La Opinión de Murcia

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Calor

Recuperan patios, terrazas y balcones como refugio fresco y natural

La pandemia hizo resurgir este movimiento que están acrecentando las continuas olas de calor

Patio de una casa solariega de la calle Zorrilla repleto de jazmineros, cintas, pilistras y helechos. | PILAR WALS

Los patios, terrazas y balcones del casco antiguo viven un resurgir. Entre ruinas, casas apeadas y viviendas cerradas los pocos vecinos que quedan muestran en sus pequeños balconcillos jazmines, buganvillas, geranios y gitanillas que ofrecen un verdadero espectáculo de color. La pandemia hizo resurgir este movimiento que se ha visto acentuado con las progresivas olas de calor. En calles como Zapatería, Cava, Santiago, Selgas, Alfonso X el Sabio, General Terrer Leonés y Gigante las rejas de ventanas y balcones están escondidas entre la abundante vegetación que refresca y aromatiza el ambiente con los riegos nocturnos como antaño.

Los vecinos que aún viven en el recinto histórico están dando una auténtica lección a todos mostrando que no hacen falta grandes inversiones para lograr embellecer la vieja ciudad. Y esas rejas entre ruinas están protagonizando más de una instantánea de los que cada día recorren la Lorca monumental.

En barrios como el de San Juan o Santa María se han recuperado pequeños espacios que han surgido con la demolición de viejas casas. Y así, poco a poco, se han sumado al recinto histórico pequeñas placitas donde la vegetación y el murmullo del agua están muy presentes. En la de Coros y Danzas de Lorca, frente al Conservatorio de Música Narciso Yepes, es habitual ver cada mañana –durante el curso escolar- a alumnos del cercano colegio Madre de Dios de las Mercedarias que han adoptado el lugar como patio de recreo.

La Plaza Hermandad de la Curia, frente al Palacio de Villaescusa, también acoge a escolares durante el tiempo del almuerzo. Estos días en que las temperaturas se hacen difícilmente llevaderas muchos vecinos acuden a ellas para descansar en sus bancos mientras escuchan el murmullo de la fuente de hierro fundido, en la Plaza de Coros y Danzas, o de la fuente vertical de la Hermandad de la Curia. En este último lugar el frescor se hace patente gracias a un magnífico jardín vertical.

Estas paredes verdes también son visibles en muchas de las pequeñas terrazas del recinto histórico. Entre tejados resurgen estos espacios a modo de patios que repletos de plantas procuran frescor al interior de las viviendas. Y los que viven un resurgir son los patios de las casas del casco antiguo. Fuentes y pequeños estanques rodeados de abundante vegetación se han convertido en un oasis, un refugio verde y natural.

Reclaman un toque de atención para los que tienden ropa

No todo es perfecto, porque también son visibles balcones repletos de enseres y ropa tendida que espera secarse colgada de rejas y barandas. Los vecinos del casco antiguo reclaman que se cumpla la normativa y que se impida tener en lugares visibles bombonas de butano, latas de pintura, somieres y colchones. Y que las ventanas con reja se cierren con maderas por fuera para lograr mayor espacio en su interior. El Plan director para recuperar el casco antiguo sentará las bases, pero hasta que llegue se pueden dar pequeños pasos, como están haciendo los vecinos de la vieja ciudad.

No hace falta tener un jardín para estar rodeados de flores y plantas, parecen decir los vecinos de la calle Zapatería, que muestran sus ventanas repletas de tiestos con plantas que logran la sombra que aportaría una persiana.

En San Juan las plazas aterrazadas han procurado lugares a donde sus vecinos acuden cada noche para hacer más llevadero el intenso calor. Pero adentrémonos en uno de esos patios que no tienen nada que envidiar a los de Córdoba. En la calle Zorrilla, un portalón doble da paso a una casa solariega, la de Evaristo Sánchez Martínez. Es fácilmente localizable por el característico verde de su fachada.

En lo más alto, otro elemento de la arquitectura tradicional lorquina con grado de protección, la torre de escalera. Pero lo que nos lleva a ella es su patio. Dos estancias lo ocupan, el patio bajo y una terraza cubierta por el clásico cañizo de toda la vida. Arriba, un oasis tropical ocupado por aspidistras, comúnmente llamadas pilistras u orejas de burro; chlorophytum comusum, cintas o malamadre; orejas de elefante, helechos y jazmineros.

Y rodeando la fuente de piedra con un pequeño estanque, rosales y campanillas azules, palmeras, begonias, gitanillas, rosales y yedra. El tránsito entre uno y otro jardín lo aporta una escalera de la que destaca una baranda repleta de tiestos de los que resurgen vistosas flores de una peculiar planta, la corona de espinas.

Una higuera y un melocotonero, este último repleto de frutos de los que dan buena cuenta los pajarillos que acuden cada mañana a refrescarse a la fuente, han sido plantados en grandes tinajas de barro. Las mañanas en este lugar son una delicia, pero las tardes se hacen únicas.

El riego aún se lleva a cabo cubo a cubo sacando agua de la pileta más grande de la fuente para que los peces reciban desembalses extraordinarios que los refresque.

A un paso, entre las calles Zorrilla y Echegaray, está este patio vecino de otros similares. Pequeñas islas de frescor entre el tórrido asfalto. Y que fueron un alivio, como también balcones y terrazas, para muchos durante la larga situación de encierro en la pandemia.

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