Hablar de Ricote con ellos es sentir a flor de piel su pasión por este pequeño pueblo que les ata con fuertes raíces. A pesar de todo (pandemia, nevadas históricas, limitación de movimientos…) conseguimos hacer esta entrevista por video llamada y durante una hora la distancia Madrid/Murcia se desvaneció, convirtiéndose en una cálida conversación a tres sobre familia, tradiciones, respeto, cariño y futuro.

Hijos de Antonio Abenza Lerma (fallecido el 29 de febrero de 2000), reconocido médico tanto en Ricote como en el resto de la Región, y de Amparo Rojo Guillamón, Amparín de Trinidad (fallecida el 28 de agosto de 2020), toda una institución en el pueblo, Celia y José María Abenza vivieron su niñez entre los limoneros de la huerta. Una infancia que recuerdan con cariño. Se mudaron a Madrid en plena adolescencia, pero su madre se encargó de que el vínculo con el pueblo se fortaleciera con los años y vaya si lo consiguió. «Nos sentimos muy ricoteños», señala José María antes de comenzar la entrevista.

¿Qué recuerdos tenéis de las fiestas de Ricote?

José María. Recuerdo que las fiestas en mi casa se celebraban mucho. El día de San Sebastián mi padre invitaba a todos los médicos de los pueblos de alrededor. Se comía pollo relleno. Mi madre y Marica ‘del médico’ (que cuidó a mi padre de niño y vivía con mi abuela paterna) estaban tres días rellenando pollo. Era una tradición de mi abuela paterna, a la que llamábamos ‘La Tita’, era de Albacete y siempre mantuvo las costumbres de La Mancha.

Celia. Recuerdo perfectamente los churros por la mañana y los puestos de turrón. Y un frío pelón, unos días de frío tremendo, eran días de estrenar el abrigo. La comida en casa es otro de los recuerdos que tengo, parecía una pequeña boda de toda la gente que venía.

Y ya de adultos ¿visitabais Ricote por San Sebastián?

JM. Siempre hemos ido en Nochebuena al campo o a Ricote. Aunque estuviéramos fuera de España, siempre íbamos. Este año ha sido la primera vez que no hemos podido ir. Pero como pasábamos allí las navidades, los trabajos no nos permitían volver a ir a Ricote de nuevo apenas unos días después. Ya de mayores hemos ido poco a San Sebastián. Yo disfruté de las fiestas cuando di el pregón en 2003. Además de la satisfacción de darlo, de estar allí con todo el mundo y rememorar los recuerdos para elaborarlo, disfruté sin mirar el reloj, sin prisas por tener que irme. Estuve toda la semana allí y viví todo lo que se hacía en las fiestas.

C. Yo recuerdo especialmente el año que me concedieron el título de ‘Ricoteña ausente y añorada’ en 2009. Lo tengo en mi currículum con mucho orgullo. Me gusta mucho y me parece muy bonito. Me hace tanta ilusión o más que cualquier título que pueda tener en mi historial profesional. Salimos de Ricote con doce años y con el paso del tiempo te vas despegando un poco, empiezas a no conocer a gente cuando vas al pueblo y el hecho de que en un momento dado se acuerden de ti, pues hace mucha ilusión.

Y este año ¿tendréis algún recuerdo especial el día de San Sebastián?

JM. No ha habido ni un solo año que el día de San Sebastián no recordáramos que son las fiestas de Ricote. Hace años, con mi primo Celestino, me uní a un grupo que tenían aquí en Madrid para celebrarlo. Siempre te acuerdas del pueblo ese día.

C. Además, siempre estaba mi madre para recordarlo, que era una ricoteña de pura cepa, desde días antes ya estaba llamándonos para decirnos que iba a ser San Sebastián y preguntarnos si íbamos a ir. Ella siempre ha intentado que mantengamos las tradiciones de Ricote.

Vuestra familia os ha dejado todo un legado del que cuidar ¿a qué le tenéis especial cariño?

C. Una parte importante de nuestro patrimonio es de la familia de hace varias generaciones. Yo le tengo mucho cariño a la casa de Ricote porque vivimos allí de pequeños. Después ya hemos vuelto poco, era más práctico estar en el campo para cuidar a nuestra madre. Ella siempre quiso mantener la casa como si viviéramos en ella, siempre pensó que volvería allí. Era una ricoteña de pro, creo que también lo hacía para que nosotros mantuviéramos allí las raíces.

JM. Más que a la casa como lugar físico, yo tengo recuerdos de afecto a mi estancia en Ricote. Recuerdo perfectamente la casa de Ricote como estaba antes; la escalera de subida, la consulta que estaba abajo, cómo era la habitación donde dormía. Nosotros mantenemos la casa como si viviéramos en ella, la cuidamos como mi madre quería que lo hiciésemos.

Después de toda una vida trabajando ¿jubilación en Madrid o en Ricote?

JM. Bueno, acariciamos la idea de que cuando tengamos más tiempo y más libertad para movernos, nos apetecería pasar por Ricote, irnos unos días e ir introduciéndonos en la vida de Ricote otra vez.

