Especial Fiestas de Ricote 2023

José María Abenza, un ricoteño para siempre

José María Abenza, en la Asamblea Regional.

José María Abenza, en la Asamblea Regional.

Jose Antonio Melgares Guerrero

En todos los pueblos y ciudades hay personas que, por su forma de ser, su actividad o su personalidad, se hacen merecedoras del continuo recuerdo y aprecio del grupo social en que se desenvuelve su acontecer terreno, trasladándose ese recuerdo y aprecio a las generaciones venideras. Es el caso del ricoteño José María Abenza López, quien vino al mundo en 1946, en la pedanía de La Bermeja, fruto del matrimonio entre el agricultor acomodado Jesús Abenza y María López, siendo el segundo de cuatro hermanos (Antonio, Rafael y María).

Transcurrió su niñez en el lugar mencionado, aprendiendo las primeras letras y conocimientos de tres maestras a las que recuerda con veneración, quienes duraron muy poco tiempo por tratarse de una escuela de entrada, siempre atendida por jóvenes recién incorporadas a la vida laboral: Consuelo, Carmen y Maribel, quienes también preparaban al alumnado durante los cinco primeros años del bachiller, examinándose éstos, como alumnos libres, al final de cada curso, en el instituto Alfonso X el Sabio de la capital. De aquella aula unitaria y de los juegos en la calle y a las cartas en casa, recuerda José María a amigos como Virgilio Hurtado y su hermano Antonio, a José Antonio Candel y a los hermanos Obdulio, Juan y Jesús.

A los 16 años los padres decidieron la prosecución de los estudios en Murcia, donde cursó el sexto de bachillerato y el curso denominado entonces ‘preuniversitario’, alojándose en la ‘Residencia Aguirre’, que abría sus puertas en la C. Martínez Anido, entre El Rollo y el Cuartel de Artillería, sobre el ‘Bar Torres’ y muy cerca del entonces ‘Cine Avenida’, frecuentado sobre todo por chicas de servicio, soldados y gays, que muchos aún recuerdan.

De su época de Bachillerato Superior y Preuniversitario en Murcia recuerda como inseparables compañeros a Antonio Gea Barberá y Miguel Balibrea, y de la Residencia Aguirre a Sebastián Imbernón, José Antonio Guillamón, Juan Serna, Alfonso Valera, Juanito Hita, Ignacio Claramonte, Juan Garre y Pepe Ríos, que era el director de la misma.

De acuerdo con el plan de estudios de entonces, para acceder a las carreras de ciencias había que cursar un año ‘selectivo”’ común a todas ellas, que José María y sus compañeros hicieron en la UMU teniendo como profesores, entre otros, a Procopio Zoroa, Juan de Iranzo y Antonio Soler; tras finalizar el cual marchó a Granada a cursar la carrera de Farmacia, emulando a su padre, aunque éste nunca llegó a terminarla

Sólo cuatro distritos universitarios contaban entonces con facultad de Farmacia: Granada, Madrid, Santiago y Barcelona, por lo que la mayor parte de los farmacéuticos murcianos cursaron allí sus carreras hasta su implantación en Murcia. En Granada se instaló en el Colegio Mayor ‘La Victoria’ frente a La Alhambra, teniendo como profesores a eminencias como Juan Esteve, Jesús Buruaga y, sobre todo, a quien sería su mentor y director de tesis doctoral Miguel Monteoliva Hernández. Con el paso del tiempo dejó el colegio mayor, instalándose en un piso de estudiantes, en el Camino de Ronda, junto a inseparables amigos como Manuel Lobato y Antonio García Condado, entre otros.

Sus primeros pasos profesionales en el mundo de la farmacia comenzaron con la obtención de una beca para la realización de su tesis doctoral, por la que cobraba mil pesetas mensuales, que poco después se convirtieron en cuatro mil cuando fue contratado por la Universidad como profesor de clases prácticas (con la condición de ‘penene’, en la que tantos nos vimos en aquellos años).

Hasta entonces no le había llamado la atención dedicarse a dispensar medicamentos en una oficina de farmacia. Su interés residía en el mundo de la investigación, por lo que atendió la llamada del laboratorio cordobés ‘Medical’, que fabricaba el ‘Epixtasol’ (preparado para cortar las hemorragias nasales), y el ‘Pecamin’ (antialérgico y antibiótico a la vez), donde compartió despacho con otros dos facultativos, uno catalán y otro mejicano.

En Córdoba sólo permaneció dos años. Le tiraba Murcia y, sobre todo, su novia, Antonia Sánchez Hurtado, con quien contrajo matrimonio del que nacieron sus tres hijos, de los que dos sobreviven en la actualidad (Nuria y Alberto)

Es entonces cuando comienza su vida activa profesional e investigadora, cargada de éxitos conseguidos a base de trabajo y dedicación. Abrió farmacia en la localidad de Sayalonga, un pueblo malagueño de poco más de mil habitantes, que en 1976 dejó a un vecino de la localidad sólo por el precio de lo que había en su interior. Y con su Tesis Doctoral bajo el brazo (por la que obtuvo la máxima calificación), y la experiencia profesional e investigadora que le permitían sus años, abrió oficina de farmacia en Murcia, en 1977, que regentó hasta su jubilación laboral, en 2017.

Analista, conferenciante asiduo, participante y ponente en congresos científicos, especialista en fórmulas magistrales, militante activo en el Colegio Oficial de Farmacéuticos de la Comunidad Autónoma de Murcia, del que fue ‘contador’ entre 1994 y 2003; tutor de Prácticas Tituladas en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada y uno de los diez profesionales que integraron la primera célula y Comisión Gestora para la creación de la Academia de Farmacia ‘Santa María de España’ de la región de Murcia, cuya historia desde el principio hasta la aprobación de sus estatutos y constitución de la misma, escribió en 2002.

Autor de libros como ‘La Farmacia en Murcia durante el S. XIX’ (que fue su discurso de ingreso en la recién creada Institución), en 2003 y ‘Biografía y obra del boticario Jorge Basilio Flores’ (profesional enfrentado con la Santa Inquisición en tiempos remotos).

En el otoño de la vida, José María Abenza reconoce no haberse aburrido nunca. Se siente satisfecho por su apoyo y colaboración con las ciencias farmacéuticas. Recuerda con agrado a sus maestros, de los que aprendió todo lo que le ha servido en la vida, desde el aprendizaje de las primeras letras en la escuela unitaria de La Bermeja, hasta sus últimos catedráticos y director de su Tesis en la Universidad; contando con decenas de amigos con quienes comparte aficiones, largas charlas y cenas, donde reina la amistad y la camaradería. En la rebotica de su farmacia (en el polígono capìtalino ‘Infante D. Juan Manuel’), durante las largas noche de imaginaria, en tardes frías de invierno y también en las tórridas del verano; en interminables guardias que a veces se hacían eternas, se forjaron virtuales proyectos para mejorar el mundo, el Gobierno de la Nación y de la Comunidad Autónoma, así como de la vida en general. En la actualidad mira con optimismo el presente, y también el futuro, rodeado del cariño de su esposa, sus hijos y nietos, con quienes comparte los días y las noches hasta que Dios se lo permita.