La torre campanario de la antigua iglesia de Santa María se convertirá en un mirador visitable desde el que se podrá contemplar una panorámica de toda la ciudad. Antes, deberán abrirse los vanos que miran al recinto histórico que fueron cegados durante la última restauración. Las ventanas laterales, abiertas, están cubiertas por celosías que también podrían ser retiradas para lograr una visión panorámica.

Este es uno de los principales proyectos para la que fuera torre campanario de la iglesia de Santa María la Mayor que pretende la Federación de San Clemente, pero no el único. La restauración de su curioso camarín, al que se accede desde el exterior del templo, es otra de las propuestas que podrían llevarse a cabo en los próximos meses. “Pretendemos la rehabilitación de las pinturas fingidas y elementos decorativos como angelotes, frontones partidos y rocallas”, afirmaba en declaraciones a LA OPINIÓN el presidente de la Federación San Clemente, Luis Torres del Alcázar, durante una visita junto a las ediles de Cultura y Fomento, María Ángeles Mazuecos e Isabel Casalduero, respectivamente.

Mientras estos planes futuros “a no muy largo plazo” se ejecutan se pretende la apertura del templo desacralizado para los próximos meses. “Nuestra intención es hacerlo en marzo”, admitía Torres del Alcázar. La nave central del templo ya de por sí es una pieza con suficiente enjundia para convertirse en un reclamo turístico. La musealización llevará su tiempo por lo que la intención es adelantar su apertura para darla a conocer.

Cúpula orlada con elementos decorativos como angelotes, frontones partidos y rocallas. Pilar Wals

Para ello, se firmará un convenio con ‘Lorca, Taller del tiempo’ que la incluirá entre los lugares visitables de la ciudad. El acuerdo, a falta de rubricar, está muy avanzado tras distintas conversaciones con el titular de la cartera de Turismo, el vice alcalde Francisco Morales, apuntaba el presidente de la Federación San Clemente.

La recuperación del templo llevó a la construcción de una magnífica escalera a base de acero y madera que posibilita el acceso hasta lo más alto de la torre de forma cómoda. A mitad de camino se encuentran los vanos. Desde los de la izquierda, hay una amplia visión del cauce del Guadalentín, el Puente Viejo y el barrio de San Cristóbal. Los de la derecha, dejan ver el Castillo, la antigua iglesia de San Pedro y El Calvario. Y los centrales, tapiados, permitirán un visionado de la vieja ciudad.

La recta final –para llegar a la terraza del monumento- se hace a través de una trampilla con una escalera de mano, aunque no está previsto que los visitantes puedan alcanzarla. De la recuperación de las campanas que antaño tuvo el templo también se ha hablado largo y tendido. Por el momento, está descartada. “El precio de las campanas es muy elevado, por lo que es algo que ni siquiera contemplamos, aunque es verdad que nos gustaría devolverle el sonido a Santa María algún día”, admitía Torres del Alcázar.

 

Mezquita mayor

La advocación del antiguo templo lleva a pensar que fue fundada sobre la mezquita mayor árabe. Podría ser “una de las dos mil que, bajo la advocación de Santa María, fundó el rey Jaime I de Aragón”. La denominación tras la conquista cristiana, de las antiguas mezquitas aljamas a la advocación de Santa María o San Salvador, es un hecho que se tiene constatado desde el siglo XI en la ciudad de Toledo, así como en otras ciudades. Probablemente, estas advocaciones, dadas tras la conquista previamente al siglo XIII, respondan a la recuperación de un edificio orientado a uso religioso en época preislámica. Así lo detallan José Manuel Crespo Valero y Juan Gallardo Carrillo, en el artículo ‘Evolución histórica de la iglesia de Santa María a través de la arqueología’, publicado en la Revista Alberca 9 de la Asociación de Amigos del Museo Arqueológico de Lorca.

Y reseñan que se aprovecharon las mezquitas aljamas para la colocación de las nuevas catedrales o iglesias mayores de las distintas ciudades que cayeron en manos cristianas. Sin embargo, “de muchas de ellas, los testimonios documentales que se conservan, tanto fuentes escritas como arqueológicas, son escasas o inexistentes”. Dentro de este amplio grupo se inserta la iglesia de Santa María, la cual siempre se ha considerado, dentro de numerosos trabajos realizados por diferentes investigadores, “como el lugar en el que estaba emplazada la mezquita mayor de la ciudad, aunque no existiese ningún tipo de documento histórico que ratificase esas hipótesis”.

