No había día que, al abrir la puerta de su tienda, faltase una sonrisa detrás del mostrador. La calle Cartagena del Barrio del Carmen de Murcia despide con tristeza a una de sus comerciantes más queridas. Elena Madrid Cros, de modas Elena y Clemente, nos dejó el pasado sábado. Sus familiares, amigos, vecinos y clientes la recordarán siempre como lo que fue, una mujer muy buena, trabajadora, generosa, tenaz y luchadora. Su buen humor, su capacidad para hablar con todo el mundo y su carácter conciliador le hicieron ganarse la simpatía de todos los que la rodeaban, personas que afrontan estos días su ausencia recuperando el mejor recuerdo de Elenita.

Hija menor de Ramón Madrid, que regentaba una mercería frente al Jardín de Floridablanca. Estudió en el colegio Carmelitas y comenzó desde bien joven en el negocio familiar, aprendiendo los entresijos de la moda y el comercio. Posteriormente se casó con Clemente Mirete, cuya familia tenía una tienda en la calle Cartagena, frente al Cuartel de Artillería, que pronto terminó quedando en manos del matrimonio. Una tienda emblemática en la famosa vía del Barrio del Carmen en la que los clientes siempre se han sentido como en casa y que todavía hoy, ya regentada por su hija, Elena Mirete Madrid, mezcla las últimas novedades del mercado textil con el trato cercano y personalizado de las tiendas tradicionales.

Fuera del ámbito laboral, Elena era una gran amante de las tradiciones y de las fiestas de la ciudad de Murcia. Fue parte activa de las Fiestas de Moros y Cristianos desde su origen a principios de los años 80 e impulsora de la Cábila mora Ibn Arabí, en cuyas filas marchó durante treinta años. «Disfrutaba la fiesta como la que más, desde la organización y el trabajo previos, ayudando en todo lo que podía, hasta el último acto de Moros y Cristianos», recordaba su hija, Elena Mirete, quien fue junto a su marido, José Jiménez, máxima representante del Bando Moro en el año 2011.

Elena también sentía predilección por el Bando de la Huerta y es que, además de haber pertenecido a diversas peñas huertanas, su tienda siempre ha sido referente en la ciudad para la adquisición de trajes de huertano, muchos de ellos confeccionados de forma personalizada con ese don que Elena tenía para mezclar el conocimiento de la tradición, las técnicas de la costura y el buen gusto. Que el lunes previo fuese una de las jornadas de trabajo más fuertes del año no le impedía levantarse temprano el día del Bando y pasear por toda Murcia junto a su marido, luciendo atuendos tan perfectos que constantemente tenían que parar para hacerse una foto con quien se la pedía.

Otra de sus aficiones era viajar, aunque fue algo que no pudo hacer tanto como hubiese querido, pues su dedicación al cuidado de su familia y su trabajo le dejaban poco tiempo para coger la maleta. Aun así, ella viaja junto a cada clienta que entraba pidiéndole un bañador, un pantalón o un vestido para visitar esa ciudad lejana. También le gustaba leer y desde que le regalaron el e-book no paraba de descargarse libros. Y es que Elena ha sido una persona que ha sabido adaptarse a los tiempos, a los cambios y a las tecnologías; una muestra de su tesón y de su empeño por no dejar nunca de aprender.

Muy amiga de sus amigos, tenía la asombrosa capacidad de mantener el contacto con gran parte de las personas que se habían cruzado en su camino. Incluso con sus compañeras del colegio. De hecho, Elena fue la encargada de reunir a una promoción entera de niñas del colegio Carmelitas en el cincuenta aniversario de su salida de las aulas. Un emotivo encuentro del que fue artífice pero no protagonista, porque a ella nunca le importaba trabajar duro desde un discreto segundo plano con tal de que todo saliese bien.

Elena se nos ha marchado y familiares, moros, cristianos, huertanos, clientes y amigos ya sentimos su ausencia. Pero las personas como Elena nunca se van del todo, porque permanecen por siempre en el corazón y en el recuerdo de los que se quedan. Descanse en paz.