La ermita de Madre de Dios de La Peña, conocida popularmente como ‘La Peñica’, sucumbió como la mayor parte del patrimonio lorquino a los terremotos de mayo de 2011. Once años han tenido que pasar para que esta sobria edificación -construida sobre un risco- recupere su encanto. Plagados sus arcos y muros de grietas fue cerrada ‘a cal y canto’ para evitar riesgos. Ahora, tras las obras necesarias, volverá a abrir sus puertas, pero reconvertida en una sala polivalente con especial atención a las exposiciones que organice la Archicofradía del Santísimo Cristo de la Sangre, Paso Encarnado, que pretende ponerla en valor y darle el protagonismo que nunca debió perder.

La Peñica recupera su encanto once años después de los terremotos

La Escuela Taller ha vuelto a ‘salvar’ el edificio como lo hiciera en el verano de 1998. Aquellos alumnos convirtieron casi unas ruinas en un espacio que albergó el Taller de Bordados del Paso Encarnado y más tarde la Escuela de Música de la cofradía. Ahora, han vuelto a hacer magia y el edificio luce recuperado de las ‘heridas’ que le provocó el seísmo de 2011.

Las primeras referencias de la ermita son de 1734 y las hace el padre Ginés Antonio Gálvez Borgoñoz en la obra ‘Mussato Polihistor’. Habla de una ermita situada sobre un peñasco. Y asegura que depende de la iglesia de San Cristóbal. La sitúa a orillas del río y detalla que por dentro del peñasco pasa la acequia de Tercia.

Tiene miradores y salidas para tomar el fresco y «se sube el agua hasta ella con pozales para regar las matas de flores para adorno del altar». Se dice que existía en tiempos de la dominación árabe y que estaba bajo la advocación de San Cristóbal ‘Pasalagua’, apodo con que la piedad popular apellidó a este santo, patrono del vado o paso que allí se hacía, como relata en un escrito el historiador José López Maldonado.

Conquistada Lorca pasa a depender de la Parroquia de Santiago. Hasta que se construyó la iglesia de San Cristóbal los vecinos de este barrio acudían a la de Santiago y, cuando el río venía crecido sus vecinos no podían oír misa, dándose la situación de que los enfermos no podían recibir los sacramentos.

Su nueva advocación, Nuestra Señora de la Peña, se la debe a Juan Ponce de León, regidor de Lorca, que pidió que se la denominara así y que a cuenta de sus bienes se realizasen obras para repararla. También pidió que se le pusiese una campana, para llamar a misa. El edificio no muestra ninguna espadaña ni zona elevada que la pudiera haber albergado. Sin embargo, algunos hablan de sonidos de caracolas y campanas que advertían de riadas y que podrían venir desde el otro lado del Guadalentín.

Los trabajos de recuperación, apuntaba el alcalde Diego José Mateos, han consistido en el picado y la reparación de las grietas que había en arcos y muros de piedra estructurales en la zona alta del edificio. También se ha habilitado un aseo para el nuevo uso del edificio, apuntaba la edil de Fomento.