La Opinión de Murcia

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Transporte

De Lorca a Murcia sorteando inconvenientes

El autobús que sustituye al Cercanías aún no goza de simpatía entre los usuarios que viajan a bordo, sobre todo por los vaivenes de su horario

Los viajeros recogen su equipaje del autobús a la llegada a la estación del Carmen de Murcia. | PILAR WALS

El autobús de con destino a Murcia, semidirecto, debía haber partido hace ya siete minutos. Pero sus viajeros siguen esperando en su interior a que arranque. Mientras, en la radio suena Carlos Herrera que, un día más, habla de las tropelías de Putin con Ucrania. Algún viajero muestra su disconformidad con que nunca se cumplan los horarios.

A lo lejos, desde la puerta trasera de la Plaza de Abastos llegan ruidos de cajas que caen al suelo. Los placeros están reponiendo de frutas y verduras sus puestos, mientras continúa la espera de los viajeros que pretenden llegar a Murcia. Finalmente, dan la conformidad y el autobús puede iniciar su trayecto.

Lo hace con dieciséis viajeros, un número inmensamente inferior a los que hacían uso del tren de Cercanías en sus desplazamientos habituales a la capital de la Región. El tránsito por el paso a nivel de la Alameda de Cervantes, con el consiguiente traqueteo, recuerda a muchos la comodidad del tren para sus recorridos. «Comodidad en cuanto a que sabías cuándo salías y cuándo llegabas, porque los trenes dejaban mucho que desear, pero con el autobús es una incertidumbre constante», cuenta Ana Patricia Subires, que viaja con su pequeña tomada en los brazos. «Voy a Murcia a hacer unas gestiones y no tenía otra forma de ir», explica.

En San Diego, una mujer se monta en el autobús. Han pasado diez minutos desde la salida de la estación de Sutullena. El viaje continúa por la A-7 que hoy, según cuentan algunos de los habituales, no está tan concurrida como los últimos días. A las ocho y cuarenta y dos minutos el bus se desvía hacia Totana abandonando la autovía. Cinco minutos después el revisor grita: «¡Totana!». Un joven mete su bicicleta en el maletero y se adentra en el autobús. No es el único, porque varios viajeros más suben. Uno de ellos señala: «A ver si hoy hay suerte y llegamos a nuestra hora».

El trayecto continúa por la antigua carretera nacional hasta Álhama, a donde llega el ‘convoy’ a las nueve y tres minutos. Pero aún queda el trayecto hasta la estación del ferrocarril. Se hace largo y complicado porque una máquina excavadora impide la entrada. El conductor se desespera. Finalmente, el camino queda libre y, tras recoger a varias personas, se vuelve a adentrar en la autovía.

«No sé qué voy a hacer cuatro años sin tren, porque cada día llego a una hora distinta al trabajo»

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Entre los viajeros, algunos se conocen por coincidir cada día, recuerdan con cierta añoranza al Cercanías. «No era viejo, sino lo siguiente, pero te hacía el apaño. No sé qué voy a hacer cuatro años sin tren, porque cada día llego a una hora distinta al trabajo y no sé cuánto van a aguantar», afirma Manuel Pérez. Cuenta que su mujer le ha dado un ultimátum para que «ahora sí o sí, se saque el carnet de conducir, porque algún día se ha visto obligada a llevarme a Murcia».

A las nueve y veinte minutos el autobús deja la autovía y emprende camino por la carretera de El Palmar. El buen humor se hace patente entre los viajeros clásicos. «Esta mañana estamos teniendo suerte, porque todo el retraso de la salida lo hemos recuperado por el camino», argumenta Mateo Carrasco. Y así es, el autobús llega a la estación del Carmen de Murcia a las nueve y treinta y dos minutos. «No me lo puedo creer», admitía una viajera que relata que algún día ha tardado casi dos horas en el mismo trayecto.

Mientras unos viajeros bajan del autobús, otros sacan sus bolsas y bicicletas del portaequipajes. El conductor, Tomás Gallart, afirma en declaraciones a LA OPINIÓN que «este viaje se ha retrasado un poco porque no podemos salir hasta que llega el autobús de Águilas». Se trata, explica, del bus que conecta la ciudad costera con Lorca. «Lleva bastantes viajeros que hacen trasbordo para ir a Murcia».

Entre las quejas de los que hacen uso de este medio de transporte que sustituye al Cercanías está los que tienen que desplazarse hasta la estación de Sutullena para comprar el billete y validarlo. «Vivo en La Isla y tengo que andar un buen trecho hasta la estación. No tengo muy bien las piernas, por lo que el recorrido se me hace bastante largo», apunta Isabel Jiménez, quien muestra su malestar porque no se pueda comprar con antelación. «Dos horas es lo que te permiten, por lo que tengo que venir un buen rato antes para que no se me haga tarde».

Muchos de los viajeros habituales han cambiado el autobús por el coche. Y alguno incluso se ha visto obligado a buscar un piso en alquiler o ser acogido por familiares. «Es imposible llegar a las ocho de la mañana. Puedes retrasarte un día, pero no puedes estar excusándote cada dos por tres durante cuatro años, por lo que decidí vivir en Lorca de lunes a viernes mientras se ejecutan las obras del AVE», indica José Luis Castillo que, aunque lorquino, vive en Murcia.

Los estudiantes del Campus Universitario de Lorca también tienen muchas dificultades para llegar a clase a su hora. Algunos, para garantizarse la asistencia, han tenido que organizarse y compartir coche, aunque el coste es inmensamente superior.

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