La incertidumbre de las últimas horas de 2014 se convirtió en frustración en las primeras de 2015 para los más de mil jóvenes que vieron cómo la macrofiesta en la que iban a celebrar el fin de año se suspendía tras tres cambios de ubicación (Zarandona, Sangonera y Ceutí) y sin haberles sido reintegrados a muchos los entre 35 y 40 euros que habían abonado por las entradas.

Además, la frustrada celebración terminará en los tribunales, ya que el dueño del primero de los locales en los que se iba a celebrar, el restaurante Cepero´s de Zarandona, denunciará a los organizadores porque «anunciaron en carteles y entradas que iba a ser en mi local, aunque desde noviembre les dijimos que aquí no se podía hacer», asegura su propietario, Pepe Cepero, quien lamenta además «el daño que se ha hecho a la imagen de mi establecimiento» y explica que el mismo miércoles puso una denuncia contra la organización en la Policía Nacional.

La rocambolesca historia de la macrofiesta, para la que según los impulsores se han vendido «menos de mil entradas», comenzó en noviembre cuando se empezaron a vender tickets al precio de 35 euros las 500 primeras y de 40 euros, el resto, anunciando que se celebraría en Cepero´s de Zarandona. Hace unas semanas se comunicó en grupos de Whatsapp y en las redes sociales que se haría en el restaurante Las Palmeras de Sangonera, lo que ya puso en alerta a muchos de los jóvenes que habían adquirido los tickets. Pero la preocupación cundió cuando el 30 de diciembre, a poco más de 24 horas de la celebración, la organización comunicaba que finalmente sería en el restaurante La Frasquita, situado en el polígono industrial Los Torraos de Ceutí.

Como muchos de los compradores de las entradas eran menores de edad, ya que la fiesta era a partir de 16 años, algunos padres alarmados por lo extraño del repentino último cambio se desplazaron hasta Ceutí para ver lo que pasaba. Allí conocieron que el restaurante tenía un aforo de 500 personas, muchas menos de las que habían adquirido la entrada. «Mi hija tiene el número 788 y allí había padres con una entrada del número 1.200 en adelante», cuenta Antonio, padre de una de las adolescentes que iba a acudir.

El alcalde de Ceutí, Juan Felipe Cano, no tardó en reaccionar y nada más enterarse por la Policía Local de que los organizadores tenían previsto arrendar el restaurante La Frasquita para organizar la fiesta en sus instalaciones, con capacidad para algo más de 500 personas y donde pretendían meter a más de 1.800, «ya que vimos entradas numeradas cercanas a esa cifra», comenta, procedió a prohibirla, ya que «el local no cumple con los requisitos de seguridad para acoger a tanta gente», aseguró Cano ayer a esta Redacción.

La Frasquita sólo alquilaba el local

Por su parte, una de las propietarias del restaurante La Frasquita, Rosario González, aclaraba ayer que el establecimiento «iba a ser arrendado para hacer la fiesta esa noche», por lo que «no tenemos nada que ver con la organización de la fiesta».

«Se dirigieron a nosotros para ver si les podíamos arrendar el local y, como no nos dijeron que iban a meter a tanta gente, en un principio aceptamos, pero cuando el alcalde nos comentó que no era seguro, nos negamos a que se celebrase», remarcaba, a la vez que quiere dejar claro que «no hemos recibido ningún dinero y que nos hemos visto envueltos en esta situación sin tener nada que ver».

Mientras, Alejandro Párraga, uno de los organizadores, respondió a LA OPINIÓN vía Whatsapp. Así enviaba un mensaje en el que decía que «se manifiesta por personas afines a la organización que en ningún modo ha habido estafa ni intención alguna de dañar o perjudicar a los compradores de las entradas al evento, que no pudo realizarse en la primera sala anunciada, Cepero's, por carecer la misma de todos los permisos necesarios para llevar a cabo una actividad de este tipo. Debiendo cambiarnos a fechas muy avanzadas a otro local que resultaba excelente para este fin, pero que, por causas de fuerza mayor comunicadas menos de 36 horas antes por los dueños del local, no se pudo realizar allí».

Añade que «ante la asfixiante premura de tiempo y sin querer nunca dejar a los compradores sin fiesta alguien nos sugirió un local en Ceutí que finalmente no fue apto por el aforo. Queremos manifestar que nosotros también fuimos damnificados, los más damnificados, por no poder celebrar una fiesta que estaba preparada al milímetro con médicos, seguridad, barra libre, autobuses, sorteos, seguro de responsabilidad civil y cena. Todo eso estaba contratado y pagado para ser llevado a cabo en Las Palmeras».