Promover la cultura en pequeños municipios es un trabajo ilusionante y, al mismo tiempo, descorazonador. Se hace con la ilusión de que el esfuerzo cale entre la población, de que sea germen de nuevas actividades, de que el nivel cultural de la población ascienda al nivel de la cultura, no que esta descienda al nivel del pueblo; de evitar que, en palabras de Antonio Machado, despreciemos lo que ignoramos. Es descorazonador porque es mucho más fácil destruir que construir, porque la falta de medios es excesiva, porque el apoyo de la población raras veces es intenso y, muchas menos, constante.

Este es un resumen de la situación a la que se enfrentan quienes abordan la promoción cultural, y pese a eso se continúa en el esfuerzo, en España quien resiste termina ganando, y con esa idea se sigue manteniendo la posición.

Se le atribuye al que fuera rector de la Universidad de Harvard, Derek Bok, la conocida frase de que «si la educación le parece cara, pruebe con la ignorancia». Si hay una inversión rentable es la cultural, aflojar la intensidad formativa nos lleva a la creación de una sociedad como la que nos encontramos, mentalmente débil, en la que resistir un corto de tiempo encerrados en casa se convierte en un drama o a la libertad se le identifica con poderse tomar una caña y una tapa, ¿qué pensarían de nosotros aquella generación que le tocó vivir la Primera Guerra Mundial, la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial?, no quiero ni pensarlo, como mínimo se reirían de nosotros.

Vivimos un momento de paradojas: no queremos energías contaminantes, pero no somos capaces de reducir el consumo energético; no nos gusta la gestión de nuestros gobernantes, pero no damos el paso adelante para ocupar sus puestos, o los seguimos votando por aquello de ‘que el otro es peor’, aunque no haya gobernado nunca; se nos llena la boca con la defensa del medio ambiente y somos quienes más han ensuciado este planeta; hablamos de uso eficiente del agua en un momento en el que las piscinas particulares parecen ser imprescindibles; hablamos de conservación de huertas históricas y parajes naturales y edificamos en ellos, bueno, la lista podría ser interminable.

Esto mismo ocurre con la cultura, el Valle de Ricote es uno de los territorios de nuestra Región con un pasado más brillante. Ya se ha dicho demasiado de esto, pero sólo recordar que tenemos restos arqueológicos desde la Prehistoria, que ha sido cuna de filósofos y sabios, que hemos sido protagonistas en exclusiva de muchos momentos de la historia de España, y sin embargo nuestro pasado es un gran desconocido.

Conocer la historia del municipio

Poco sabemos del periodo islámico, algo más, pero muy poco, de la Edad Moderna, apenas del siglo XIX y el mismo grado de conocimiento se le puede aplicar al XX. Los trabajos de investigación sólo aportan luz a hechos muy concretos o centrados en un corto periodo de tiempo. Siempre recordaré cuando a un hombre, que entonces tenía cien años, le pregunté si sabía algo del castillo de Ricote, me dijo que sí, y todas las esperanzas de saber algo de su aspecto cien años atrás se me vinieron abajo cuando toda su respuesta fue «que está allí arriba», pues desde entonces hasta ahora poco más sabemos si lo comparamos con su larga pervivencia en el tiempo.

Para nuestras autoridades regionales solo existe Murcia, Cartagena y Lorca, algún apoyo ocasional a algún otro lugar, y ya está. No sé cómo piensan que tengamos la imagen completa de la historia de nuestra Región con un rompecabezas del que solo hay tres piezas, quizá piensan que no hay Región más allá de estas tres localidades, me alegro por ellas, y lo siento por el resto.

¿Ante este panorama hay que bajar los brazos y rendirse? Tal y como lo he pintado se puede pensar que sí, entonces pagaremos el precio, la ignorancia, y esto no es recomendable.

La cultura es muy cara, y somos tan puñeteros que cuando nos la dan gratis no la valoramos, pero la imaginación es una herramienta muy útil para hacerla asequible a todos, sólo hay que poner un poco de esfuerzo y mucha ilusión, y aquí es donde entran las visitas teatralizadas.

¿Cómo dar a conocer la historia de Ricote con rigor y pasándolo bien? ¿Cómo acercar el conocimiento sin devaluarlo?, pues con algo que ya está inventado, el teatro.

Poner en valor un BIC

El templo parroquial de Ricote es un edificio catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC), muebles e inmuebles que forman parte del patrimonio y que por su especial valor histórico han de ser protegidos, y la mejor forma de protegerlos es conocerlos.

Con esa finalidad, por parte de la parroquia de San Sebastián y un reducido grupo de habitantes de nuestro pueblo, se comenzó a desarrollar una actividad que consistiría en mostrar de una forma especial el edificio.

Con un mínimo presupuesto se puso en marcha el proyecto: se hicieron algunos trajes, se recuperaron otros, se reutilizaron elementos decorativos, se adaptó la representación a la iluminación del templo y se comenzaron los ensayos.

Escribir un guión teatral sobre el templo no es fácil, y no lo es porque no existe documentación. El único documento conservado es un acuerdo de 1737 en el que se decide su construcción y la forma de pago, y ya está. Había que recurrir a otras fuentes, había que escuchar lo que el propio edificio nos contase, a la historia de los personajes representados en la obra, a todo lo que se tuviese a mano, solo con un límite: respetar la historia y dejar la imaginación aparte.

No hicimos una obra de fantasía, no endiosamos a los personajes, no exageramos el valor de lo que se muestra, los asistentes ven lo que hay, la valoración la aplican ellos y muy importante, ven el templo con la ambientación más cercana a aquel siglo XVIII en el que fue construido, por lo que incluso los habitantes de Ricote descubren cosas nuevas, que tenían tan cerca y tan lejos a la vez, y todo ello con el respeto debido a un lugar de culto.

Anécdotas de esta representación, muchas, desde la adaptación que se hizo para personas mayores, la reacción de los asistentes ante determinados momentos de la representación, el calor de representar con ropas de invierno en pleno mes de agosto, o la insistencia en no hacer fotos para que las redes sociales no destruyesen el efecto sorpresa de la ambientación.

La representación es algo humilde, con medios limitados, con actores y actrices aficionados, pero en algo nos parecemos a las grandes compañías que representan en los teatros del mundo, también el virus nos impuso el cierre, lo que ha permitido estar dos temporadas en cartel.

Las personas que lo hacen posible

Terminemos la reseña como en cualquier obra de teatro que se precie, con la compañía, integrada por miembros del grupo local la Tapadera (Ana Aroca, Adora Molina, Asunción Salmerón y María Buendía), el refuerzo en los papeles masculinos de Roberto Montealegre y Christian Tavira, el papel silencioso en la iluminación y sonido de Carmen Guillamón y la logística de Melisa García, y el que suscribe, al que le tocó escribir el guión

¿La historia termina aquí?, esperemos que no, nos queda otro Bien de Interés Cultural por mostrar con la misma técnica, el palacete de Llamas, actuación que esperamos sea una realidad pronto.

Nos alegraremos si con esto hemos conseguido acercar el conocimiento de nuestro pueblo a los habitantes de Ricote y a quienes nos visitan, lo sentiremos en caso contrario, pero en cualquier caso no habremos perdido totalmente el esfuerzo, pues lo que se invierte en cultura siempre genera beneficio, es una inversión rentable, y añadiría que imprescindible.