El escritor y periodista Antonio Botías narra la leyenda de la Torre de Las Lavanderas, en Churra: la noticia de que una mano negra aparecía en aquella torre ruinosa se extendió por la ciudad con rapidez por el pueblo.

Presuntos chillidos y lamentos, apariciones espectrales y humo con olor a azufre hicieron crecer la leyenda hasta el extremo de que las barracas próximas se desocuparon y el Concejo, prudente, acordó que competía al Obispado resolver la cuestión, añade el también Cronista oficial de Murcia.

El obispo, ante la avalancha de testigos que advertían de la maldición que atenazaba la casa, acordó enviar a aquel curioso equipo de nueve frailes. Las conclusiones eran estremecedoras: la Torre de la Lavandera tenía una mano negra. Y la solución pasaba por el exorcismo, que se celebró el 19 de octubre de 1671.

Una gran comitiva partió desde la Catedral. Todos, al llegar a la puerta, balbuceaban: «¿Me buscáis a mí?». Pero la mano hacía un gesto de negativa. Hasta que llegó el prior de los dominicos, Juan Blázquez. Hombre gallardo, la mano le señaló y el prior decidió entrar.

Media hora después, Blázquez salía convertido en un anciano torpe y con voz quebrada anunció: «He jurado no decir nunca el motivo de este prodigio. La mano negra no aparecerá más con la condición de que nadie se ocupe de esto».