Es viernes por la tarde. Ya ha anochecido y comienza a llover. La Unidad de Policía Tutor de la Policía Local de Lorca se echa a la calle para patrullar y evitar el consumo de alcohol y drogas de menores en lugares recónditos. Un equipo de LA OPINIÓN acompaña al subinspector y jefe de la Unidad, Manuel García, y a la agente Teresa Pérez, que comienzan su ronda habitual por los lugares más insospechados. «Es fin de semana, por lo que los ‘botellones’ están al orden del día. La lluvia les lleva a buscar un sitio donde resguardarse, por lo que nuestro recorrido cambia el itinerario habitual», cuenta García.

El Calvario, las escaleras de San Juan, el Puente de Hierro, Santa Clara, el Huerto de la Rueda o el cauce del río Guadalentín no parecen hoy un buen lugar para permanecer bajo la lluvia, por lo que acuden hasta las Alamedas, donde los jóvenes se refugian bajo techo en los patios de recreo de los colegios. Abren la puerta de la verja, de la que tienen llave, y comienzan su recorrido. A mitad de camino se encuentran con las limpiadoras del colegio San José que están ultimando su tarea.

Examinan con minuciosidad cada uno de los rincones mientras cuentan que es habitual encontrar aquí a jóvenes. «Saltan la valla y se adentran en el patio de recreo. Aquí están tranquilos y nadie controla lo que hacen», relatan. No hace mucho localizaron a varios menores mientras consumían alcohol y drogas. Son llevados a sus hogares y se inicia un proceso de tutorización tendente a evitar la reincidencia.

Muchos jóvenes saltan la valla de los patios de los colegios para hacer botellón, ya que "creen que nadie controla lo que hacen"

Tras abandonar el lugar se dirigen hacia La Quinta. Al pasar junto a las vías del tren, en la estación de Sutullena, detectan un obstáculo en la calzada. El viento y la lluvia han provocado la caída de una gran rama de un eucalipto. La retiran de inmediato y la circulación puede continuar..

En La Quinta un vehículo se esconde entre la arboleda. «Podrían ser una parejita», señalan. Y, efectivamente, tras alumbrarles en la lejanía con sus linternas ven que únicamente están escuchando música en el coche. Continúan con su ronda a través de las ruinas de lo que fue el antiguo club de tenis. Aquí, durante el confinamiento, se daban cita algunos jóvenes. Pero también es lugar habitual de ‘botellón’. Esta noche está tranquilo. A cada paso cruje el suelo, repleto de cristales. Y deja de llover. «De inmediato todo el mundo se echará a la calle», argumentan.

Durante el recorrido por las calles comienzan a verse los primeros grupos de jóvenes. Cerca del Tanatorio Lázaro Soto varios de ellos circulan por la calzada mientras otros, sentados en un muro, juegan con sus teléfonos móviles. Ahora, el recorrido lleva a los agentes a la zona del Club Hípico y llegan a un descampado junto a la A-7. Hay plásticos, botellas y latas por todos lados. «Este es otro lugar habitual de ‘botellón’. Es tranquilo, está apartado, oscuro y tiene muy buenas vistas», cuentan.

Y en La Viña, en el parque junto a la Rambla de Las Señoritas, localizan hasta cinco grupos de jóvenes. Algunos están fumando y otros beben refrescos y comen patatas fritas. Les preguntan su edad mientras les piden la documentación. El olor que impera no lleva a dudas. «¿Estáis fumando hierba?», preguntan los agentes. «No», contestan. Los policías les indican que se vacíen los bolsillos y localizan en el de uno de ellos pequeñas cantidades de sustancias estupefacientes, por lo que se abre un acta de intervención.

El joven al que se le incauta la droga asegura que cumplió hace apenas unos meses 18 años y que es estudiante en el instituto San Juan Bosco. «Cuándo comenzaste a consumir», le pregunta el agente. Y el joven responde: «Me he fumado un porro un par de veces, no más». Los policías intentan convencerle de lo dañino que es y las repercusiones futuras que este tipo de conductas pueden acarrearle. Tras dejarle, vuelven al cuartel de la Policía Local donde se disponen a hacer entrega de la droga incautada.

El perfil de estos menores es el de un "joven cuyos padres trabajan en el sector agrícola", aseguran

Esta es la labor habitual de la Unidad de Policía Tutor durante los fines de semana, pero el resto de días su labor gira en torno al absentismo escolar. Sus zonas de patrullaje son otras, las cercanías de los colegios e institutos, a donde acuden los menores a ‘ocultarse’ mientras se saltan sus clases. «Los identificamos por las calles, pero en muchas ocasiones nos llaman alertándonos de la presencia de menores», explican. Los jóvenes son llevados en vehículos ‘K’ (camuflados, sin distintivos y cristales negros) a sus colegios. «Se les entrega al jefe de estudios o al director, junto a un acta y se avisa a los padres», apuntan.

El perfil de estos menores es «el de un joven cuyos padres trabajan en el sector agrícola. Entran a trabajar a las 5 de la mañana y llegan por la tarde. Son menores que habitualmente comen solos», detallan. En ocasiones, este tipo de actitudes destapan otras más graves. «Intentamos que nos vean como amigos, que se abran y nos cuenten si tienen algún problema. En ocasiones hemos detectado problemas familiares, mentales, adicciones a videojuegos y hasta asunto muy graves como maltrato», relatan.

En la labor de reconducir sus sus actitudes trabajan con Caixa Proinfancia a través de la Fundación Cepaim, Caritas Interparroquial y Cruz Roja. Pero también con Nypacold. «Les derivamos a donde les pueden ayudar. Muchos padres no saben que disponen de estos recursos. Y la colaboración de los colegios e institutos es fundamental».

Esta unidad policial, apoyada por el resto de grupos de intervención de la Policía Local, se puso en marcha en 2013. En ella, trabajan un subinspector y cinco agentes. Desde entonces, han realizado más de 4.200 intervenciones, 1.100 expedientes y seguimientos, 410 charlas y 6.000 contactos con centros educativos. Su trabajo, afirman, es gratificante. «Hemos tenido oportunidad de encontrarnos años después con algunos de aquellos jóvenes que recogimos una y otra vez de las calles mientras se saltaban las clases que nos han dado las gracias por la ayuda que les prestamos. Esa es la mejor recompensa que podemos recibir a nuestro trabajo».