Semana Santa

La muerte de Cristo representó la noche más silenciosa de Cieza

La representación, que se lleva a cabo en la localidad desde 1931, fue espectacular

Procesión del Jueves Santo en Cieza.

Procesión del Jueves Santo en Cieza. / Javier Gómez Bueno

Javier Gómez Bueno

Javier Gómez Bueno

Anoche tuvo lugar una de las procesiones más conmovedoras que se pueden presenciar: la del ‘Silencio’. Primero, los ‘Manolos’ y las ‘Manolas’, con la procesión de ‘Los hijos de María’, ponían el duelo por la muerte de Jesús y, después, el Cristo Crucificado apagaba y silenciaba las calles del casco histórico de Cieza en una tradición que se remonta a 1931; era noche de duelo y de saetas

Era el día de luto por excelencia de la Semana Santa ciezana. Cristo había sido crucificado. El dolor fue anunciado, en primera instancia, por los ‘Manolos’ y las ‘Manolas’, quienes, fieles a la tradición y velón en mano, procesionaron de negro riguroso escoltando a Nuestra Señora de Gracia y Esperanza.

En su melancólico discurrir, recorrieron las calles Plaza Mayor, Cid, La Parra, Rincón de los Pinos, Larga, Buitragos, San Sebastián, Mesones, Cadenas, Barco y La Manga. Caminaba la comitiva, fiel reflejo del dolor de la virgen, bajo el luto riguroso y las mantillas de más de un centenar de ‘Manolas’ y ‘Manolos’, abriéndose paso por las calles abarrotadas de personas. Era el preludio que anunciaba la muerte de Cristo.

Posteriormente, al llegar la medianoche, fue el turno de la representación máxima del día. El Cristo Crucificado, de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Agonía, desfilaba ante el silencio sepulcral de la multitud y la oscuridad reinante en las calles históricas de Cieza. Solamente los cirios de los procesionarios dejaban vislumbrar el avance de la imagen. En definitiva, una estampa conmovedora, incluso para los que no son devotos. Esta procesión, de gran arraigo en el municipio, es, en sí misma, emotiva y poseedora de un halo mítico.

Fue una noche de luto y saetas. El día más “triste” de la Semana Santa de Cieza concluyó para dejar paso al Viernes Santo: día grande por excelencia. Sin embargo, la nota discordante la dio un nazareno de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Agonía, al coger el relevo en la calle Larga, quien, en evidente estado de embriaguez, no guardó el debido respeto y cuando un espectador le recriminó su actitud se encaró con él y lo amenazó.

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