“¿Cómo es posible que todas las iglesias de Lorca estén ya enteramente recuperadas tras los terremotos de 2011 y que este santuario soporte aún la presencia de goteras en su interior?”. Esta pregunta la hacía anoche el investigador y archivero de la ciudad, Manuel Muñoz Clares. Pregonaba la ‘Feria Chica’ a las puertas del Santuario Patronal de Santa María la Real de las Huertas. Y lo hacía ante un público repleto de políticos de ayer, hoy y, quién sabe, si mañana. A más de uno se le antojaba abandonar los protocolos del Covid-19 y levantarse del asiento e interrumpirle para aplaudirle, porque por primera vez alguien daba voz a lo que muchos llevan pensando años.

Nadie hasta el momento ha puesto en tela de juicio, como lo hizo anoche el hijo del genial Manuel Muñoz Barberán en el año del centenario de su nacimiento, la restauración de la torre campanario del santuario patronal. “Hoy miro con perplejidad ese remate de acero corten tan poco adecuado y no acierto a encontrar la razón por la que se eligió semejante cosa cuando en el resto de iglesias de Lorca se utilizaron técnicas tradicionales para recuperar, casi con exquisitez, las tradicionales arquitecturas dañadas”. Y se preguntaba: “¿No supimos entonces protestar?, ¿nos dio igual la elección horrenda de una restauración que habremos de soportar hasta no se sabe cuándo?”.

Seguía leyendo mientras adentraba al público con sus palabras al interior del monumento. “No alcanzo a comprender tampoco cómo en una obra de restauración del templo como la que se acometió ya están surgiendo goteras por aquí y por allá, amenazando pinturas murales y a punto de arruinar parte de lo hecho”. Y añadía: “No puedo entender que las pinturas del camarín de la Virgen y de la escalera de la Inmaculada están aún, a día de hoy, sin restaurar”.

Se mostró apenado porque “no se aprecien” como debieran las lecciones de historia que las pinturas de este convento nos dan a diario. “Quien quiera aprender historia lo va a poder hacer poniendo solo un poco de atención. En el interior de este templo están representadas las más famosas batallas que en el pasado libró esta ciudad desde su conquista hasta la rebelión de las Alpujarras a mediados del siglo XVI”.

Habló de la “curiosa galería de reyes españoles” que concedieron privilegios a Lorca “que sin duda la engrandecieron”. De la Orden Franciscana, de la que existe “todo un muestrario de personajes que ilustran su quehacer en el mundo en la nave de la iglesia, que en palabras del padre Morote, forman un ‘cielo seráfico’ en el que cada personificación brilla como un astro esplendente”.

El investigador animó a los lorquinos a reivindicar la restauración del monumento. “Ahí tienen una tarea que les propongo para estos días: entre fiesta y fiesta, entre cerveza y cerveza, saquen un rato para leer y pensar. Y si pudieran sacar un ratico para protestar y pedir explicaciones de por qué sigue este santuario varado en cuanto afecta a la restauración de sus pinturas, pues no crean que van a estar solos”. Y se ofreció en esta tarea. “Yo, con mucho gusto, y estoy seguro de que muchos más como yo, nos ofrecemos para cuanto haga falta en esa tarea de reivindicar lo nuestro, de valorar nuestra cultura frente a quienes no parecen querer entender que cuanto perdamos hoy será insustituible mañana”.

El Mar Menor también se ‘coló’ en el pregón. “A todos nos duele hoy la tragedia vergonzosa del Mar Menor que está retratando a unos políticos que no merecen llamarse servidores públicos, y solo espero que nuestro santuario patronal no venga a convertirse, en poco tiempo, en un teatrillo de culpas cruzadas y de disculpas sin sentido. Ni la Patrona de Lorca ni los lorquinos merecemos algo así”.

Vinculó a su padre, Muñoz Barberán, con el santuario patronal. “El primer estandarte que tuvo la nueva imagen de la Patrona tras la guerra civil, que aún se conserva, lo pintó mi padre con 21 años”. Muchos años después, por encargo de los franciscanos, pintaría las cuatro escenas de la vida de la Virgen que hubo desde el siglo XVIII en el camarín del santuario, obra del pintor Rebolloso, que fueron destruidas en 1936. “De entre esos cuatro cuadros, y no por ser el mejor compuesto, yo me quedo con el del Nacimiento de la Virgen, porque mi padre colocó en él a una mujer que asiste al acontecimiento sentada y descansando su cabeza en el brazo, que no es otra cosa que un retrato de mi abuela Bibiana que murió casi centenaria y con un afán fijo en su cabeza: volver a Lorca, a su calle de la Cava, al pequeño mundo que añoraba porque quizás allí fue feliz en su juventud”.

             De la honda devoción que su abuela profesaba a la Patrona de Lorca no le cabe dudas: “su hija llevó el nombre de Huertas que, como bien saben, fuera de Lorca causa una cierta sorpresa. Ambas mujeres, mi abuela y mi tía, eran para mí un referente familiar entrañable mientras vivieron y su recuerdo, estoy seguro, me acompañará siempre”.

             Hizo un recorrido por la procesión cívico-religiosa de las fiestas que protagonizan clarineros, ministriles, el pendón de la ciudad, la patrona en su pequeño trono “una manifestación religiosa de las más genuinas que se pueden contemplar en nuestra ciudad y que merece la pena comprender en toda su dimensión”. Se despidió pidiendo “responsabilidad” a los vecinos para apoyar “con fuerza” cualquier reivindicación que vaya en favor del lugar que habitan. “Pero estos días que vienen han de tener un compromiso: hacer que estas fiestas sean como las de antes”.

             Le precedió en su intervención el pregonero anterior, Luis Torres del Alcázar, que hizo un canto a Florencia, ciudad donde estaba cuando le anunciaron que debía pregonar las fiestas de la Patrona. El mismo, donde se encontraba cuando le pidieron presentar al pregonero de este año, hijo de Manuel Muñoz Barberán, “que en una conversación mientras pintaba la capilla de la Encarnación en la ‘catedral’ de San Patricio, me expresó que la ciudad de Florencia era su destino favorito. Más tarde, supe que allí vivió mes y medio”.