El día 3 de septiembre, el mercero y novelista molinense Paco López Mengual (cuyas obras son, en su especialidad, auténticos best seller, y todas ellas de mi especial preferencia) en su clásica sección diaria en La Opinión, titulada ‘La vida en un pos-it’, publica un interesante artículo que, tras la rotulación que antecede, literalmente dice: «Santo Domingo de la Calzada, donde la gallina cantó después de asada». El otro día, visitando este pueblo de La Rioja, escuché la leyenda que siempre se utiliza como coletilla al nombrarlo.

Resulta que un matrimonio de alemanes que hacía el camino de Santiago junto a su hijo se hospedó en una posada de Santo Domingo de la Calzada. La posadera se encaprichó del muchacho, pero éste le rechazó una y otra vez. En represalia, ella le metió una copa de plata en su equipaje y, nada más reanudar el viaje, lo denunció por robo a la guardia. La justicia fue implacable con el joven y lo condenó a morir en la hoguera por ladrón. Los padres no quisieron quedarse a ver cómo ajusticiaban a su hijo y siguieron camino de Compostela, para rogar al santo por su alma.

Al regreso, al pasar de nuevo por el pueblo, comprobaron atónitos como su hijo, a pesar de estar colgado del cuello en la horca, continuaba con vida y les sonreía: Desde abajo, Santo Domingo, que sabía de su inocencia, lo mantenía elevado en peso para que no muriese ahorcado.

Los padres corrieron en busca del comendador, que se estaba zampando una gallina asada, para comunicarle el milagro de que su hijo continuaba vivo y debía liberarle. Al escucharles, con el cuchillo y el tenedor en las manos, el mandatario soltó una carcajada y dijo: «Vuestro hijo está más muerto que esta gallina que me estoy comiendo». Entonces, ante los ojos de todos, la gallina se puso en pie sobre el plato y entonó un ensordecedor ¡coccoccoccooo…!

Lo mismo que le ocurriera, salvando las distancias, a San Sebastián Bendito, nuestro patrón venerado, que ‘resucitó’ tras ser lapidado… Y a ver dónde está ese guapo, que me dice a mí lo contrario. ¡A ver…!