Lorquinos y visitantes cumplían con la tradición de subir hasta lo más alto del Castillo en el día del Patrón, San Clemente, registrándose cifras nunca antes contempladas durante las celebraciones, según destacaba en declaraciones a La Opinión el vicealcalde y concejal de Turismo, Francisco Morales.

Las huestes cristianas llegando al Castillo para hacerse con la alcazaba. Pilar Wals

La dirección del parque temático ‘Lorca, Taller del tiempo’ cifraba el número de visitantes en 7.970, “lo que supone un 58 por ciento más que en el año 2019, que registraba un total de 5.049 visitas”, argumentaba el edil que insistía en que “vamos a continuar promocionando la Lorca medieval. Es un producto que nos está funcionando. Las campañas están haciendo su efecto”.

Refriega que precedió a la conquista del Castillo y posterior Capitulación. Pilar Wals

La masiva afluencia de público a mediodía llevaba a registrarse largas colas, también provocado por la parálisis momentánea del acceso para permitir la redistribución del público en el patio de armas de la alcazaba, donde se llevaba a cabo la representación, por parte de la Compañía del Teatro Guerra, el acto de Capitulación, con textos del escritor lorquino Joaquín Matheos Ruiz, y que contaba entre sus actores con el alcalde, Diego José Mateos, y el presidente de la Federación San Clemente, Luis Antonio Torres del Alcázar.

Un cristiano, un judío y un musulmán, en el patio de armas del Castillo ante la Torre Alfonsina. Pilar Wals

Antes, se había llevado a cabo la refriega entre las huestes cristianas y las kábilas musulmanas. Este año la ‘batalla’ tenía como escenario la última cuesta de acceso a la alcazaba, continuando hasta la entrada principal del Castillo y los aledaños de la Torre del Espolón. Poco después de alzarse con el triunfo las huestes cristianas ondeaba la bandera cristiana en lo más alto de la torre del Castillo.

La noche anterior 900 ovejas rememoraron la leyenda de la toma del Castillo. Pilar Wals

Al acto de Capitulación, los legajos de la historia atestiguan que Lorca se rindió a las huestes del infante Alfonso de Castilla en 1244, seguía un torneo medieval con luchas en las que los participantes demostraron amplia destreza con las armas, todas ellas, de época medieval. Y justo al lado, se cocinaba un arroz con costillejas gigante del que daban cuenta cientos de lorquinos y visitantes a cambio de un donativo a beneficio de Cruz Roja.

Subida de las antorchas

La noche anterior se rememoraba la leyenda de la toma del Castillo. Desde el barrio de San Cristóbal un rebaño con novecientas ovejas recorría las principales calles de la ciudad hasta la alcazaba. Les acompañaban integrantes de la Federación San Clemente que iluminaban el camino con antorchas. Junto a los pastores, que habían iniciado el camino desde las pedanías altas bien temprano, iban decenas de padres con carritos en los que portaban a sus hijos de corta edad. Los pequeños disfrutaban de lo lindo viendo el rebaño de ovejas que llenaba las calles a su paso. Ya en el Castillo se ofrecía a los visitantes un chocolate con bizcocho que elaboraban integrantes de la Federación de Asociaciones de Mujeres de Lorca. P.W.R.

La Torre Alfonsina se abría de par en par como cada día de San Clemente y muchos aprovechaban para disfrutar de sus esplendidas vistas no solo de la ciudad, sino de toda la comarca. La llegada de visitantes se iniciaba bien temprano y continuaba hasta bien entrada la tarde. Los trenes turísticos de ‘Lorca, Taller del tiempo’ no cesaban de subir y bajar visitantes al Castillo desde el aparcamiento del antiguo convento de la Merced.