El museo de Arte Sacro de la Vera Cruz cuenta en sus vitrinas con 70 nuevas piezas expuestas. Se trata de parte de la amplia colección de cruces y objetos relacionados con la Cruz de Caravaca propiedad del caravaqueño Antonio Celdrán Ferrer-Egea.

El Hermano Mayor de la Real e Ilustre Cofradía de la Stma. y Vera Cruz, Luis Melgarejo, ha firmado, junto al propietario de la colección, el convenio de préstamo temporal de las piezas por una vigencia de 20 años y la posibilidad de ser prorrogados. El documento ha sido firmado en presencia del alcalde de Caravaca, José Francisco García.

La colección de cruces y objetos de diversos materiales, soportes, formas y dimensiones han sido reunidos pacientemente por su propietario desde hace décadas, y en virtud de este convenio serán expuestos de manera permanente en una vitrina parietal en una de las salas del museo denominada Tesoro de la Santa Cruz.

Melgarejo ha agradecido el gesto de Antonio Celdrán porque permite realizar un recorrido por la historia de la Cruz de Caravaca, «es, sin duda, un reflejo de la importancia y la presencia de la Cruz en todos los ámbitos de la vida de la ciudad, pero también fuera de ella. A través de esta colección aparece representada la vinculación de la Vera Cruz con los campos y la naturaleza en las urnas limosneras; con la población mediante las cruces y medallas que en algún momento alguien llevó al cuello, o las botellas de cristal vinculadas al rito de la bendición del vino».

El director de los Museos de Caravaca, Indalecio Pozo, subrayaba la importancia de esta colección «ya que viene a completar la de Juan Sánchez Torrecilla adquirida por la Cofradía en el año 2014». La predilección por las cruces de gran tamaño del anticuario caravaqueño afincado en Barcelona dejaba un vacío en cuanto a piezas de pequeñas dimensiones, cubierto ahora por la colección de Antonio Celdrán. «Esta nueva incorporación nos permite tener una representación completa de la realidad que ha sido la presencia de la Cruz de Caravaca en el mundo», explicó Pozo.

Las joyas de la colección

Las piezas más interesantes, desde el punto de vista de patrimonio cultural, ocupan un lugar destacado en la exposición. De esta forma, en la parte central de la vitrina se ha ubicado una cruz relicario, germen y origen de la afición del coleccionista. El interés de esta rara pieza, en palabras del director de los museos, es que la cruz tiene en los brazos y en el eje unas oquedades destinadas a guardar reliquias. En cada uno de los remates de la cruz, unos pequeños apéndices circulares recuerdan los clavos o bisagras que llevaban los antiguos engastes de la Santa Cruz. Junto a esta cruz, una peana circular sirve de soporte para otra de las piezas de mayor valor histórico de la colección; una medalla acuñada por el ayuntamiento en 1789 para conmemorar la subida al trono de Carlos IV. 

Celdrán repasó la trayectoria del proyecto, que se inició con la cofradía de Elisa Giménez, continuó con la de Mª Carmen López y se ve finalmente culminado con la cofradía de Luis Melgarejo. El propietario de la colección agradeció a todos aquellos que durante años, conocedores de su afición, le han regalado algunas de las piezas y quienes han hecho posible que la exposición se materialice.

«Una gran parte de las cruces son de pequeño tamaño, cruces populares que posiblemente estuvieron colgadas en el pecho de muchas personas, y a buen seguro que muchas de ellas esconden historias de superación personal y súplica para que se les concediese lo pedido. Si con mi aportación se consigue que otras personas cedan sus piezas y colecciones de cruces de Caravaca, podríamos conseguir que el Museo contase con una de las mayores colecciones del mundo».

Entre las nuevas adquisiciones destacan pequeñas cruces y medallas que no llegan a superar los ocho centímetros de altura

Entre las piezas de la colección se encuentran pequeñas cruces y medallas que rara vez sobrepasan los 8 centímetros de altura. También se muestran piezas de artesanía de los años 50 como cuatro de las botellas en las que se depositaba el vino bendecido que posteriormente se vendía o regalaba un número muy reducido a concejales, miembros de la Cofradía o visitas ilustres. La fragilidad del cristal ha hecho que se conserven muy pocas de aquellas antiguas botellas.

Forman parte de la colección purificadores de tela del siglo XVII y XVIII, o la bula papal de Clemente VI que concede una serie de indulgencias y que formó parte del expediente para conseguir la concesión del Año Jubilar. Está hecha en pergamino, data de 1726 y lleva la transcripción y el pago que se hacía al obispado.

Quienes visiten el Museo de Arte Sacro de la Vera Cruz podrán igualmente descubrir piezas como las urnas limosneras, utilizadas por la Cofradía en el siglo XVIII para sufragar los gastos de las fiestas. En época de siega los agricultores de los campos y pedanías de Caravaca reservaban en un sector de la troje una cantidad de grano para destinarla a la Cofradía. A cambio de este gesto, la institución entregaba una urna limosnera de distintos tamaños.