El casco antiguo está vacío. Son solo unos pocos ‘osados’ los que aún viven en él, muchos menos los que trabajan en sus calles y casi ninguno los que pueden llevar a cabo su día a día en la vieja ciudad. Este ‘puñado’ de lorquinos, los últimos del casco antiguo, se enfrentan cada día a muchas dificultades originadas por unas calles y edificios sin accesibilidad alguna que les obligan a dejar sus vehículos apartados de sus viviendas y a trasladar compras, enseres y carritos cargados de bebés por aceras intransitables hasta llegar a sus casas.

Las pocas viviendas en uso suelen carecer de aparcamientos, ascensores… No cuentan con las dimensiones necesarias para la ampliación de una familia, por lo que las pocas parejas que apuestan por el casco antiguo lo abandonan con el nacimiento del primer o segundo hijo. Las nuevas costumbres, que llevan a convertir ventanas y balcones en una ampliación de la vivienda, con maderas, cortinas y mantas que las cubren, aumentan el aspecto de abandono. Aparatos de climatización, antenas parabólicas, ropa tendida, bombonas de butano, se muestran en fachadas, balcones, terrazas y ventanas con una perfecta visión desde el exterior que pueden captar cada día los turistas que nos visitan. Incumplen cada día la normativa que parece no aplicarse a tenor de que ningún residente o propietario abandona estos usos que parecen haber llegado para quedarse al no encontrar reticencia alguna.

Y esta semana se presentaba el Plan de recuperación del conjunto histórico que se muestra como la tabla de salvación de la vieja ciudad que ‘agoniza’ desde hace décadas. Entre las principales propuestas para recuperar esa vida perdida está llevar hasta sus inmuebles restaurados a 500 nuevos residentes y 50 comerciantes. Antes, se rehabilitarán 715 viviendas, entre ellas, dos grandes casas solariegas, la de Guevara y la de los Arcas. La primera conforma toda una manzana en la Glorieta de San Vicente. La segunda se sitúa entre dos calles principales, Pío XII y Alporchones, con fachada principal a Lope Gisbert, apenas a unos metros de la Plaza de Calderón de la Barca y del histórico Teatro Guerra.

Juan Jódar Bardón, presidente de Ceclor, llama a financiar el Plan de recuperación

Entre los más firmes defensores del nuevo Plan de recuperación del conjunto histórico está el presidente de la Patronal Ceclor, Juan Jódar Bardón, que hacía un llamamiento a todas las administraciones para aportar su cuota económica para financiar el que parece ser el último intento por sacar de la Unidad de Cuidados Intensivos al recinto histórico. Muy buenas intenciones de todos, que deberán ser apoyadas económicamente por Ayuntamiento, Comunidad Autónoma, Gobierno de la Nación y Unión Europea. Pero quizás el primer paso será convencer a los que aún viven en el casco antiguo de que sus lamentos serán escuchados y que también se les incentivará para que permanezcan en él, como se pretende hacer con los que opten por vivir y trabajar en la vieja ciudad.


La recuperación de viejas viviendas pretende llevar al mercado del alquiler a unas 200 casas en un intento de promover que los lorquinos vivan y trabajen en el centro, con incentivos para nuevos residentes, emprendedores y comerciantes, bajo el epígrafe ‘Vivir, usar y visitar’. Puestos a soñar, se crearán nuevas áreas infantiles y zonas verdes, itinerarios peatonales y hasta huertos urbanos. Y todo en menos de una década, aunque antes habrá que buscar la financiación necesaria que suma un montante global de 200 millones de euros.

Escépticos se muestran residentes y comerciantes ante la que consideran enésima propuesta para recuperar la vieja ciudad. Y es que, a inicios de los noventa, comenzaron a hacerse los primeros anuncios. Fue entonces cuando se planteó la necesidad de contar con un Palacio de Justicia que el pasado viernes tomaba visos de realidad, después de que el Ministerio de Justicia adjudicara las obras a una empresa que pretende iniciar la construcción antes de finales de año.

El mero hecho de verse tan cerca el inicio de las obras, con 24 meses de plazo de ejecución, ha llevado a que el mercado inmobiliario de las zonas más inmediatas se haya reactivado. Así lo manifestaba el alcalde, Diego José Mateos, que aseguraba con contundencia que el Palacio de Justicia será «uno de los motores del recinto histórico». En las cercanías se proyecta un hotel con encanto que, ahora sí, podría iniciarse. Y a pocos pasos, se estudia la posibilidad de crear una nueva residencia de estudiantes, con lo que la vida del casco antiguo comenzaría a retomarse en la zona del Palacio de Justicia.

La antigua sede de los juzgados, la manzana que conforman la Cárcel, el Pósito y el Palacio de Justicia, se propone como un lugar de encuentro de la cultura. Escuela de Idiomas, Universidad Popular, Escuela de Música, Escuela de Artes Plásticas… en una especie de Ágora, al estilo de la antigua Grecia, es lo que propone el Foro del Casco Histórico. Una visión apoyada por los ingenieros, arquitectos y economistas que lo integran y que daba a conocer su presidente, Jesús López Molina, en declaraciones a LA OPINIÓN. Una propuesta a la que daba pábulo el alcalde en un intento por llenar de contenido la vieja ciudad.

Porque el principal problema del recinto histórico es que cuando cierran sus puertas los Juzgados, el Ayuntamiento, la Patronal Ceclor, la Cámara de Comercio… en definitiva, los organismos oficiales y las actividades que giran en torno a ellos, la vieja ciudad se queda vacía. Y esto ocurre poco después de las tres de la tarde. Dos únicos colegios llenan de niños el recinto histórico, el Madre de Dios, de las Mercedarias, y el de San Francisco de Asís. Con esfuerzo se han mantenido en el lugar. El primero, hipotecando su gimnasio para visibilizar la muralla de la ciudad, y utilizando plazas cercanas, la de Coros y Danzas de Lorca, y de la Hermandad de la Curia, como patio de recreo.