Cuando acaban de celebrarse tantos actos conmemorativos del 800 aniversario del nacimiento del rey Alfonso X (’el Sabio’) en toda España, y también en la Región de Murcia, donde aún se siguen llevando a cabo iniciativas a lo largo del presente año, se hace preciso recordar la vinculación del monarca con la localidad de Ricote, precisamente cuando este lugar geográfico, capital del valle de su nombre, celebra, con la sordina a que obliga la pandemia del coronavirus, sus fiestas patronales en honor al Señor San Sebastián que, cada año, abren el ciclo festivo en la Región de Murcia.

El rey Alfonso, hijo, como es sabido, de Fernando III y Beatriz de Suabia, nació en Toledo el 23 de noviembre de 1221, y con sólo 22 años, siendo aún infante de Castilla, demostró su capacidad diplomática y negociadora, al consensuar con el rey moro de Murcia Aben Hud el denominado Tratado (o pacto) de Alcaraz, mediante el cual el reino pasaba a manos castellanas; si bien sus súbditos conservarían en adelante ciertos privilegios sociales, económicos, políticos y religiosos, en lo que se vino a denominar históricamente el ‘Protectorado’. Alfonso incorporó el reino de Murcia a Castilla en la primavera de 1243, sin guerra ni combate alguno, y, por tanto, sin derramamiento de sangre.

El Infante, hombre culto y tolerante entre los de su época, debió haber oído hablar de un tal Al-Ricotí, moro ilustre y sabio, con conocimientos precisos y amplios de Geometría, Lógica, Aritmética, Derecho, Teología, Retórica, Dialéctica, Música y Medicina; rebasando con creces la sabiduría de la época basada en ‘El Trivium’ y el ‘Cuadrivium’ medieval. Y que dominaba el árabe, el hebreo, el latín y el romance; de origen murciano y residencia en Ricote (de ahí el nombre por el que era conocido). No es extraño pensar que el propio Alfonso lo visitara en su localidad, una alquería de población exclusivamente musulmana, cuyos habitantes se dedicaban principalmente a la agricultura, conocida en el mundo islámico por la presencia allí, o por el origen del sabio Ricotí, hasta donde acudían otros sabios y maestros del Corán para avivar su fe y hacerle sus consultas. La tradición, y también las crónicas hablan de la amistad entre ambos e incluso de la propuesta que le hizo el monarca de convertirse al Cristianismo, a lo que se negó el moro, coherente con sus ideas religiosas.

El infante Alfonso le propuso trasladar su humilde escuela coránica a la capital del reino, recién incorporado a Castilla, donde convertir aquella en madrasa, con estudios superiores, complementarios, o no, de la Ley Islámica; para lo que pudo ofrecerle alguna de las abundantes mezquitas existentes en la ciudad, con pensión para el alumnado incluida, y biblioteca.

Fuera de este modo o de otro, lo cierto es que aquella madrasa existió, con Ricotí al frente de la misma; pudiendo considerarse aquella el germen más remoto de la Universidad de Murcia, y a éste como su primer rector (lo que en su momento defendió con brillantez, el exrector de la misma José Antonio Cobacho).

Aquella madrasa islámica, con Al-Ricotí al frente, donde pudieron figurar lo que hoy llamaríamos claustro de profesores con nombres que actualmente desconocemos, vino a decaer en importancia cuando Ricotí aceptó la invitación insistente de Muhammad II, tras su ascensión al trono nazarita de Granada, en 1273, para que se instalara en La Alhambra, siendo el propio monarca uno de sus discípulos. Allí falleció Ricotí, en fecha indeterminada, entre la aceptación general del mundo de la cultura de la época, conocido y admirado por cristianos, judíos y musulmanes.

La decadencia de la madrasa murciana, coincidió con la creación en Murcia de uno de los ‘Studia Linguarum’ (o ‘Studium Solemne’), que en tiempos del Rey Sabio se estableció para el estudio del ‘Trivium’ (Gramática, Retórica y Dialéctica) y de las lenguas orientales, en el seno de la orden de los PP. Dominicos, quienes fundaron casa en la capital en 1272. Si consideramos el primer germen de la Universidad de Murcia en la madrasa de Al-Ricotí, este ‘Studium’ de los dominicos podríamos considerarlo el segundo estadio en la enseñanza superior murciana que, finalmente, cristalizó, siglos después, en 1915, ya en la víspera de nuestro tiempo, con la creación de nuestra actual UMU.

Sangre fecunda, creativa e investigadora

Varias y muy importantes han sido, a lo largo del tiempo, las aportaciones de Ricote al primer centro docente de la Región siguiendo, sin duda, la estela de Ricotí. Baste recordar a manera de ejemplo, ya en época contemporánea, al historiador del arte José Sánchez Moreno (profesor desde 1942 hasta su muerte en 1955), al vicerrector y candidato a rector en 2018 José Antonio Gómez Hernández (catedrático de Biblioteconomía y Documentación desde 1988), y a José Miguel Rojo Martínez, desde octubre pasado vocal del Consejo Social, en representación del colectivo de estudiantes; sin olvidar a Inmaculada Abenza Turpín, en las tareas de la Administración, con sede en el Rectorado.

No podía imaginar el Rey Sabio, cuando buscó al sabio Ricotí en su localidad de Ricote, para dirigir la madrasa de Murcia, que situó a la capital del reino en el centro cultural más importante en el extremo sur de Castilla, que este lugar, a lo largo del tiempo, iba a seguir aportando sangre fecunda, creativa e investigadora, a lo que en la actualidad es el alma máter de la sabiduría regional murciana.