Zoco en época islámica

Es nombrada en la segunda y cuarta partición hechas por Alfonso X tras la toma de la ciudad, pero la documentación histórica que se tiene de este templo es escasa. Apenas unas referencias en las Actas Capitulares a las gentes que habitaban en torno a la iglesia, así como la funcionalidad que tenía la zona anexa al templo, “zona de bazares, a lo que unido su contexto urbano de barrios que parten de esta iglesia, todo parece indicar que se trataría de la zona, en época islámica, del zoco”, agregan José Manuel Crespo Valero y Juan Gallardo Carrillo.

La mayor parte de los restos que se conservaban del templo antes de la restauración eran de la segunda mitad del siglo XV. Pero antes existió otra iglesia de Santa María que fue levantada en el siglo XIII sobre lo que pudo ser una mezquita musulmana o un edificio de cierto interés. Desde su fundación fue la iglesia mayor, estando por encima de las de San Jorge, San Juan, San Pedro, Santiago, San Mateo y San Clemente. La iglesia consta de tres naves y posee una curiosa cabecera de planta rectangular, como las habituales en las iglesias mudéjares. Las tres naves estaban cubiertas con bóvedas de crucería, que soportaban arcos apuntados. Y los pilares que sustentan dichas bóvedas están coronados con orlas de motivos figurados y vegetales.

En el artículo de Alberca se argumenta que el carácter fronterizo de la ciudad en el siglo XV se remarca en el exterior de su cabecera, “donde los muros labrados en piedra de sillería recuerdan la tipología de iglesia-fortaleza, donde se disponen unos huecos en forma de saeteras, así como en la banda decorativa de besantes que coronan dichos muros a modo de robusto y monumental friso”.

La torre, de planta cuadrada, se sitúa sobre la sacristía junto a la cabecera de la iglesia. Dispone de tres cuerpos, siendo el superior el que albergaba las campanas. Su construcción se inició entre 1542 y 1547. Su finalización se cree en torno a 1554. “La preeminencia de esta iglesia cesaría con el inicio de la construcción de la colegiata de San Patricio en 1533”. Se contempla entonces un cambio de tendencia en el urbanismo de la ciudad que se produce desde principios del siglo XVI. “Se observa un traslado de la población, con lo que conlleva en materia constructiva, desde la muralla hacia el espacio extramuros”.

Terremoto de 1674

El seísmo producido en 1674 afectó al templo, aunque en menor grado que a las iglesias de San Juan y San Pedro. Santa María fue sometida a distintas obras de consolidación, reparación de fisuras y grietas en la mayoría de los muros de la iglesia. “Se añadieron estribos en la pared del coro y en la capilla del Bautismo, a los pies de la iglesia”.

En 1753 se realiza la obra del camarín de forma poligonal, incorporándose a la cabecera del templo como pieza claramente independiente. “En 1797 fue decorado su interior con pinturas de arquitecturas fingidas y falsas perspectivas con los motivos marianos. La cúpula se orló con elementos decorativos como angelotes, frontones partidos, rocallas y escudos”.

Las catas arqueológicas realizadas permitieron documentar restos murarios realizados en tapial calicastrado, cuya cronología se enmarca entre los siglos XII y XIII. “Estas estructuras parecen corresponderse a las de un edificio de cierta entidad en base al importante grosor que poseen los muros de tapial, de un metro de anchura y una profundidad mínima de dos metros, que quedarían ubicados en la parte nororiental de la iglesia, donde se ubica la cabecera”.

Dos aljibes son otros de los restos que fueron hallados, además de un canal de argamasa que muere en uno de ellos. Y gran cantidad de material cerámico de finales del siglo XII y primera mitad del XIII, “así como diferentes elementos constructivos, como dos fustes lisos de mármol de los que se ponen en las ventanas bíforas, visibles en este período en la decoración de diferentes tipos de arcadas de tipo civil o religioso. Y parte de una moldura de mármol lobulada que podría provenir de algún tipo de pileta de abluciones o dispensador de aguas”, indican José Manuel Crespo Valero y Juan Gallardo Carrillo.