­No resulta exagerado afirmar que M-Clan se encuentra, actualmente, en uno de los mejores momentos de sus 20 años de carrera. Reconocidos y respetados, la banda liderada por Carlos Tarque y Ricardo Ruipérez ha conseguido establecerse en ese punto en el que gozan tanto del favor del público mayoritario como del respeto de los círculos más exigentes del rock. Tras veinte años y el pertinente disco en vivo (Dos noches en el Price), se han echado a la carretera con una gira que está colgando el cartel de sold-out en casi todas sus actuaciones. Aquí no podía ser menos: las entradas se agotaron hace semanas.

Gustos musicales aparte, poco se atreverán a negar que Tarque -un frontman nato- y sus murciélagos conservan la energía intacta. Ahí estaban, casi 20 años después, con la misma actitud rocanrolera, sobre todo Tarque; el resto de músicos queda por detrás de él.

El comienzo fue puro fuego, y anticipó un concierto grandioso. Anfetamina y rock, como reza la letra de Calle sin luz. Con la formación reestructurada en torno a Carlos Tarque y Ricardo Ruipérez (los dos únicos supervivientes del grupo), Mclan han sumado a su propuesta de rock clásico de ascendente sureño unas esencias de soul y blues setentero, y una eficaz sección de vientos.

Tarque pone su garganta a cien desde la inicial Calle sin luz y Ruipérez es el hombro en el que se apoyan todos para mantener el equilibrio. Respaldándoles, la sección rítmica de Coki Jiménez y Chapo (que hace unos coros maravillosos) es apuesta segura, mientras que Prisco, que lleva años poniendo su talento al servicio de M-Clan, se hace cargo de unas guitarras solistas vibrantes, y Lucas Albadalejo, la última incorporación a los teclados, pone el colchón perfecto a las melodías. La sección de vientos aporta el color.

Vestidos de negro y rojo, con una imagen de fondo muy Gun´s & Roses en la que podía leerse M-Clan 20 años, el concierto comenzó con la declaración de intenciones de Calle sin luz, Tarque recorriendo el escenario como un león enjaulado. Siguieron Para no ver el final, la siempre efectiva Llamando a la Tierra (su talismánica versión de Steve Miller Band) y Roto por dentro, prodigio de alma soul con órgano a lo Al Kooper. Carlos dedicó algunas canciones a los amigos ausentes: Perdido en la ciudad, la primera canción que grabaron, y Me estás atrapando otra vez, turno de homenaje para Los Rodríguez.

A su vez lanzaron Las calles están ardiendo a los políticos, aunque esta versión no resultara tan incendiaria como la grabada en el disco con El Drogas. Más adelante, Tarque y Ricardo se quedaron solos para un pequeño set acústico (Gracias por los días que vendrán y Las palabras que me dijiste), que aplacó la intensidad del concierto, y que intentaron enderezar con el AOR de Noche de aullidos, para volver a su zona de confort en Usa y tirar. La ineludible cover Maggie despierta celebró el cumpleaños de Rod Stewart y puso la recta final a los bises, con el recorrido habitual por el patio de butacas de Tarque (esta vez no subió chica al escenario). Es el rock and roll hecho carne, no tardó ni medio minuto en poner en pie a todos, estableciendo una conexión animal. Eso incluye algún que otro desmadre innecesario, pero ¿qué decir? Esta es la formación de M-Clan que mejor suena, este es el mejor Tarque. Lo demás ya no importaba.

En la primera parte del espectáculo sonó mucho material cercano en el tiempo, esa mezcla de rock y soul tan potente que Tarque canta con talento, fuerza y testosterona. La dinámica del show dosificaba la furia y la emotividad. En el primer bis no podía faltar Carolina, versión karaoke, ni Pasos de equilibrista, donde Tarque impone su arrolladora personalidad. Su voz potentísima, sus gritos desgarradores vuelven a levantar al público con incursiones en temas ajenos: Teenage wasteland de los Who (esta vez intercaló una frase de Pongamos que hablo de Madrid, cambiándola por Murcia). El segundo bis comenzó con Tarque y Ricardo solos cantando, guitarra y voz ¿Dónde estás revolución? Se sobran y bastan para lucir su legado e incluso darle nueva perspectiva. Las primeras palabras «Para empezar diré que es el final...» desatararon la euforia colectiva con Miedo, entre George Harrison y Tom Petty -gran melodía y mejor letra- con la que Tarque se dejaba una vez más la voz. Y como no podía ser de otra forma, el fin de fiesta más clásico: Quédate a Dormir, para una despedida por todo lo alto coreando M-Clan: sentimiento y rock and roll. Una velada de buen y viejo rock and roll de toda la vida. Se (nos) quitaron 20 años de encima.