Entre la amplia bibliografía sobre este tema, destaca el libro del profesor Pedro Olivares Galvañ, casado con Conchita Sánchez Meseguer hija del ricoteño José Sánchez Moreno (’Pepe Línea’), profesor de Arte de la Universidad de Murcia y primer director del Museo Salzillo.

A la salida del pueblo, como vestigio del pasado, existía plantada una vieja morera (donde se despedía a los muertos camino del atajo al Cementerio) todo un símbolo local… a la altura de la Casa de ‘Rogelio, el de la Carme’ (Rogelio Saorín Marín). Al pie de este árbol precisamente, el sacerdote Antonio Guillamón Losa (‘Antonio de la Nicolasa’) despidió a su compañero Eduardo Marín Miñano (‘Eduardín’), el día de su muerte (el 4 de mayo de 1955) con un discurso memorable, inspirado en el epitafio de Miguel de Unamuno (‘Méteme, Padre Eterno, en Tu pecho, misterioso hogar, dormiré allí, pues vengo deshecho del duro regar’). Sacerdotes ambos, cuyo ingreso en el seminario propició el párroco D. Gonzalo Cánovas Guerao.

Es a partir del siglo XVI cuando se inicia la expansión de la sericicultura murciana, tanto en lo que respecta al cultivo de la morera, como en la cría del gusano de seda y en los diversos oficios artesanos. Por lo que también es en este siglo cuando se inicia la expansión de la huerta y la adopción del árbol de la morera (morus alba) para la actividad sedera.

La fama de la seda transcendió al ámbito literario. En el libro de Las moradas de Santa Teresa de Jesús, la Santa alude a la metamorfosis del gusano de la seda en mariposa blanca, como alegoría mística de la resurrección en Cristo. Santa Teresa había contemplado la cría del gusano en su visita al convento de carmelitas de Caravaca, tal y como indica Pedro Olivares Galván. El autor sigue diciendo que también Lope de Vega trata este tema en su obra Los porceles de Murcia; el pasaje más conocido es el que se narra el encuentro de don Quijote, con una muchedumbre que eran mercaderes toledanos que iban a comprar a Murcia. Estos mercaderes recorrían el ‘camino de la seda’, que iban desde Toledo a Murcia pasando entre otros lugares por Cieza y Molina de Segura.

Durante los siglos XVIII y XIX la producción de seda era el principal sustento de muchas familias y las moreras ocupaban grandes extensiones de terreno. Empleaban la hoja de la morera para la cría del gusano de seda y como alimento para el ganado, mientras que con la madera del tronco fabricaban mobiliario doméstico (las tradicionales sillas de madera de morera con el asiento de pleita de esparto o las arcas que contenían los ajuares).

En la crianza del gusano de seda colaboraba toda la familia. Los niños y jóvenes, recogían la hoja. Las mujeres, limpiaban los lechos de los gusanos y, los hombres, ahogaban los capullos y se encargaban de comprar la semilla y vender los capullos.

La seda es un elemento con un alto grado de interés dentro del patrimonio cultural y la historia de Murcia, desde el punto de vista económico, histórico, social, estético, técnico y cultural.

La producción y comercialización de la seda data de época andalusí y llega hasta el siglo XX. En la actualidad existen artistas que diseñan piezas de seda investigando las antiguas técnicas y utilizándolas en elementos de seda contemporáneos (como pudimos ver en la exposición Manqud, la Seda al hilo de las tres culturas en el Museo de la Ciudad de Murcia) y/o realizan obras utilizando técnicas tradicionales de artesanía elevándolas a la categoría de obra de arte.

La seda se descubrió hace más de cuatro mil años en China, y la sericicultura llegó a Murcia con la expansión del Islam, a partir de entonces, la producción de seda se convirtió en una actividad económica fundamental, llegando a su punto álgido en Murcia en los siglos XVII y XVIII. Como dato curioso aludir al hecho de que las hermanas Agustinas de la ciudad de Murcia, tenían una de las producciones más significativas de la época con sus telares y taller de bordados de seda, hoy en día desmantelados, aunque todavía se conserva el espacio donde se llevaba a cabo dicha labor (ver la ficha correspondiente al Monasterio del Corpus Christi de las Agustinas Descalzas de Murcia en el ‘Catálogo de Conventos y Monasterios de la Región de Murcia’ del Servicio de Patrimonio Histórico de la CARM, realizado por Loreto López, Pedro J. Gómez y la que suscribe estas líneas, y la historia del convento de clausura de las Agustinas del canónigo archivero de la Catedral de Murcia, Jesús Belmonte).

