‘Colola’ ya no está. Aunque reposa donde siempre quiso en su Isla Bonita, entre increíbles paisajes, imponentes volcanes y profundos bosques donde no existe prácticamente contaminación lumínica, lo que ofrece cielos llenos de estrellas. En La Palma, en la tierra de ‘Colola’, pasa estos días la edil de Izquierda Unida-Verdes, Gloria Martín. ‘Colola’ era su madre, Carmen Gloria, a la que hace nueve años dejó en esta isla por su expreso deseo y a la que no había vuelto desde entonces, pero la erupción del Cumbre Vieja le trajo aquellos “olores y sabores” de su niñez y prometió que en su primer veraneo volvería a la ‘Isla Bonita’ para abrazar a sus tíos, primos… y a todos esos amigos con los que compartía vacaciones desde niña. Y, por supuesto, a sentir la presencia de ‘Colola’ que “estos días me parece sentirla en cada rincón que visito, en cada receta tradicional que degusto… en mis pensamientos perdidos cuando miro más allá del horizonte”.

Amanece en el barrio de La Laguna, en Tazacorte, y mientras el aroma del café recién hecho se deja sentir, a lo lejos se divisa imponente el volcán. “Dormimos a quinientos metros del Cumbre Vieja que todavía humea”. Alrededor cenizas, que recuerdan que, aunque ahora guarda silencio, hace no tantos meses rugía día y noche, mientras lanzaba rocas y piedras junto con la lava que lo inunda todo. “Impresiona ver la colada del volcán justo a un paso”, contaba Gloria Martín que aseguraba que “no podía ir a otro lado que no fuera este en mis primeras vacaciones tras la pandemia. Durante todo lo ocurrido llamaba cada día a familiares y amigos. Hemos llorado juntos y tenía que venir a abrazarlos en pleno proceso de recuperación”.

Activista hasta la médula no extraña este tipo de actitudes en esta segoviana que un día decidió hacerse lorquina, pero que en su ADN también lleva muy marcado el amor por la tierra de su madre, las Islas Canarias. “A bordo de un coche nos hemos recorrido casi todos los rincones de la isla. Esto es una maravilla, un sitio único, un lugar espectacular… Cada día nos adentramos en bosques que tapizan las laderas de profundos barrancos con toda una red de senderos”, relataba emocionada.

Pero el recuerdo del volcán sigue muy presente. “Acojona, porque sigue oliendo a azufre y no deja de expulsar humo durante todo el día. Cuando transitamos por espacios cercanos unas señales alertan de que estamos en ‘Zona caliente’. No puedes parar el coche, ni siquiera un segundo para hacer una fotografía, porque te puedes quedar sin ruedas. De hecho, se pueden ver neumáticos que han ardido por el calor que aún arroja el suelo”, explicaba.

Gloria entiende a esta gente, en pleno proceso de reconstrucción, una situación en la que se vio inmersa como miles de lorquinos hace ya once años cuando la tierra en Lorca tembló. “Tienen los mismos miedos que nosotros, por lo que necesitan que alguien que ha vivido por una situación parecida les diga que el tiempo lo cura todo, pero que también las heridas en sus casas, sus tierras… terminarán cerrándose y que algún día todo lo ocurrido parecerá un mal sueño”.

Algunos pueblos por los que estos días pasan parecen ‘fantasmas’. “No queda nadie. Las casas están cerradas a cal y canto y se pueden ver algunos objetos que quedaron abandonados en la rápida huida cuando la lava engullía todo a su paso”. Las infraestructuras turísticas quedaban seriamente dañadas por lo que hay algunas carencias que los lugareños solucionan con una inmediatez impresionante. Las casas se han abierto a todos los que llegan, porque hay que recuperar el turismo. “Hemos estado en la cueva a la que solía llevar mi abuela Dominga a sus nietas peninsulares, que éramos mi hermana y yo, pero están muy afectadas y no pudimos comer en ellas. Están en pleno proceso de recuperación, por lo que queda para otro viaje disfrutar de la gastronomía isleña en las cuevas de Federico”.

Este viaje no solo era para reencontrarse con su pasado, sino también para mostrar los encantos de esta tierra a su pareja, Juan Jesús. “Nos gusta mucho la naturaleza y de aquí nos vamos a llevar unos muy buenos recuerdos”. Pero también la gastronomía está siendo parte importante de este veraneo. “Estamos dando buena cuenta de los platos más tradicionales. Carne de cerdo con mojo picón, papas arrugadas… y postres para chuparte los dedos. Están tan ricos, que solemos pedirnos tres con dos cucharillas”, reía divertida.

Bienmesabe de La Palma’ es un postre con una “receta secreta” que solo conoce una familia. “Y ella surte a todos”, enumeraba. Pero también está ‘Príncipe Alberto’, a base de mousse de chocolate, almendra y bizcocho borracho. Y otro de galleta, nata con café y coco rallado. Pero también ha recorrido mercadillos y tiendas para adquirir souvenirs del momento, pulseras y collares de lava que “llevo para familia y amigos”.

De obligado cumplimiento, “me ha encargado todo el mundo”, cenizas del volcán y alguna roca, que llevará en la maleta en un pequeño tapper para que no “se arme un buen estropicio”. Vendrá cargada, advertía, porque se traerá incluso patatas para sembrar y así hacer recetas tradicionales de la tierra de su madre. “Me he tenido que comprar una maleta, pero la recompensa será para mi hija Mimi que se la quedará, porque la suya necesitaba una jubilación inmediata”.

El Parque Nacional de la Caldera de Taburiente quedará pendiente, pero no la zona más subtropical. “Aquello parece Jurasic Park con árboles y helechos gigantescos. Hay tanta humedad que todo crece una barbaridad”. Y Roque de los Muchachos, el punto más alto de la isla de La Palma con 2.423 metros, también ha sido otra de las citas obligadas. “Es uno de los lugares del mundo con mejor cielo para la observación astronómica”, detallaba.

Desde él, se puede ver una vista impresionante de una gigantesca caldera volcánica cubierta de árboles. “Allí hay un observatorio con las baterías de telescopios más completa del mundo. Cuenta con el mayor telescopio óptico e infrarrojo del mundo. Para posibilitar un mejor visionado desde el observatorio en toda la isla la intensidad de la iluminación está muy cuidada”. Su marcha está prevista para las próximas horas. Lo harán vía Santiago de Compostela. “No había otra posibilidad, porque La Palma es una de las islas menos turísticas y no tiene muy buena comunicación”, recordaba.

Pero, anunciaba tajante, que volverá porque entre las asignaturas pendientes están los plátanos. “No se lo creerá nadie, pero no hemos comido plátanos y, eso, que los teníamos a un paso”. A donde no podía dejar de ir es a ver a la Virgen de las Nieves. “Mi madre le tenía mucha devoción y aunque yo no soy religiosa había que ir a verla y encenderle unas velas”. Con lágrimas en los ojos se despedirá de la ‘Isla Bonita’, pero con la firme promesa de que “no tendrán que pasar otros nueve años para regresar”.