Al finalizar la ceremonia religiosa y después de la comida que se ofrece a los integrantes de la cuadrilla, se presentan dos opciones para poder disfrutar de lo que queda de jornada festiva. Por una parte, en el interior del templo comenzarán de nuevo los cantos de pascua a los pies de la patrona con los guiones Andrés Abellaneda, Serafín Ruiz, 'El Fari', Juan José Montes y José Acosta 'El Ganadero', quienes después de haber tomado fuerzas se preparan para abordar el duro trabajo que les espera hasta bien entrada la noche.

Sus voces serán aderezadas en todo momento, por los instrumentos magistralmente dirigidos por los músicos de la cuadrilla. Es el momento, a partir del cual, familias y particulares se dirigen hasta los guiones para que les canten a sus seres queridos de la misma forma que se viene haciendo desde que, uno de los primeros maestros del trovo, el Tío Mateo Moya, lo bordara en la pequeña ermita de la Salud.

Fuera, en la calle, bajo la carpa colocada por TELEMAG y junto a las estufas para guarecerse del frío, comenzarán los tradicionales bailes de pujas, con las jotas, parrandas y malagueñas que la otra parte de la cuadrilla tocarán para continuar la fiesta como se viene haciendo desde hace más de un siglo. El trabajo será dirigido por Jesús Abellaneda y todos recordarán al maestro de maestros, Juan Pérez Jiménez que con su peculiar forma de ser animaba la fiesta en todo momento. Su sucesor sigue sus mismos derroteros.

Lo de los bailes de pujas se basa en una tradición que cuenta con un público específico: hombres y mujeres que esperan cada año con ansiedad que llegue el momento para sentarse junto a la cuadrilla y disfrutar de todo un espectáculo que no es fácil de ver en otros sitios. Los cinco euros que ofrece alguno de los asistentes para que fulanico baile con menganica se pueden triplicar si el destinatario de la propuesta no la acepta. Así son las pujas, una tradición que perdura en el tiempo y que van pasando de generación en generación con los mismos instrumentales y protocolos.

El acto continúa hasta que llega la hora de subastar la tortada, uno de los atractivos mayores de la fiesta, mientras que en el interior de la ermita siguen la cuadrilla y los guiones complaciendo a cuantas personas se acercan solicitando sus atenciones.

Se trata de una tortada lorquina en la que predominan las figuras de merengue horneado hasta alcanzar las 8 alturas, aunque la cosa empezó con 5 ó 6 solamente. En la última altura aparece la imagen de la Virgen de la Salud hecha también a base de merengue. Las alturas del dulce pastel se sostienen sobre andas de madera donde las hábiles manos del pastelero tienen que hacer equilibrios para que se sostengan una sobre otra para evitar que la obra maestra se derrumbe.