Carmen Márquez Lario, "la abuela de La Hoya", como se le conocía popularmente, nos ha dejado a los 103 años de edad que cumplió el pasado mes de septiembre. Sin hacer ruido, callada, silenciosa, consciente en todo momento de la edad que tenía, "la abuela Carmen" se ha marchado sin poder ver el final de la pandemia provocada por la dichosa COVID-19 y en el momento en el que se anuncia la llegada de varias vacunas para su erradicación. Pero en sus 103 años de vida, Carmen Márquez Lario ha tenido que sufrir los efectos de otras pandemias o situaciones sanitarias y sociales difíciles de superar. Cuando solamente tenía un año de edad, en 1918, la familia tuvo que soportar los efectos de la pandemia de gripe una pandemia causada por un brote del virus de la gripe tipo A que se llevó por delante en todo el mundo a más de 50 millones de personas. Con una pandemia vino al mundo esta mujer afable, sencilla, dicharachera y tenaz y con otra pandemia se ha marchado aunque a ella, afortunadamente, no le ha llegado a afectar. En los años finales de su vida, nunca le faltó de nada. A su lado estuvo siempre su hija, María del Carmen Montes Márquez que se desvivía por ella, lo mismo que su hijo, Mateo contando siempre con el cariño y respeto de sus hijos ,nietos y biznietos para los que ha sido todo un referente en la vida.

Cuando Carmen Márquez Lario cumplió 100 años estuvimos en su casa para hacerle un reportaje que apareció publicado en LA OPINIÓN el 2 de febrero de 2018 con motivo del especial que este periódico realiza cada año coincidiendo con la romería de la Virgen de la Salud.

Entonces, dentro de esa sencillez extrema con la que hablaba, nos dijo que era una mujer que comía de toda clase de alimentos y que ese era uno de los secretos que le habían llevado a alcanzar esa edad. No obstante nos reconocía que el cocido y el arroz con conejo eran sus platos favoritos. Pese a su avanzada edad, todavía eran continuos los paseos a pie por la calle. Contrajo matrimonio con José Montes León cuando solamente tenía 18 años de edad y su marido 24. Lo hicieron en plena guerra civil española cuando todo comenzaba a escasear y las dificultades se multiplicaban para poder subsistir. Su marido procedía de la pedanía lorquina de El Puntarrón y el Santo Sacramento lo recibieron en la ermita vieja de La Hoya, cuyas paredes aún siguen en pie junto al Camino Viejo. A la ceremonia acudieron las personas más allegadas y el menú consistió "en un plato de arroz con algo de carne y ahí se acabó el banquete y la fiesta", nos dijo sonriendo al recordar la "hazaña".

Poco después de casarse, su esposo fue llamado a filas teniendo que comparecer ante la superioridad, viviendo de cerca los desastres de la contienda. Nos recordó que durante el tiempo que su marido pasó en el frente, vino a ver a la familia en dos ocasiones desde Teruel y desde Málaga. Lo hizo siempre a pie y en cada uno de los viajes tardó unos 25 días. Después vinieron los tres hijos: Isabel, María del Carmen y Mateo que le han dado 9 nietos y 12 bisnietos. Nos decía con orgullo entonces, que "tengo más biznietos que nietos y los que pueden aún venir". La vida del matrimonio, en aquellos tiempos, no fue nunca un camino de rosas, sino de dificultades y problemas que tuvieron que ir superando poco a poco. Eufórica nos decía que "hoy se vive en la gloria y no como en aquellos tiempos".

Nos contaba también, con motivo de su 100 aniversario que llegó a comer hasta raíces de alfalfa para poder subsistir en una época en la que "media granada era para nosotros un manjar aunque después pudimos comer pan de cebada cuando fue mejorando la cosa". De lo que sí estaba convencida era de que "como no había pan para comer, nos sobraba una mano". La abuela Carmen, además de cuidar a sus tres hijos acudía al campo a trabajar arrancando cebada, segando de sol a sol y luego trillando en la era, escaldando o recogiendo higos que eran las faenas más habituales de entonces. Nos recordaba la época del estraperlo en la que se hacían intercambios de determinados artículos por alimentos para poder seguir viviendo. Los miércoles acudían al mercado de Totana en el carro y los jueves iban al de Lorca. Lo que sí tuvo claro siempre es que "antes nos divertíamos mucho más que ahora que hay tanto adelanto y tantas redes sociales". No había luz eléctrica ni agua corriente "pero las fiestas no faltaban nunca", nos comentaba muy alegre rememorando tiempos pasados.

Nos recordó también que "los bailes en los cortijos estaban a la orden del día, con jotas, parrandas y malagueñas". Nos aseguró que siempre fue una gran devota de la Virgen de la Salud, patrona de La Hoya. Precisamente vivía, junto a su hija María del Carmen, junto a la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús a donde llegará la imagen de la Virgen el próximo 6 de diciembre. El párroco, Kenneth Chukwuca tuvo ocasión de acudir a su domicilio un día antes de fallecer para darle la extremaunción. La capilla ardiente de Carmen Márquez Lario ha estado instalada en el tanatorio BLAYMAR de Lorca, donde pese a la situación sanitaria por la que atravesamos, muchas personas han acudido para dar el último adiós a la "abuela de la Hoya" que nos ha dejado a los 103 años de edad.

Curiosamente, hace un par de meses falleció también, Juan Antonio Sánchez Cifuentes a los 95 años de edad, vecino de Carmen Márquez. Juan Antonio era el varón más veterano de los algo más de 4.000 habitantes que residen en esta pedanía lorquina. Que en paz descansen ambos.