1. Había dos hermanos de la localidad, que la tenían tomada con un vecino, al que profesaban especial ojeriza. Y para aleccionarle adecuadamente acordaron darle una buena paliza, pero no veían el modo de hacerlo. Hasta que un buen día lo vieron venir de lejos, y se dijeron para sí, «ésta es la nuestra». Amistosamente se enzarzaron entre ellos a darse mamporrazos, y cómo sería el pitostio armado, que el vecino en cuestión tuvo que ayudarles a separarse. Y no fue tarea fácil, ya que no había manera de desunirlos. Es decir, que los hermanos tramaron zurrirle bien la badana al vecino , pero ante esta contingencia surgida, ya sin argumentos, no pudo ser. ¡Así son las cosas!

2. En el Campo de Ricote había un Guardia, que peor que si fuese el de la porra, que se peleó violentamente con una vecina, arreándole ésta tal estopa, (pues era de armas tomar), que por poco lo deja para el arrastre, pero quedándose ella tan agusto. Fueron a Juicio y la condenaron a 5 pesetas de la época.

Pero, en lugar de darle el clásico duro, le encasquetó dos, osea 10 pesetas. Y el Juez, sorprendido, le preguntó por qué le había pagado el doble de lo estipulado, infringiendo la orden, saliéndole con esta perla: «Pues muy sencillo, señor Juez, porque a la salida, nada más volver la esquina, le voy a dar otra buena tanda y así quedamos en paz».

3. Habían dos mozos en mi casa y por una cuestión insignificante (mi hermano diría baladí) se pelearon gravemente. Para resolver el conflicto fueron a Juicio y el agresor negaba sistemáticamente los hechos. Hasta por tres veces, como hiciera San Pedro en ocasión memorable, y diciéndole que no conocía al agredido, al interfecto, ni lo había visto nunca en su vida. Y al otro, a la víctima, se le fue tanto el traque, que empezó a echar venablos por su boca, cagándose en el pipante y hasta en las más altas instancias del arco celestial, como blasfemara el arriero peor hablado, y concluyendo con estas palabras. «¡Pero cómo que no me conoces, si los dos trabajamos juntos en casa de Antonio Abenza! ¡No me jodas!»

4. Habían unas misiones en mi barrio y al fraile predicador lo invitaban cada día a comer en una casa distinta. En el primer domicilio, la anfitriona le puso de menú 'gurullos'. Y la siguiente lo mismo, y la tercera idem del lienzo. Hasta tal punto que estaba el sacerdote de gurullos hasta la coronilla; en su caso concreto, hasta la tonsura (y nunca mejor dicho).

A punto de salir corriendo y con la maleta a punto para irse al Convento, un día lo vieron escarbar, en la tierra, muy insistentemente. Pero no con las manos, sino con la azada más grande que había encontrado en la cuadra. Y los feligreses, muy intrigados, le preguntaron la causa, y ésta fue su respuesta: «Estoy rascando la tierra, para encontrar a la gurulla y que no para más. A ver si así se acaba la casta, de una puñetera vez; ¡y que Dios me perdone€!».

5. Un viudo de la localidad, se casó en segundas nupcias, con una mujer muy pequeñica, y la gente le preguntaba el porqué de esta decisión, y a todos les contestaba con la mayor franqueza (ya que hablamos de los tiempos del tío Paco): «Para lo que yo la quiero, me basta y me sobra». Pero no contento con esta respuesta, aún añadió más: «De lo malo, poco€» Lo mismo que diría el Marqués de Santillana, pero al revés..

6. Estaba nublo, y al poco rato, empezó a caer una llovizna muy suave y tenue que apenas mojaba la tierra. Algo muy parecido al chirimiri del PaísVasco. Y uno de los componentes de la cuadrilla, muy curioso, se dejó un bote vacío para ver la cantidad de agua que caía, o dicho más finamente, para averiguar el índice pluviométrico. Y al regreso del paseo fue a comprobarlo y el bote estaba lleno ¿Milagros de la Naturaleza? Pues no señor, algo mucho más sencillo: que el gracioso del grupo, mientras los demás deambulaban por los contornos, él se había meado en el bote€

7. Habían dos amigos que fueron a pretender a dos hermanas. Una, muy guapa y buena moza y la otra menos. Pero que, en principio, los dos estaban conformes con repartirse así el lote. Pero a la hora de la verdad, se lo pensaron mejor, y los dos querían a la misma, osea, a la más guapa y con las tetas más gordas que, como es natural, que eso lo ve hasta el más tonto. Bueno, el caso es, que en lugar de jugárselas a las caras o los chinos, decidieron resolverlo a palos, por las bravas, pero ni por esas. Al final, perdieron el embite, ya que ambas dos, se casaron con otros lugareños.

