En Inazares (Moratalla), uno de los núcleos diseminados más altos de la Región, se encuentra el viñedo más alto de Europa a 1.375 metros de altitud. Se trata de un proyecto de José Andrés Prieto y su familia. El objetivo era convertir la agreste tierra a la sombra de Revolcadores en un provechoso viñedo que aprovechara todos los beneficios de una plantación en altura y la climatología de la zona. Para ello han sido necesarios diez concienzudos años de trabajo. Ahora, Alto de Inazares vuela con unos vinos con personalidad propia.

Esta bodega también está sirviendo para fijar población al terreno, en una tierra olvidada de lunes a viernes y en una aldea donde tan solo hay censadas 22 personas, según el censo del INE del año 2016.

Una aventura llena de incógnitas y no exenta de riesgos. Tuvieron que experimentar la capacidad de adaptación de las viñas a unas rigurosísimas condiciones climáticas y a un suelo rocoso, aún virgen, en el que la fauna silvestre y los fenómenos climáticos iban a condicionar decididamente el cultivo del viñedo.

Como compensación a unas condiciones de cultivo tan duras, la tierra les ha regalado unos vinos amables, frescos, aromáticos y equilibrados.

José Andrés explica que «era un proyecto muy arriesgado, aunque ya habíamos hecho alguna indagación y sabíamos que cultivar uva a esta altitud era una garantía de tener uva de gran calidad». En este sentido, incide en que «la altitud lo que nos da es una acidez que es extraordinaria y eso nos aporta vinos equilibrados y amables, ese es el aspecto diferenciador».

Con el proyecto en ciernes contactaron con varios enólogos de bodegas renombradas, empezando con uno de ellos. Diez años más tarde, tienen dos cosechas en el mercado. «Nos ha costado mucho producir y tener la capacidad suficiente para elaborar, hace dos años empezamos la construcción de la bodega». Actualmente la enóloga María José Fernández está encargada del proyecto.

Prieto explica que la mayor complicación ha sido el clima, «y concretamente en esta zona que estamos de alta montaña, la roca madre está a flor y para que la planta encuentre su sitio para progresar le cuesta mucho». A esto hay que sumar los fuertes vientos, granizos desde el mes de abril y nevadas hasta el mes de junio. Unas características que les exigió buscar variedades de corte septentrional, que tengan un ciclo muy corto y que se puedan desarrollar en poco tiempo, algo que obliga a una poda muy tardía, «luego tenemos la agresión de la fauna que entra en el viñedo, algo que nos obligó a instalar un sistema de redes complejo, que con los fuertes vientos lo hace muy complicado», pone de manifiesto este bodeguero.

José Andrés se dedica a la arquitectura y al interiorismo, y en el año 2000 llegó a Inazares «en pleno boom. Necesitaba un respiro y una noche de mayo vine a caer a Inazares, sin saber muy bien donde venía, y al levantarme al día siguiente vi el paisaje y me enamoré, tanto que vine un sábado por la mañana y el domingo había comprado la finca». Desde ese momento, comenzó uno de sus sueños de toda la vida, construir con sus manos su propia casa de madera: «Estuvimos dos años construyendo esta casa y esa filosofía ha seguido siempre en el proyecto, el viñedo lo cultivamos nosotros, con alguna ayuda, y la bodega también la hemos construido nosotros con nuestras manos».

Ocho variedades

Actualmente sobre una extensión de 2,88 hectáreas hay plantadas ocho variedades, aunque por el momento, únicamente producen cuatro de ellas. De una de ellas este año se embotellarán unas 50 botellas. En blanca Viognier, Chardonnay, y en tintas elaboran Syrah y Pinot Noir, de los que son pioneros en la Región de Murcia. Y las restantes son Gewürztraminer, Sauvignon Blanc, Riesling y Verdejo, «estas cuatro estamos esperando, después de diez años, de poder hacer alguna botella», explica José Andrés. Elaboran vinos 100% monovarietal. Además con una parcela que poseen en lo alto de Bullas se elabora una interpretación propia de la Monastrell.

Sobre las vías de comercialización, José Andrés explica que «fácil no hay nada, y más para nosotros, que somos nuevos en el mercado», explica que «hay 4.400 bodegas en España, nosotros somos una de las últimas y abrir ese mercado es realmente complicado, pero nuestros vinos tienen algo diferente que realmente llaman la atención y eso hace que tengan una puntuación excelente en guías como Peñín».

Actualmente tienen varios distribuidores en la Región, también están presentes en restaurantes como La Cabaña, Magoga y el Zalacaín. Y este año han conseguido, a través del ICEX, salir al mercado exterior consiguiendo un distribuidor en Suiza y otro en Shanghai. «Esperamos antes de final de año poder llegar al mercado alemán y griego, son pequeñas partidas, ya que producimos muy poco, pero estamos despertando interés en varios mercados, actualmente producimos sobre unas 9.000 botellas», adelanta José Andrés.