Lugares de cría

No sólo existían grandes talleres textiles especializados en las principales ciudades, sino que en el ámbito rural se multiplicaron los lugares de cría de gusanos y producción de seda, como fue el caso de la colonia agrícola de Don Carlos Soriano, en el Llano de Molina de Molina de Segura.

La ermita fue ejecutada en el año 2000 por el constructor y restaurador Antonio Martínez Milanés. El conjunto se encuentra en un bello paraje huertano de la Vega Media del Segura y está formado por la casa y la ermita que integraban parte del conjunto de edificios de la antigua colonia agrícola que fundó el abogado molinense Don Carlos Soriano. Estos dos edificios, junto con la noria hidráulica próxima, constituyen el Museo Etnológico de Molina. Con esta noria D. Carlos puso en cultivo, con olivo y morera, las tierras adquiridas y fundó la colonia agrícola que le procura el personal necesario para atender los trabajos agrícolas y cultivar los terrenos.

El árbol de la morera nacía y crecía cerca de cursos de agua y en zonas húmedas. Sobre todo se localizó en el interior de los perímetros regados por norias, azudes y aceñas. Este hecho marcó la industrialización del cultivo de la seda y las manufacturas textiles a lo largo de la Vega del río Segura y el Valle de Ricote. En Ulea sabemos de su presencia a partir del siglo XV, ya que la fábrica parroquial poseía tierras donde se cultivaba la morera y para los visitadores de la Orden de Santiago, el comercio de la hoja de morera y la producción de la seda, suponía una gran rentabilidad.

Exportación de textiles

Como ya hemos dicho a partir del siglo XVI, el árbol de la morera se extiende por la provincia de Murcia. La sericicultura murciana constituyó el elemento fundamental de un modelo socioeconómico basado en la exportación de textiles. Se desarrollaron diferentes sectores: agricultura, artesanía, hidráulica, industria textil, exportación e importación, permitiendo un desarrollo económico que propició una estabilidad social y cultural en la cuenca del río Segura y en el Valle de Ricote a partir del siglo XV. La población del Valle de Ricote en el siglo XVIII se dedicaba mayoritariamente a la agricultura. Uno de los oficios que contribuían al sustento de parte de la población eran los torcedores de seda que la preparaban para ser comercializada por otros vecinos del valle.

En época de Fernando VII, el pueblo de Ricote, tenía 1.656 habitantes y producía 750 arrobas de aceite, frutas, seda y ganados, según nos indica Luís Lisón Hernández en otro artículo del diario “La Opinión” del 20 de enero de 2016.

Los siglos XIX y XX suponen una importante crisis para la sericultura y su industria en toda España, motivada por las epidemias y la fuerte competencia extranjera, especialmente la italiana.

La Región de Murcia sigue siendo, junto con Canarias, la única comunidad de España en la que con fines artesanales o didácticos podemos todavía encontrar pequeños productores de seda.

Era una costumbre entre niños y jóvenes criar gusanos de seda. Quien no ha tenido en una caja de zapatos el gusano de seda y lo hemos criado, alimentándolo y limpiando la caja.

En el Libro de Oro de los Oficios de la Editorial Añil se describe la elaboración de la seda: Para la fabricación de la seda, lo que cuenta es el capullo, que los gusanos tejen con un líquido viscoso que se endurece al contacto con el aire. Cada gusano produce un hilo de más de dos kilómetros. Al acabar de hilar el capullo, hay que matar a los gusanos, ya que una vez en su interior, segregan un álcali que estropea la seda. Llegada su hora el gusano ‘moría’ convirtiéndose en una crisálida y luego mariposa.

Lo que ocurre en el interior de la oruga es muy interesante: su sistema inmunitario comienza a destruir todo lo que corresponde a la oruga, incluido el sistema digestivo ya que la mariposa no comerá los mismos alimentos que la oruga. Lo único que se mantiene es el sistema nervioso. Así es que la oruga se destruye como tal para poder construirse como mariposa.

Se trata de un proceso delicado de cuatro fases: huevo, larva, crisálida y mariposa. Aún hoy conservamos del refranero judeocristiano, dichos como los siguientes: «Con la paciencia, la hoja del moral se hace seda». «Con paciencia y hojas de morera hace el gusano la seda, con tiempo y paciencia, la hoja del árbol se convierte en seda». «Abril mojado, bueno para el trigo y malo para los gusanos». «Con el aire de lebeche no hay gusano que aproveche».