Algunos de los lectores de estas páginas recordarán cuando, a finales de la década de los años 60 o principios de los 70, la imagen de la Virgen de la Salud bajaba cada año desde su ermita del monte a pasar unos días con el vecindario siendo acogida en la primitiva ermita del pueblo hasta que se construyó la nueva iglesia parroquial.

Son tantos los recuerdos que trae a la memoria de muchos la citada ermita, que el pasado 10 de noviembre, los vecinos de La Hoya quisieron rendirle un homenaje, aprovechando la marcha solidaria promovida por la Asociación Camino a la Esperanza, para recaudar fondos con destino al préstamo contraído por la parroquia para hacer frente a los gastos de la última restauración que se ha llevado a cabo en el templo parroquial.

Durante el almuerzo de convivencia que se llevó a cabo, pese al intenso frío que se registró ese día, hubo un momento para traer a la memoria recuerdos de hace más de medio siglo, cuando el número de habitantes de La Hoya no alcanzaba el medio millar. La ermita se encuentra dentro de una finca privada propiedad de los hermanos, Juan, Juanita y Facunda Periago, que actualmente gestionan sus herederos.

Los primeros sacerdotes que hubo fueron Francisco Quiñonero que ejercía también sus funciones en el regimiento de infantería Mallorca 13, quién se desplazaba hasta La Hoya en carro o en moto y al que después había que subir en una burra hasta la ermita de la Salud cada 2 de febrero. También estuvo atendida por Amable y Ginés Cifuentes a quienes se les recuerda vestidos con rigurosa sotana y sombrero en una época en la que mujeres y niñas tenían que acudir a misa con un velo en la cabeza y la ceremonia religiosa se oficiaba en latín y de espaldas a los feligreses.

A lo largo de la mañana de convivencia de ese día 10 de noviembre, se recordó también a los caseros de la finca, Francisco Navarro y María Peñas que con su hijo Juan y nuera María del Carmen, vivieron muy de cerca las vicisitudes de la época. No faltaron tampoco palabras de recuerdo para algunos de los mayordomos de entonces: Lucas Guirao y Josefa, Martín y Caridad, José Márquez y Catalina, Julián Moya y María, José Pividal y Soledad o Juan El Salud y su esposa Antonia.

El último sacerdote que hubo en la citada ermita fue Pedro Pelegrín Navarro que falleció hace casi dos años, gracias al cual se pudo construir la nueva y actual iglesia que aún se mantiene en pie. Los mayores elogios fueron, precisamente, para él, como impulsor de la gran transformación que experimentó La Hoya a partir de mediados de los años 60 del siglo pasado. También hubo muestras de cariño para los monaguillos que tuvieron los respectivos sacerdotes, para la cuadrilla de pascua y para su guión, el Tío Mateo Moya, al que siguieron, entre otros, Paco El Chicharra y Andrés Abellaneda sin olvidarse de algunos de los guitarristas como fueron el Tío Antonio Montoya y Manuel Rosell.

Algunos de los presentes en esa jornada de convivencia, recordaron ante el colectivo, cuando en la pequeña ermita, ahora homenajeada, se rezaba el Vía Crucis durante la Cuaresma por parte de la Tía Clementa y la Tía Dolores, la del Tío Mateo Moya a la que después seguiría Salvadora Sánchez Úbeda que todavía lo viene haciendo. Otro de los momentos más emotivos de ese día, se produjo al recordar cuando el franciscano Padre Isidro se desplazaba hasta La Hoya de misiones o cuando, con motivo del día de la Encarnación, cada 25 de marzo, había que rezar 100 Ave Marías provistos de 100 diminutas piedras en los bolsillos que había que arrojar a orilla del camino cada vez que se rezaba una oración.

Otro de los asistentes al acto ese día recordó cuando la Navidad se celebraba por todo lo alto desde el día del Nacimiento, 25 de diciembre, hasta el 28 del mismo mes, festividad de los Santos Inocentes o cuando la campana de la pequeña ermita repicaba durante tres veces, antes de comenzar la misa, para avisar al vecindario de que había que acudir al acto religioso. Dos de las imágenes que había en la ermita vieja se conservan aún en la actual. Se trata de una talla en madera de San Isidro Labrador y una imagen de escayola de la Virgen Milagrosa.