Entrevista

Ricardo Bofill: "Se han equivocado con el urbanismo, que vuelvan a preguntar a quien sabe"

JORDI NAVAS

La nueva terminal aeroportuaria y el hotel Vela en Barcelona son dos de las obras más recientes de Ricardo Bofill, que se suman a una lista inabarcable donde figuran hitos de la arquitectura mundial repartidos por ciudades de todo el mundo, como París, Tokio, Chicago o Casablanca. En esa lista apabullante puede que llegue a tener un lugar destacado algún día su proyecto en el barrio de La Paz de Murcia.

¿Cómo nace la relación del arquitecto más cosmopolita con el Mediterráneo?

Soy hijo de un arquitecto catalán de familia antigua y de una madre italiana, judía veneciana. Por lo tanto, pertenezco al mundo mediterráneo y he hecho una arquitectura mediterránea. La que me ha gustado y la que conozco, especialmente la italiana, que he transformado en urbanismo, en diseño europeo, y, después, he desarrollado alrededor del mundo. Cuando regresé de Suiza estábamos formando un equipo interdisciplinar algo amateur, en el que había pensadores y escritores como Goytisolo, Clotas o Xavier Rubert de Ventós y mucha más gente alrededor del taller. Todo ello en la España de entonces, algo siniestra y donde empezaba el auge del turismo. Intentábamos explicar o construir cosas que tuvieran otros conceptos y otras estéticas. Conceptos mediterráneos, ligados con el sitio, con el 'genius loci', donde era fundamental la relación con el mar. Contábamos con unos albañiles y jefes de obras muy buenos.

¿Qué opinión le merece el crecimiento urbanístico que ha conocido el litoral en los últimos años?

Lo de la Ley del Suelo para todo el mundo era una barbaridad. Se compraba suelo en cualquier sitio, se recalificaba y se alimentaba la burbuja. Esto, con una perspectiva económica e histórica, es de cárcel. ¿Cómo vas a alimentar después todas las infraestructuras, instalaciones y servicios que necesita ese mundo diseminado? Además, se destroza el paisaje. La tradición urbanística vernácula de España son los pueblos, que te enseñan que no se puede construir en cualquier parte, ni de cualquier manera.

Volviendo al tema de la arquitectura, usted anticipó algunas de las estrategias que hoy son el salvavidas del sector y de la profesión, como la internacionalización y la interdisciplinariedad.

Yo tenía muy claro desde el principio que me interesaba el tema de la ciudad, de la ciudad mediterránea y europea, que no sólo la hacen los arquitectos, sino también economistas, sociólogos, antropólogos e ingenieros, entre otros. Tienes que mezclar disciplinas para poder proyectar y construir una ciudad. Desde el punto de vista del diseño arquitectónico hay que saber el trabajar en escala grande, pero casi nadie sabe hacerlo.

¿Son los anglosajones los que han conseguido hacer lo que usted ha hecho?

Sí, realmente yo he abierto la puerta. Me han copiado en todo el mundo y son los anglosajones los que han mundializado la arquitectura, pero de una manera distinta a la mía. Existe un star system en la arquitectura. La gente tiene una capacidad de retención de 10 nombres. Si preguntas por los mejores arquitectos españoles, la gente más o menos culta se acuerda de diez, igual que pasa con los del resto del mundo. En España hay tres arquitectos internacionalizados y yo soy uno de ellos. Otro es (Santiago) Calatrava, que tiene muchas dificultades porque lo que hace cuesta mucho dinero y en época de crisis se nota mucho más. Lo que hace, independientemente del juicio estético que uno pueda tener, es interesante, pero con un gran problema y es que no respeta los parámetros económicos que hay que impone la arquitectura. El otro arquitecto es el señor Moneo, que es muy modesto. Un buen arquitecto, con referentes de arquitectura secundaria. No te lo encuentras en sitios de grandes concursos.

¿Cómo valora el efecto Guggenheim en ese contexto de internacionalización y de arquitectos estrella?

Ha habido diez años de euforia durante los cuales a los diez grandes arquitectos internacionales se nos han pedido edificios totalmente singulares, totalmente nuevos y que sirvieran para poner en el mapa las ciudades sin reparar en el precio. La demanda llegaba de todas partes, de India, de Japón o de China, donde el estadio Olímpico de Pekín costaba 50 veces más de lo normal. En España, veníamos del franquismo, una etapa espantosa desde el punto de vista cultural y arquitectónico. Hubo excepciones, como el Grupo R y José Antonio Coderch, pero el salto importante se dio con los Juegos Olímpicos del 92, la expo de Sevilla y con lo que años después, aunque de manera distinta, se consiguió Bilbao a través del Guggenheim. Esta apertura internacional elevó el nivel, como ha sucedido con el fútbol, y ahora hay arquitectos jóvenes españoles bastante buenos. Lo que sucede es que han perdido un poco los remos. Hay una crisis y continúan haciendo lo mismo. Van con retraso respecto al reciclaje profesional.

¿Cómo se debe producir ese reciclaje?

Tendrá que haber un reciclaje monstruoso de todo el ramo de la construcción. Las cosas son distintas porque en Brasil, en Egipto, en Chile o en India hay trabajo, pero los precios son una décima parte de los habituales. Por lo tanto, habrá que intentar que la parte de la I+D se haga desde aquí y que la aplicación se haga allí. Cuando tienes que construir a 200 euros el metro cuadrado, que es como se construye en todos estos países, o lo haces o no construyes nada.

¿Cómo cree que puede influir en todo el proceso la actual situación económica de España?¿Hay motivos para el optimismo?

Se puede tener un cierto optimismo, pero si se cuenta con un diagnóstico claro. Lo grave es no reconocer la situación de España. Yo soy de izquierdas, independiente y cosmopolita, pero con tendencia a apoyar el estado del bienestar. Pero creo que el país no es consciente de la situación real que existe.

Tracking Pixel Contents