Han transcurridos diez años desde aquel 11 de mayo de 2011. No hay premios o menciones para agradecer a tanta gente anónima el trabajo realizado. Por ello, desde estas líneas, quiero sobre todo destacar el valor humano que tan protagonista ha sido en la recuperación de nuestra ciudad.

Ser arquitecta municipal en tu ciudad y que la misma sufra un evento sísmico que produzca unos efectos devastadores es algo que ha marcado mi vida profesional y personal. Hablamos de un suceso que provocó el colapso de edificios, un elevado deterioro tanto del patrimonio histórico-cultural como del resto de edificaciones de titularidad pública y privada, daños importantes en infraestructuras, el desalojo de innumerables viviendas, e incluso, la consecuencia más grave, el fallecimiento de seres humanos.  

No he encontrado respuestas a la pregunta tantas veces formulada: ¿por qué nos pasó? Realmente creo que esa gran contestación que resuelva todas nuestras dudas no existe. Pero lo que sí tengo claro tras repasar estos años de labor profesional dedicada a la recuperación de Lorca es todo lo positivo que hemos conseguido, todas las lecciones aprendidas, todas las dadas y el espíritu de superación mostrado por la ciudad de Lorca. He aprendido a reparar pilares, a consolidar bóvedas y a apear arcos, pero también a respetar y a templar los nervios; he aprendido a escuchar al que no habla sino que solo mira, como también al que grita y he aprendido a llorar en silencio sin derramar ni una lágrima.

El día 12 de mayo de 2011, y tras la peor noche que Lorca recuerda, se hizo un llamamiento para poder peinar el parque inmobiliario de la ciudad de Lorca analizando las circunstancias de cada edificación. A las 8 de la mañana, y como respuesta al mismo, se congregaron en el Área de Urbanismo más de 200 técnicos voluntarios para llevar a cabo la evaluación preliminar de los daños. No puedo describir con palabras ese momento de solidaridad desmedida: arquitectos, aparejadores, delineantes, técnicos de toda formación y de toda procedencia reunidos a disposición de Lorca.

La dirección y coordinación de las actuaciones de emergencia de los técnicos evaluadores fue asumida de manera conjunta por el equipo de dirección de la Concejalía de Urbanismo del Ayuntamiento y por la Dirección General de Transportes de la Región de Murcia. Se establecieron tres objetivos fundamentales. Por un lado la evaluación rápida de inmuebles para determinar la habitabilidad de las viviendas y que los ciudadanos pudieran volver lo antes posible a sus casas. Por otro lado, la adopción de medidas de seguridad tales como apeos, apuntalamientos, retirada de material desplomado de la vía pública, saneamiento de cornisas y antepechos… Por último, el restablecimiento de los servicios de infraestructuras básicas como el gas o la luz, actuando de la manera más ágil y eficaz posible para conseguir la recuperación gradual de la normalidad en la ciudad.

Quiero reivindicar la labor desarrollada durante aquellos días por todos los técnicos participantes, quienes hicieron gala de su capacidad de trabajo y de su aptitud profesional a la hora de afrontar y resolver las graves situaciones a las que tuvieron que hacer frente, llegando incluso a poner en peligro sus vidas para supervisar el estado de los inmuebles. Y todo ello ante el escrutinio de los propios afectados, nerviosos para conocer el estado de sus hogares, lo que sumaba todavía más tensión a los diagnósticos y requería de los profesionales las mayores dosis de paciencia, calma y comprensión.

A partir de la primera semana, una vez constatados los graves daños en numerosas edificaciones, se conformó un equipo de técnicos municipales encargado de llevar a cabo las actuaciones de demolición, una vez completados los preceptivos decretos de declaración de ruina inminente de los edificios. Las demoliciones de los edificios dañados que constituían la vivienda habitual de una familia son los episodios más duros y difíciles que un técnico puede vivir; aunque quisiera, y no quiero hacerlo, soy incapaz de describir ese cruce de sentimientos entre lo que es necesario por motivos de seguridad, la demolición, y lo que jamás habrías pensado tener que hacer.

El escenario tras los terremotos, y una vez finalizado el período de emergencia decretado por el Gobierno de la Nación el 4 de septiembre de 2011, ofrecía el siguiente estado: un total de 1.163 viviendas derribadas, el 90% de los edificios del núcleo urbano con daños de mayor o menor medida y gran parte de las infraestructuras públicas afectadas, incluyendo cuantiosos daños en el patrimonio cultural.

           Ha sido necesario redactar nuevas leyes, modificar otras, elaborar muchos informes técnicos y jurídicos, muchas horas de estudio, análisis y reflexión… en definitiva, un proceso único e histórico que ha conllevado un trabajo tan extenso como riguroso de mucha gente anónima sin cuya labor, visión y profesionalidad hubiera sido absolutamente imposible.

           Cuando recuerdo las incertidumbres, las dudas, el miedo, incluso la desesperación en algunos momentos… no puedo describir la cantidad de sentimientos que afloran, pero todo eso se ha superado gracias al trabajo incansable, discreto, valiente, afrontado los retos con serenidad, templanza y rigor de un portentoso equipo humano, así como a la coordinación casi perfecta de tres administraciones para poner soluciones a la altura de Lorca y sus necesidades.

A día de hoy, diez años después, la mayoría de los edificios demolidos y dañados has sido rehabilitados y reconstruidos, la mayor parte de los edificios que conforman el patrimonio cultural de la ciudad de Lorca y que fueron afectados por los terremotos han sido rehabilitados y puestos en valor y las infraestructuras han sido renovadas. El resultado es excepcional, y ha sigo en parte gracias a la labor profesional y el valor de lo humano.