En la capilla del Monasterio de Santa Ana y Santa Magdalena de clarisas la misa del día 19 de cada mes se dedica a los integrantes del Sindicato Central de Regantes del Trasvase Tajo-Segura (Scrats). Las monjas rezan por ellos y por José Manuel Claver y José María Fernández Pallarés. Los dos, presidentes del Scrats y de la Comunidad de Regantes de Lorca en aquel momento, respectivamente, fueron los artífices de la campaña ‘Céntimo solidario’ con la que unos 2.000 regantes de Murcia, Alicante y Almería lograron más de dos millones de euros para reconstruir el convento que sucumbió al terremoto.

«El milagro de los regantes lo llamamos, porque lograron lo impensable. Nunca hubiéramos podido reconstruir el monasterio con la única fuente de financiación que tenemos, nuestro horno para empanadas y bizcochos», recuerda la entonces abadesa del convento, Sor María Jesús. Aquel día, en que José Manuel Claver y José María Fernández acudieron al ruinoso monasterio a darles la noticia de que les iban a ayudar, lloró. Y, ahora, de nuevo las lágrimas afloran en sus ojos. «Siento alegría, pero también mucha tristeza, porque los dos fallecieron y no pudieron disfrutar mucho tiempo de esta obra de la que fueron promotores. Todos los meses nos acordamos de los regantes del Trasvase, pero también de ellos, unas bellísimas personas», relata Sor María Jesús.

Cada regante aportó un céntimo de euro por metro cúbico de agua empleada en sus cultivos. Una cuota voluntaria que todos pagaron. El día de la inauguración del monasterio autobuses de Almería, Alicante y Murcia acudieron a Lorca para conocer ‘el milagro’ que obraron con el ‘sudor de su frente’.

Pero las primeras muestras de solidaridad con la ciudad tras el terremoto llegaron a través de la red en pocos segundos y no han cesado durante años. Las económicas se canalizaron a través de la ‘Mesa solidaria’ que ha ayudado a los damnificados a pagar alquileres, comprar enseres, rehabilitar viviendas… La misma noche del terremoto Lonja Home, emplazada en la ‘Zona cero’ del terremoto en La Viña, abrió sus almacenes y repartió todos los colchones que tenían para que los que se habían quedado sin nada pudieran dormir algo más cómodos en la calle, bajo el cielo. «Colchones Ecus colaboró con nosotros. Pusimos a disposición del Ayuntamiento más de un centenar de colchones de distintas medidas. Todos los que había en el almacén y en exposición», asegura el gerente de Lonja Home, Antonio García.

Largas colas en el campamento de damnificados del Huerto de la Rueda Israel Sánchez

El inmueble de este establecimiento fue catalogado como uno de los más seguros a pesar de situarse en la ‘Zona cero’ del terremoto. «Se construyó con los parámetros que las nuevas normativas están ahora aplicando. Curiosamente esta manzana fue la única en la que no se demolieron inmuebles. La UME situó junto al edificio su centro de actividades», añade García. Lo más duro de estos años, relató, «ha sido ver caer cada día los edificios del barrio y a sus vecinos sentados en la calle lamentarse por no haber podido sacar sus recuerdos. Durante meses esta estampa fue terrorífica», concluye el gerente de Lonja Home.

En la calle se quedaron los abogados de oficio que desde el minuto uno prestaron ayuda a todo el que la necesitaba. «Recuerdo en plena Plaza de España, sentados en un banco, cómo asesorábamos a los que tenían dudas sobre la situación en que se encontraban. Los despachos estaban en ruina, cerrados y la calle era la única opción», apuntó el decano del Colegio de Abogados de Lorca, Ángel García Aragón. Algunos estaban sin casa, sin despacho, «pero no dudaron en ponerse a disposición de los lorquinos. La respuesta fue ejemplar», argumenta García Aragón.

Arquitectos, aparejadores, bomberos, policías… de toda España aprovecharon sus días libres o vacaciones para acudir a la ciudad -en uno de los mayores movimientos de solidaridad que se recuerdan en nuestro país- y ayudar en las tareas que les asignaban. Y los funcionarios no sabían de horas. Sus oficinas tenían como techo el cielo mientras atendían a miles de ciudadanos con mil y un problemas de extrema gravedad que resolver. Cientos de edificios se sostenían con miles de puntales que se agotaban cada día. Los almacenes de nuestro país se vaciaron de puntales hasta el extremo de que tuvieron que traerse de fuera de nuestras fronteras. Y fundamental fue la ayuda que prestaron la noche del terremoto farmacias, supermercados, ferreterías, tiendas de hogar y almacenes hortofrutícolas.

Había que dar de comer a miles de personas que se habían quedado sin nada y el campo, de nuevo, respondió. La Cooperativa Alimentos del Mediterráneo, Alimer, abrió aquella noche sus almacenes y repartió todos los alimentos que en ellos había. Y siguió haciéndolo durante largo tiempo. Los bebés reclamaban pañales, biberones, papillas, chupetes… que se habían quedado en sus casas en ruina. Los mayores necesitaban sus medicinas. La noche del terremoto se estableció un dispositivo especial para posibilitar que niños y mayores tuvieran cubiertas sus necesidades básicas. Y los bares y restaurantes no dudaron en poner a disposición de los voluntarios que trabajaban por Lorca bocadillos y comida caliente durante semanas.