardía -transformada en aguilando a dueto con su nieto Javier-, levantó las carcajadas de los asistentes, sonrojó a las «mujeres más bellas» y demostró que, pese a su avanzada edad, «el ‘Tío Juan Rita’ es más peligroso que el Gobierno catalán», trovaba su querido descendiente.

Homenaje gastronómico

Pero tras el recuerdo al ‘Patiñero’ y el cariño al ‘Tío Juan Rita’, el homenaje se lo pegaron los miles de estómagos que ocuparon la calle Mayor de la pedanía tras el chupinazo, que explotó respetuoso una vez finalizadas todas las actuaciones concertadas.

Las tapas de los pucheros se levantaron al unísimo y el aroma a caldo de pollo y apio que rodeaba Patiño se multiplicó imposibilitando a los allí presentes obviar la llamada de los calderos. Segundos después de que estallara el reclamo, no quedaba libre un solo centímetro en las barras de las mesas, que sirvieron más de 150.000 mil albóndigas en raciones de caldo con pelotas con denominación de origen Patiño y cortesía de La Hijuela y las más de cien vecinas que desde el viernes trabajaron sin descanso para preparar el banquete, que incluía vino de la tierra y pan.

No debió salirles mal la receta, pues media hora después de servir los primeros platos las enormes ollas flaqueaban; y no por escasez, sino por el gozo de los asistentes, que repitieron pelotas mientras hubo posibilidad. Así le pasó a un grupo de ciclistas que vino expresamente desde Orihuela -aunque procedentes de Alicante, Lérida y hasta Suiza- para degustar el famoso cocido de la huerta.

Lo que no flaqueó fueron las ganas de fiesta. Y es que las cuadrillas tocaron sin descanso, y ya a pie de calle, hasta bien entrada la tarde, animando a vecinos y turistas a bailar, castañuela en mano, la música tradicional de Murcia en la que ayer fue la capital del floclore regional: Patiño, que, entonces sí, despidió a las cuadrillas, despidió la Navidad y saludó con las pilas cargadas a este recién entrado 2016. Eso sí, ya no quedan excusas para cumplir con la dieta prometida.