«Las noches siempre son buenas, por el viento fresco, tenue, que, a las nueve de la noche, con poca diferencia, suele de ordinario levantarse. Llaman de San Lázaro a este aire, por originarse en la montaña, donde está la grande ermita de este Santo, a la parte de poniente de la Ciudad». Pocas referencias hay de la ermita de San Lázaro, y entre los datos y documentos, estos del Padre Morote (1741) que se refería al lugar situándolo en el barranco de Albaricos, a extramuros de Lorca, donde se encuentran «algunos tramos discontinuos de la cerca de la ciudad». Entre dos cerros, «es dedicada a Nuestra Señora de los Remedios, y a San Lázaro, hermano de Marta y María».

El sol estaba en lo más alto cuando este domingo San Lázaro regresaba a su ermita. La pequeña talla aparecía casi escondida entre un inmenso jardín de flores en que los vecinos habían convertido su trono. Y junto a él, el característico perro que le acompañaba para lamerle sus llagas, visibles en su torso desnudo apoyado en dos muletas de madera. A hombros fue portado desde la iglesia de Nuestra Señora la Virgen del Carmen. En su marcha, las campanas del templo carmelita volteaban una y otra vez en señal de júbilo y alegría.

Desde allí fue conducido con el acompañamiento de los pasodobles que tocaba la Banda Municipal de Música por la calle Nogalte. Y al doblar la esquina la comitiva se encaminaba por la Placica Nueva hacia la Ramblilla de San Lázaro. Decenas de vecinos integraban la procesión que a cada paso sumaba más y más fieles. Salvada la Casa de la Rubia se adentraba en el último tramo de La Ramblilla antes de llegar a la ermita, en todo lo alto.

El trono de San Lázaro, a hombros, llegando a la ermita a la que da nombre, por primera vez, este domingo. Pilar Wals

Los más mayores sacaban fuerzas para acompañar a la imagen en la vuelta a su ermita. Otros, menos afortunados, se consolaban viéndola pasar mientras lo contemplaba desde las puertas o ventanas de sus viviendas. Y, algunos, fueron llevados en vehículo hasta las puertas del monumento. «Yo no llegué a ver la ermita en pie, solo en ruinas», aseguraba Carmen Romero que acudía acompañada por una de sus nietas. «Mi madre me hablaba de ella. Venía con su abuela cuando era niña y ya contaba que estaba muy dañada. Estoy muy contenta con el trabajo que han hecho. Está irreconocible», reconocía.

La entrada de San Lázaro por el umbral de su ermita, bajo la imagen de Nuestra Señora de los Remedios, emocionaba a muchos. El monumento se llenaba de lorquinos y hasta algún italiano que aprovechaba la visita a la ciudad para sumarse a la celebración. En su interior se proyectaba un vídeo con imágenes recuperadas de la procesión y de las fiestas de La Ramblilla.

Poco después, se descubrían sendas placas con la nueva denominación del entorno, José María Pérez García, el que fuera presidente de la Asociación de Vecinos y de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Lorca. De él hablaban sus hijos, pero quizás las palabras que más emocionaban fueron las de su nieta, la edil de Deportes Irene Jódar Pérez, que no podía reprimir las lágrimas al recordar algunos pasajes de la vida de su abuelo. «Era así, como todos lo recuerdan, una persona muy involucrada con su barrio, con sus gentes, que luchó durante toda su vida por sus vecinos, pero también por los de toda la ciudad».

El entorno de la ermita de San Lázaro tomaba el nombre del que fuera presidente de la Asociación de Vecinos, José María Pérez García, en un acto al que acudían los hijos y nietos del homenajeado. Pilar Wals

Agradecía el homenaje y señalaba que «detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, y esa era mi abuela Lola. Una pareja increíble que allá donde estén, seguro que están peleando», reía entre lágrimas. José María, hijo del homenajeado, tomaba la palabra para recordar lo que vivía en su casa en su niñez. «Este era un barrio muy humilde. Algunas casas no tenían váter, ni cocina… Los vecinos se unían y entre todos se ayudaba a esa familia que lo necesitaba. Se hacían compras en el supermercado para llenar neveras, se compraban mantas para quitar el frío a quien lo tenía… Y poco a poco fue avanzando, pero con el esfuerzo de todos, entre ellos, el de mi padre, que hoy estará muy feliz de ver recuperada su ermita de San Lázaro».

El viento frío de San Lázaro se dejaba sentir de cuando en cuando a pesar del intenso sol. Algunos hacían referencia a que en el lugar se respira cierto frescor que siempre se achacó a un venero de agua. El nacimiento no es visible, pero el Consistorio en el intento de recuperar este detalle de antaño, colocaba una fuente con un grifo en las cercanías donde, los más pequeños, este domingo, jugueteaban con el agua.

La ermita se inauguraba hace solo unos días, después de un largo proceso de restauración que no solo ha puesto en valor el monumento, sino todo el entorno, con recorridos hasta las capillas del Calvario y una senda hasta Los Pilones, el Castillo y el Cejo de los Enamorados. Y en unos meses, el Vial de los Barrios Altos llevará hasta San Pedro, Santa María, San Juan y la carretera de La Parroquia.