8. Un hombre del Campo estaba escardando una olivera almena. Pero, con tal mala suerte, que se le fue una rama y le cayó a él encima; casi a punto de romperse la crisma. Cuando fueron a levantarle para echarle una mano, en lugar de quejarse por estar malherido, profirió: «No, si no lo siento por mí; lo siento por la rama., ¡con la falta que hacía, madre mía!».

9. Iba un hombre, con esquemas mentales más bien simples, montado en una burra, pero con su capacico a cuestas, lleno de almendras. Y cuantos lo veían, aupado en la pollina de tal modo, le preguntaban. «Pero alma de cántaro ¿por qué lo llevas así?» Y él, a unos y a otros, le respondía de igual manera: «¡Para que no le pese tanto la carga, a la pobre burra!»

10. Como teníamos Almazara, uno del campo de Ojós, vino a moler olivas. Y cuando hicieron las cuentas, le dijeron que había que pagar tanto, más los arbitrios; impuesto muy socorrido a la sazón. Y por más explicaciones que le dio mi padre, dijo que no lo entendía. Y así, una y otra vez, que lo tenía al borde del aburrimiento. Hasta que llegó un momento, ya fuera de sí, que lo despidió con estas palabras: «Anda, tira, tira... llevátelo para tu casa y véndelo bien caro». Y con una sonrisita sarcástica, respondió aliviado: «¡Mira, eso sí que lo he entendido€!»

11. Por aquella época vendíamos vino y un barrancojero se llevó una carga. Se lo sirvió mi madre y el buen hombre, en lugar de pagarle a ella directamente, se sentó a esperar a que viniese mi padre, que estaba dándose un paseo, como siempre. Cuando llegó hicieron las cuentas, abonándole lo estipulado. Y mi padre, con los cuartos en la mano, le dijo: «¡Toma María el parné y guardalo donde siempre!» Y él, muy escamado, respondió: «¡Anda, y para eso he estado yo aquí toda la santa mañana esperándole!» Ya que, en su mentalidad, a la antigua usanza, el uso y el manejo del dinero, correspondía exclusivamente al marido€

12. Habían unos parientes en mi casa, y a la hora de la cena, a uno de ellos se le ocurre un huevo pasado por agua. Y mi madre, en lugar de hacerlo según las costumbres del lugar o las suyas propias (rezar un Ave María o un Credo, según el grado de cocción) no le dieron opción, ya que el interfecto, le rogó que se lo hiciese con reloj en mano. Tan nerviosa se puso, que se le fue el santo al cielo, no dando pie con bola. Ya que estuvo tan pendiente de las manecillas del reloj, sobre todo de la más pequeña, que no corría apenas nada€que cuando reparó en ello, el dichoso huevo, estaba más duro que un calicanto.

13. En cierta ocasión, una madre del lugar, manda a su hijo pequeño, a por 6 huevos donde una vecina. Advirtiéndole muy claramente, que sean vendidos o prestados. Pero el crío, en su obcecación o por lo que fuese, recitó como un papagayo el recado, diciéndole a la vecina: «Que dice mi mamá que me dés 6 huevos, daos o regalaos». Tanto chocó la ocurrencia a la parroquiana, que le dijo: «Sí, tómalos; hijo, te los regalo por gracioso€» Celebrando luego las dos mujeres, ¡imaginénse!, salida tan ingeniosa, del zagalico de marras.

14. Hablando de la cosas del campo y del cultivo de las tierras, un vecino le recomienda a mi tío abuelo, muy machaconamente: «Usted lo que debiera hacer es esto y lo otro y lo de más allá». Casi un recetario tan completo, sobre el buen hacer agropecuario, que parecía un Vademecum. Y mi pariente, que tuvo siempre una buena hacienda, pero que estaba entrampado hasta las orejas, sin apenas liquidez (cash, que se dice ahora), le respondió al vecino 'metomentó', con estas palabras: « Tienes razón, por eso no lo hago, porque DEBO».

Reflexión final: ERRAR es de humanos; PERDONAR es divino.