C. En Ricote, si, de hecho ya estoy ultimando los detalles de la casa. Hace tiempo que pensamos en esta idea. Me encantaría volver a pasear por la huerta como hacía con mi abuela, recoger limones, naranjas. Apetece mucho, la huerta está bellísima cuando vamos por allí, el clima tan estupendo… A mí me resulta muy atractiva la idea de volver más frecuentemente.

Si fuerais alcaldesa o alcalde de Ricote (¿por qué no?) ¿cómo mejoraríais la vida del pueblo?

C. Hemos tenido una vida profesional muy intensa, la mía va a ser una jubilación de descanso. Estupendo en lo que podamos colaborar, pero obligaciones no. Hay generaciones más jóvenes y con más energía. Ahora Ricote puede tener más oportunidades, en esta etapa del virus se ha producido una vuelta a lo rural, a una vida más tranquila. De hecho hay mucha gente que ahora vive en el campo y creo que sería necesario establecer alguna línea de transporte que conecte mejor el pueblo con esa zona.

De esta manera el comercio del pueblo se podría revitalizar y supondría una oportunidad para la gente del campo que depende de los vehículos particulares para poder desplazarse. Hace años que había un autobús un día a la semana y se aprovechaba para ir al mercado, etc. Creo que sería una fuente de prosperidad para el pueblo. También intentaría no estropear el medio ambiente en Ricote.

No hagamos como en otros pueblos en los que la economía ha prosperado pero con un coste medioambiental muy alto. Da mucha pena ver esas zonas del Valle de Ricote que han sido arrasadas. Hay que hacer lo imposible por preservar nuestra huerta, nuestro entorno; es una obligación de todos los ricoteños.

JM. En nuestra vida profesional hemos hecho muchas cosas, pero ya se está acabando. La vuelta a Ricote sería más de júbilo, de disfrute, de vivir tranquilos, que para eso es un sitio excepcional. La vida allí es muy atractiva. Ricote es un pueblo que está muy unido a su huerta, y por tanto muy unido al medio ambiente.

La huerta es la fuente de riqueza del pueblo y su parte más bonita. Hay que preservarla, lo que no significa que no se explote. Intentaría potenciar la huerta en un doble sentido; sacar más producción a los limones y al turismo, que se tiene que apoyar en la belleza del paraje. Se podría hacer un cultivo más ecológico, que no modifica el medio ambiente sino que lo mejora y luego la producción tiene mejor salida, mejores precios.

Recuerdo de un viaje por el sur de Italia, un pueblo que vivía exclusivamente de los limones; había fábricas de jabón con olor a limón y de licor con sabor a limón, dulces con limón, galerías donde vendían fotografías y cuadros con limones. Habían sacado al limón todo el jugo que se le puede sacar. No había turista que no saliera del pueblo con su botellita de licor de limón y sus jabones.

C. El limón de Ricote es un producto de excelencia. Lo disfrutan más en el extranjero que nosotros.

¿Algún recuerdo gastronómico de vuestra infancia?

C. Hay una comida de inspiración árabe que mi madre hacía mucho y que a nosotros nos encanta que es el pebre. Tenemos que potenciar y conservar tanto la huerta como la gastronomía. No solo los restaurantes más conocidos como el de nuestro primo El Sordo (del que presumimos muchísimo), si no en general lo que se come en las familias.

JM. Mi madre cocinaba la paella en sus diversas variedades de una manera excelente. Hacía también mucha cocina tradicional. Yo recuerdo un plato que aprendí a hacer, también era un plato árabe, los tallarines. Ella hacía la masa y los acompañaba de caracoles y otros ingredientes. Los platos típicos de Ricote mi madre los hacía exquisitos, además son platos que por sí, los hace en Ricote bien todo el mundo. El arroz y alubias, el arroz y garbanzos… yo he comido en alguna casa y siempre está bueno; tienen su toque particular ricoteño.

¿Qué tiene Ricote que despierta esta nostalgia en el ausente?

JM. Todo el mundo piensa que su pueblo es el más bonito del mundo y nosotros no vamos a ser una excepción, pero es verdad que todas las personas del pueblo que viven fuera se sienten, en general, muy ricoteños.

Conozco a gente de otros sitios de España que nunca hablan de su pueblo, pero todas las personas que conozco de Ricote acaban hablando del pueblo en algún momento. Te puedo decir que en el ambiente en el que yo me muevo todo el mundo sabe que soy de Ricote, aunque no sepan ni donde está.

C. Es un pueblo con mucha personalidad, con mucha fuerza, es algo que se percibe cuando uno llega allí. Se nota la huella del tiempo, la historia, es un pueblo muy antiguo y al final eso se plasma en el paisaje y el carácter de la gente.

Mi madre era así, ricoteña hasta la médula, una mujer muy inteligente, fiel a sus tradiciones, muy familiar. Ella quiso cimentarnos allí porque le parecía que era lo mejor del mundo, y lo consiguió. Creo que en Ricote esto es bastante común; hay gente muy valiosa, con una inteligencia natural, un gran coraje y mucha fuerza.