Semana Santa

Canto de alabanza a la Dolorosa

La iglesia de San Francisco acogía la Salve que se ha convertido en rito de iniciación del Paso Azul

«Salve, Regina, mater misericordiae / vita, dulcedo, et spes nostra, salve. / Ad te clamamus, exuls filii Evae. / Ad te suspiramus, gementes et flentes, / in hac lacrimarum valle…». Los viejos muros de la iglesia de San Francisco eran este sábado testigos del canto de alabanza a la Dolorosa. La Salve de Juan Antonio Gómez Navarro volvía a ser testigo del rito de iniciación para los mayordomos que se incorporan a la Hermandad de Labradores, Paso Azul. Llevándolos en brazos o cogidos de la mano, los mayordomos más veteranos de la cofradía daban la bienvenida a los que acaban de llegar.

Antes, en el carrerón de San Francisco, un recuerdo para los que ya no están y que duermen el sueño eterno. Violines y órgano están muy presentes en esta obra que solo un enamorado de la Dolorosa como el maestro de capilla de la mezquita catedral de Córdoba pudo componer. A principios del siglo XX, fecha en la que está datada la Salve, Angelina Parra Álvarez-Fajardo de Mouliaá, camarera Mayor de Nuestra Señora de los Dolores, recibía generosamente la obra.

No fue un encargo realizado por la Hermandad de Labradores, como se deja entrever en la dedicatoria que el autor inserta en la primera página de la partitura general y por el afecto con que está realizada, como señalaba el escritor e investigador de Aguilar de la Frontera, Córdoba, José Galisteo Martínez, en el volumen Juan Antonio Gómez Navarro. Autor de la Salve a la Virgen de los Dolores, que firmaba junto al lorquino José Luis Molina Martínez. «Probablemente llevado por la añoranza nostálgica que le supondría estar lejos de su tierra natal y el acordarse de algún que otro ruego por parte de esta señora para realizarla, es de suponer que cumpliría con la promesa hecha».

Asimismo, detalla, «creemos que sería fiel devoto de la imagen de la Virgen que, por aquel entonces, fuese la que tallase el artista local del siglo XVIII, Manuel Martínez, y perdida en los avatares de la contienda bélica española de la Guerra Civil. Sus compases evocan a las producciones cordobesas del inolvidable Eduardo Lucena Vallejo y, sobre todo, del gran Cipriano Martínez Rücker».

El órgano era designado por su compositor como obligado dentro de esta antífona –pasaje cantado antes y después de los Salmos, alternativamente, por las dos partes del coro de una iglesia o por dos coros- que solía cantarse desde las primeras vísperas del domingo de la Santísima Trinidad hasta las primeras de Adviento. La genérica Salve Regina es atribuida por el pueblo cristiano a uno de los máximos defensores de la Virgen María: San Bernardo.

La Salve se llevaba a cabo en un templo casi en penumbra con la luz de las velas que portaban los mayordomos que se situaban por toda la nave central en torno al trono de la Santísima Virgen de los Dolores. El incienso está muy presente. Su aroma se entremezcla en estos días de explosión de la primavera con el que aportan los naranjos en flor de la calle Nogalte. La salida del templo es amenizada por la Agrupación Musical Mater Dolorosa que conduce a todos hacia la Plaza de España para participar en la procesión de la Virgen de la Soledad que recorría callejuelas del casco antiguo de la ciudad.