La tradición judía habla de un milagro. Se pudo encender el candelabro del templo durante ocho días consecutivos con una pequeña cantidad de aceite, que alcanzaba solo para uno. Esto dio origen a la principal costumbre de la festividad, la de encender, en forma progresiva, un candelabro de nueve brazos llamado ‘januquiá’. Uno por cada uno de los días más un brazo ‘piloto’ o shamat.

Esta fiesta acontece el 25 de kislev del calendario judío. Fecha que tiene lugar entre el final de noviembre y comienzo de diciembre del calendario gregoriano. El milagro de Janucá está descrito en el Talmud. Después de que las fuerzas de Antíoco IV fueran expulsadas del templo, los macabeos descubrieron que casi todo el aceite ritual había sido profanado. Encontraron una sola vasija con el sello del sumo sacerdote todavía intacto, con suficiente aceite como para mantener encendida la Menorá en el templo durante un solo día. “Los macabeos utilizaron este aceite y, milagrosamente, ardió durante ocho días mientras se preparaba el nuevo”, relataba anoche el director del Museo Medieval ciuFRONT, David Torres del Alcázar, que ejerció como voz en off.

Este sábado se celebraba el séptimo día de la festividad, por lo que en la judería encastillada se encendieron siete de las ocho luminarias. El encendido del shamash, alimentador del resto de luminarias, lo hizo una representante de la comunidad judía, mientras se pronunciaban las siguientes palabras: “Bendito eres tu Adonai, Dios nuestro, Rey del universo, que nos santificó con sus preceptos y nos ordenó el encendido de la vela de Janucá”.

La primera luminaria la encendió el alcalde, Diego José Mateos Molina. Le siguió la camarera del Santo Patrón de Lorca, San Clemente, del que se cree pudo ser judío, Soledad del Alcázar Pérez. La tercera correspondió al vice alcalde y concejal de Turismo, Francisco Morales González; y la cuarta al teniente de alcalde de Murcia y concejal de Turismo, Pedro García Rex.

La representantes de la comunidad judía encendió el shamash, alimentador del resto de luminarias P.W.

Las siguientes luminarias correspondieron al director del Instituto de Turismo de la Región de Murcia, Itrem, Juan Francisco Martínez Carrasco; y la concejal de Cultura, María Ángeles Mazuecos Moreno. La sexta y última la encendió la representante de la comunidad judía mientras todos repetían: ¡Feliz Hannucká! Para concluir degustando los tradicionales ‘sufganiots’ que fueron realizados por integrantes de la Federación de Organizaciones de Mujeres de Lorca, bajo los estrictos parámetros de la cocina kosher.

Poco antes, el alcalde afirmaba que lo que se celebraba era “un acto de justicia”. Hablaba de la importancia de reparar los actos cometidos, en alusión a la expulsión de los judíos en 1492, y afirmaba tajante que “ellos son tan españoles como nosotros”. El vice alcalde señalaba la importancia de la incorporación de los judíos a las Fiestas de San Clemente, lo que podría permitir “que las celebraciones fueran declaradas Fiestas de Interés Turístico Nacional”, una consideración en la que se encuentra inmerso el Instituto de Turismo de la Región de Murcia. El interés del Itrem quedó reflejado con la presencia de su director general, el lorquino Juan Francisco Martínez.

La celebración comenzaba con un concierto cuya temática versó sobre la propia Janucá sefardí. Jarchas, poesía en la corte, fiestas de la vida: circuncisión, boda; el sábado-shanbat; conversos y conversiones forzadas; y judíos, ciencia y cultura. Eduardo Paniagua, uno de los músicos españoles que más está haciendo por la recuperación del patrimonio musical de la Edad Media recibiendo importantes premios nacionales e internacionales sobre las Cantigas de Alfonso X y sobre la tradición judeoespañola y la herencia hispanomusulmana fue uno de los protagonistas.

Su trabajo musical, a favor de la convivencia de culturas, recibió en octubre de 2004 la Medalla de las cuatro Sinagogas Sefardíes de Jerusalén. Anoche le acompañaron César Carazo, máximo exponente del canto español medieval en los idiomas romances: galaicoportugués, catalán-occitano y el canto hebreo-sefardí y mudéjar-andalusí; y Wafir Guibril al laúd, canto y darbuka.

La judería bajomedieval

Anoche un centenar de personas se reunían a las puertas de la Sinagoga del Castillo. Hace más de 500 años este edificio fue el centro de la vida religiosa de la judería y “excepcionalmente ha llegado a nuestro días en buen estado de conservación”, como aseguraban Ángel Iniesta Sanmartín, Andrés Rodríguez Martínez y Juana Ponce García, comisarios de ‘Lorca. Luces de sefarad’ en los textos de su catálogo con ocasión de su celebración hace algunos años. Los resultados de las excavaciones arqueológicas realizadas durante años atrás en Lorca constituyen un hito en el conocimiento de la cultura judía en época bajomedieval, parte ineludible de nuestro sustrato cultural y patrimonial.

En el barrio judío, cuyos restos distaban anoche apenas unos metros de los asistentes a la celebración, se hallaron piezas muy significativas que se conservan en el Museo Arqueológico Municipal de Lorca. Algunas de las piezas encontradas son únicas, al no haberse encontrado objetos similares en otros yacimientos. Destacan veinte lámparas de vidrio que iluminaron la sinagoga de Lorca, fragmentos de las yeserías que adornaban la pared del arón ha-qodesh de este edificio, azulejos, monedas, cerámica, fragmentos de janukkiot y candiles empleados para conmemorar la fiesta judía de la Janukká.