Obras

Recuperan la Balsa de la Reina Mora del paraje de Los Pilones de Lorca

Las excavaciones arqueológicas permitían descubrir el canal que la surtía de agua

Dos operarios durante la excavación arqueológica en la balsa. | L.O.

Dos operarios durante la excavación arqueológica en la balsa. | L.O. / L.O.

La ruta del Cejo de los Enamorados incorporará en los próximos días un nuevo aliciente que se encuentra en la recta final de los trabajos de rehabilitación y puesta en valor. Se trata de la Balsa de la Reina Mora que se sitúa a la derecha del inicio del sendero, en el paraje de Los Pilones, muy cerca del Castillo. Allí se encuentra la alberca, del siglo XII, que servía para decantar el agua que llegaba del acueducto del Cejo de los Enamorados a la Ciudad. «Ese canal llevaba el agua desde el Cejo hasta la balsa. Y desde allí, llegaba a la ciudad, pero también servía para regar los cultivos de la zona que en época medieval había en torno a la alberca», afirmaba en declaraciones a La Opinión el director del Museo Arqueológico Municipal, Andrés Martínez.

El acueducto, de época almohade como la balsa, era inicialmente un canal de cerámica. «Siempre ha permanecido, aunque con el paso del tiempo su material se fue adaptando a la época. De la cerámica se pasó al metal, pero el agua siempre ha bajado hasta Los Pilones. Caía en la Balsa de la Reina Mora y allí se decantaba antes de continuar su camino hasta la ciudad. La actual alberca es del siglo XII, pero quizás hubo otra anterior», explicaba el también arqueólogo municipal.

Dirigía los trabajos arqueológicos que han contado con el permiso de Cultura y que no solo llevaban a la excavación interior del monumento, sino también de todo el perímetro, como detallaba la edil de Fomento y Empleo, Isabel Casalduero. «Estas excavaciones han permitido descubrir el canal que suministraba el agua a la alberca. Y conocer las verdaderas dimensiones de la balsa, cuatro metros y medio por casi dos metros en la mina de agua, pudiendo albergar cuando estaba en funcionamiento unos 35.000 litros».

La alberca, del siglo XII, servía para decantar el agua que llegaba del acueducto del Cejo de los Enamorados a la ciudad

A los trabajos de excavación seguía la protección de los paramentos con geotextil, el relleno con grava para que transpire y drene el agua de lluvia y la delimitación del acceso con una valla de palos de madera y la colocación de cartelería informativa, unas labores que están en el tramo final, por lo que en los próximos días ya podrá ser visitada.

En la actuación, que duraba en torno a un mes y medio, participaban ocho peones de los distintos Programas de Empleo y Consejos Comarcales. Los trabajos han estado supervisados en todo momento por un arqueólogo que documentaba todo el proceso, como señalaba la edil de Cultura, María Ángeles Mazuecos.

La recuperación de la Balsa de la Reina Mora y su entorno era una petición expresa del alcalde, Diego José Mateos, quien es asiduo a la ruta de senderismo del Cejo de los Enamorados. Preguntado por La Opinión reconocía que desde hace largo tiempo tenía interés en rehabilitar el monumento. «Supongo que como a muchos lorquinos me llamaba la atención la alberca. Estaba colmatada y repleta de arbustos tanto en su interior como en su perímetro. Tras la actuación se puede comprender lo que significaba. Y, además, es protagonista de una de las leyendas que plagan el Castillo y sus alrededores».

Romance de ‘La Balsa de la Reina Mora’

Junto al vetusto castillo / que sirve de centinela / a Lorca, Ciudad del Sol, / todavía se conserva / una balsa cuadrilátera / casi cubierta de tierra / que, según la tradición / y autorizadas consejas, / hubo cierta reina mora / de muy singular belleza, / que del Castillo bajaba / de noche a bañarse en ella. / Paso el tiempo; la vejez / sorprendió al sultán con pena, / en tanto que hermosa y joven / seguía estando la reina. / Por fin, de rabiosos celos / el hijo de Agar fue presa, / pensó en horrible venganza, / consultó con las estrellas, / y una noche de San Juan, / en que la africana bella / ciega de amor se bañaba / sin temor a una sorpresa, / bajó con un mago el rey, / vio la traición manifiesta; / y entonces el hechicero, / poniendo en juego su ciencia / y murmurando un conjuro / de astrología maléfica, / quedó el amante encantado, / quedó encantada la reina. […]

-El Noticiero de Lorca, 23 de noviembre de 1890, páginas 3 y 4.

El impresor, poeta y dramaturgo José Ruiz Noriega (1851-1894) publicaba en El Noticiero de Lorca el 23 de noviembre de 1890 con motivo de la festividad de San Clemente y posteriormente recogido en su poemario póstumo (poema VII) un romance de 236 versos, dividido en cuatro partes, en el que, tras describir el jolgorio de la noche de San Juan en Lorca, narraba la leyenda de cómo una sultana se bañaba de noche en una balsa.

Así lo relataba el doctor en Literatura y profesor de Lengua castellana y Literatura en ESO y Bachillerato, Juan Antonio Fernández Rubio, en José Ruiz Noriega: Impresor, poeta y dramaturgo (1851-1894) del número 16 de la revista de la Asociación de Amigos del Museo Arqueológico de Lorca ‘Alberca’. En el texto hace referencia a que el sultán, movido por los celos, va a espiarla con un mago y descubre su infidelidad. El mago los encanta y desde entonces la balsa se mantuvo seca. «Quien quisiese desencantarles, debía subir hasta ese sitio en las noches de San Juan y hacer la señal de la cruz tres veces antes de que se perdiese la última campanada, que anunciase las doce».

Siglos después, Margarita, una anciana gitana, «pidiendo o leyendo la buena ventura por las calles y las plazas, subió, como cada 24 de junio, al Castillo a intentar desencantar a los amantes. Esperó a la última campanada y desencantó a la pareja. Desde entonces, la balsa sigue manteniéndose seca».

Este romance, apuntaba Juan Antonio Fernández, probablemente tomado de la oralidad popular, «cuenta con una temática en la que se revaloriza a la tradición popular, a través del imaginario colectivo y unas implicaciones sentimentales, que priman sobre la razón, con pretensiones claramente románticas (como en Rimas sueltas, donde Ruiz Noriega se exalta ante la legendaria ‘conquista de Lorca’). Se enmarca en la imitación directa de la realidad exterior (Lorca en la noche de San Juan), filtrada por una exuberancia de reflejos de un tiempo apasionado (un medievo exótico y mágico). Esta pieza constituye pues una literatura popular con destacables rasgos de folclore, lo que hace a este romance (respetando su finalidad primigenia) accesible a todos los públicos (de alta y baja alcurnia).

José Ruiz Noriega era bisabuelo del actual director del Museo Arqueológico Municipal, Andrés Martínez Rodríguez. Ruiz Noriega se casó con Melchora Gómez Navarro, hermana de Juan Antonio Gómez Navarro, autor de la ‘Salve’ a la Virgen de los Dolores. Entre sus hijos estaban Regina Ruiz Gómez, madre de José Martínez Ruiz, padre del director del Museo Arqueológico y arqueólogo municipal.