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El hotel Victoria

José Emilio Rubio Román

A las siete de la tarde del día 2 de mayo de 1890 fue inaugurado el Hotel Universal, que se llamaría después Reina Victoria, y luego Victoria a secas hasta que cerró sus puertas a finales del año 1977. Del nuevo establecimiento se dijo que ofrecía "magníficas habitaciones amuebladas lujosamente, gabinete de lectura, salón de recreo, y cuantas comodidades exija el forastero". Ofició como anfitrión Félix Cabezos, que mostró a sus invitados, entre los que se encontraban las primeras autoridades, las flamantes dependencias, obsequiando a los concurrentes a un banquete en el que nada faltó, como expresó en su crónica el Diario de Murcia: "Diversidad de suculentos platos, vinos a escoger y, entre ellos, con abundancia, el expansivo Champán". Cabezos recibió "felicitaciones sin cuento, todas ellas sinceras, como nacidas de la amistad y dirigidas al trabajador laborioso, que por sus virtudes y constancia tiene que hallar siempre prosperidades en su camino".

Donde se alza el imponente edificio, destinado hoy a viviendas y a locales comerciales, en su mayor parte vacíos, estuvo desde los primeros años del siglo XV el alcázar de Enrique III, que desde el año 1478 se convirtió en residencia del Santo Oficio, según documenta José Luis Morales en su trabajo El Alcázar de la Inquisición en Murcia. El vetusto edificio se restauró en numerosas ocasiones, sobre todo en el siglo XVIII, pero finalmente se optó por trasladar las dependencias administrativas a un nuevo inmueble, el que ocupa actualmente el Colegio de Arquitectos, a partir de 1823, mientras que las cárceles fueron a parar al antiguo colegio de San Isidoro, sede hoy del Instituto Licenciado Cascales.

El Teatro de la Cárcel Vieja

El derribo del viejo alcázar comenzó en 1820, y el solar resultante quedó sin edificar durante largos años. Sin embargo, en los años comprendidos entre 1857, fecha de la desaparición del Teatro del Toro, en la plaza de Ceballos, y 1862, cuando se inauguró el Teatro de los Infantes, actualmente dedicado al actor Julián Romea, lo que quedaba en pie del alcázar de Enrique III se reaprovechó como escenario con el nombre de Teatro de la Cárcel Vieja. Por entonces se anunció un ambicioso proyecto para aquél privilegiado espacio, situado junto al puente, que afeaba la noble fachada meridional de la ciudad.

En 1860, La Paz daba cuenta, de forma bien expresiva, de que "ese asqueroso edificio se trata de convertir en otro suntuoso y de honra y provecho para el país". La futura construcción, que nunca llegaría a hacerse realidad, respondía a un proyecto del arquitecto Juan José Belmonte, autor de la actual traza del Ayuntamiento, y debía servir como sede del Gobierno Provincial y residencia del gobernador civil. En un edificio de cinco plantas, contando la planta baja, se distribuían las dependencias propias del Gobierno Civil, la Diputación Provincial, Correos y Telégrafos, Hacienda y Archivo General. La decoración arquitectónica, tanto exterior como interior, "pertenece al género del Renacimiento, un pórtico de cuatro columnas dóricas movidas desde la escalinata de entrada da ingreso al vestíbulo, y desde este, inmediatamente después, a la escalera principal. En los intercolumnios hay hornacinas con dos estatuas que representan, con sus atributos, a la España y al Honor. En las hornacinas de los pabellones angulares están delineadas estatuas alegóricas del destino de cada piso. La Industria y la Hacienda corresponden al piso entresuelo, la Justicia y la Fortaleza al principal, y las Ciencias y las Artes al principal segundo, sirviendo de remate a la fachada los escudos de armas de España y Murcia".

Los hermanos Zabálburu y Basabe

Pero nada de aquello se llevó a afecto, y sí la definitiva demolición de lo que quedaba del viejo alcázar y la adquisición del terreno resultante por los adinerados hermanos vizcaínos José, Francisco y Mariano Zabálburu y Basabe, que llegados a Murcia por intereses comerciales, contaron con grandes propiedades rústicas y urbanas. En 1869, un periódico local llamado El Buen Deseo se lamentaba de que no se diese solución al asunto del solar, y afirmaba que "mucho tiempo hace que el solar de la cárcel vieja se compró por el encargado en esta ciudad de los señores Zabálburu, sin que sepamos en qué consiste que a pesar del gran tiempo trascurrido no se haya edificado, ni sabemos que por ahora se piense edificar. El solar no debe seguir en el estado feo y asqueroso en que se encuentra, porque hace poco favor a la localidad o indica poco interés en sus representantes".

Pero no fue hasta una década después, en junio de 1879, cuando el alcalde hizo saber que los Zabálburu estaban dispuestos a obrar en sus solares del Arenal y de Santo Domingo siempre que los edificios que se alzaran quedaran aislados de los colindantes mediante el trazado de sendas calles. De este acuerdo nacieron las calles que llevarían los apellidos de los hermanos vascos, el pasaje de Zabálburu, a espaldas del futuro hotel, y la calle de Basabe, entre la iglesia de Santo Domingo y lo que serían las Escuelas Graduadas. Las obras, dirigidas por el arquitecto Juan Segundo de Lerma, concluyeron en 1885, y en octubre publicó el Diario de Murcia que "en 28 balcones de la casa de los señores Zabálburu, recientemente construida en el Arenal, hemos visto las papeletas que anuncian el alquiler de sus habitaciones". Poco después, en enero, se daba cuenta en La Paz de la apertura de una modesta cafetería en los bajos, y en junio de 1886 quedaba abierto al tránsito de los viandantes el Pasaje, a la vez que se inauguraba una tienda de ultramarinos y al poco un bazar. Pero el destino del edificio fue, finalmente, el de establecimiento hotelero, y el cambio se produjo con el arrendamiento del inmueble al dueño de la Fonda Universal, que la tenía establecida desde el verano de 1884 en la plaza de San Bartolomé.

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