Cuando ya han transcurrido 10 años de los fatídicos terremotos que sacudieron la ciudad de Lorca durante la tarde del 11 de mayo de 2011, aún resuena en los oídos de muchos el ajetreado movimiento que se produjo ante un fenómeno que nadie se esperaba y que tan devastadoras muestras nos dejó.

La tarde de ese día se presentaba como una más: plena primavera, preparación de las familias e iglesias para que los niños y niñas pudieran recibir su primera comunión, las alamedas dispuestas a acoger a sus visitantes con la previsión de llevar a cabo la obligada parada para reponer fuerzas en cualquiera de los merenderos de la zona o la esperanza de disfrutar del fin de semana en la casa de la playa, dado que el tiempo acompañaba. Pero de pronto, todo se fue al traste y los proyectos se convirtieron en pesadilla.

Habían pasado unos pocos minutos de las cinco de la tarde, cuando la tierra comenzó a avisar. Se registró el primer movimiento sísmico de 4´5 grados en la escala de Richter, que asustó de forma considerable a la población, pero que quedó como uno más, aunque con mucha más fuerza, de los que se producen al cabo del año en esta tierra. Fue un aviso importante de lo que nos venía encima porque comenzaron a tomarse precauciones que, de no haber sido así, el desastre final hubiera sido mucho mayor.

 Pero a las 18´47 horas explotó la “bomba” que nos daría que hablar hasta hoy, cuando diez años después, aún quedan algunas heridas que todos quieren curar cuanto antes y pasar página, que es lo que hace falta.

Del primer terremoto recuerdo que nada más producirse salí a la calle para recoger testimonios que sirvieran de información hacia los medios para los que trabajaba: Onda Regional de Murcia y La Opinión de Murcia. Mi primera parada fue en el barrio de San Diego, concretamente en la iglesia del mismo nombre, donde el párroco me mostró los pequeños daños que había sufrido el templo, que casi dos horas después, resultó ser uno de los más afectados por el siguiente terremoto. Por la calle observaba desprendimientos que habían caído desde las partes más altas de los edificios sobre la calle, pero nada hacía presagiar lo que iba a ocurrir minutos después. En el ayuntamiento, la comisión de gobierno presidida por el entonces alcalde, Francisco Jódar, se había reunido de urgencia en la sala de comisiones o “la cueva”, como popularmente la conocemos los periodistas. Estando en la sala de cabildos con un compañero cámara de LOCALIA, observamos cómo de pronto, nos pareció que quienes se encontraban reunidos en la parte superior, el alcalde y los concejales, iban a caer de un momento a otro sobre nosotros. Lo demás fueron cristales rotos, fisuras en las paredes, gritos, nervios y al salir a la calle, en la Plaza de España, la imagen de una Lorca en guerra, como si lo ocurrido en Sarajevo o Bosnia estuviera ocurriendo en la Ciudad del Sol, una tarde de primavera. El polvo invadía la ciudad. Parte del mismo, que se había concentrado en la atmósfera, procedía de la iglesia de Santiago, cuya cúpula había colapsado y que muchos lorquinos y lorquinas tuvimos la ocasión durante bastante tiempo, de contemplar desde su interior, el cielo azul de Lorca a través del enorme agujero que se había producido. Otra imagen que no olvidaré nunca fue la presencia en la Plaza de España de las Madres Mercedarias, que como otros muchos ciudadanos, nos habíamos congregado allí, al aire libre para evitar que algún cascote cayera sobre nuestras cabezas. Concentrados allí todos, políticos, periodistas y vecinos en general, fueron llegando las más tristes noticias sobre la situación. Fue allí donde tuvimos conocimiento de los primeros fallecidos y que el hermoso barrio de La Viña se consideraba como la zona cero de los terremotos. Aparte, estaban los hospitales, las residencias de personas mayores, los residentes de las viviendas más desprotegidas, los niños, los ancianos, quienes se habían quedado atrapados en un ascensor, en definitiva el pueblo de Lorca que se encontraba indefenso en una tarde de infarto donde los minutos se nos figuraban largas horas. El mando de la situación tomó la decisión de aconsejar a la gente que abandonara sus casas y se desplazara hasta el Huerto de la Rueda donde se estableció el cuartel general durante varios días. Allí se puso en marcha el centro de operaciones hasta donde poco a poco fueron llegando las autoridades, regionales primero y nacionales después para interesarse por la situación. Fue una tarde-noche de miedo. Las réplicas se fueron sucediendo y se llegaron a registrar varias decenas. La más importante a las 22´37 horas de 3´9 grados lo que de nuevo ocasionó el pánico y la decisión de dormir en la calle por miedo a nuevos temblores y a que aumentara la cifra de fallecidos. Hay que destacar que la actuación de las fuerzas de seguridad y servicios de emergencia fue ejemplar en todo momento, cada uno en lo suyo. Policía local, cuerpo nacional de policía, guardia civil, bomberos, servicios de emergencia y protección civil del ayuntamiento, equipos de psicólogos, técnicos en diferentes especialidades, los servicios sanitarios y profesionales de los hospitales, Cruz Roja Española, servicios de ambulancias, voluntarios anónimos…. dieron todo lo que tenían para poder atender a los afectados que pasaron esa larga noche a la intemperie. Desde distintos puntos de la Región de Murcia y provincias limítrofes fueron llegando las primeras ayudas y servicios y durante la madrugada lo hizo la Unidad Militar de Emergencias, que tanto bien hizo a la población durante los días siguientes. Los periodistas también estuvimos ahí, cada uno para su medio o cadena, informando minuto a minuto de lo que estaba ocurriendo en un pueblo que durante horas y días abrió los informativos de la radio, televisiones y primeras páginas de los periódicos de buena parte del planeta.

  Lo demás, ya se sabe. Fueron pasando los días, meses y años y la ciudad y sus barrios se fue reconstruyendo poco a poco. Los medios de comunicación han ido dando cumplida cuenta del proceso de recuperación que ha sido satisfactorio, en líneas generales. En mi modesta opinión, lo positivo en todo ello ha sido que, desde el minuto uno decidieron ir de la mano todas las administraciones: la local, la autonómica y la central sin importar el color político de cada una de ellas. Todo un ejemplo a seguir en los tiempos que corren en los que, si se tuviera en cuenta lo que se hizo en Lorca ante una gran catástrofe, como fueron los terremotos del 11 de mayo de 2011, las cosas nos irían mucho mejor.