Entre los vecinos de nuestra pedanía de La Hoya que se nos han ido durante los últimos doce meses y que este año no podrán estar entre nosotros viviendo la tradicional Romería con la Virgen de la Salud, como han hecho otras veces, se encuentra Andrés Rojo Poveda ‘El Chicharra’, que nos dejó hace tan solo un mes, concretamente, el pasado 4 de enero, a los 86 años de edad.

Andrés ha sido y seguirá siendo todo un referente en la historia de este pueblo y en la memoria de sus gentes por sus iniciativas, empeño y esfuerzos, contribuyendo en todo momento a una mejor convivencia y a luchar para que las tradiciones de nuestra tierra no se pierdan. Al margen de todo ello se encuentra su faceta empresarial, habiendo sido capaz de mantener vivo el nombre de la Venta Chicharra, donde en otros tiempos pernoctaban las caballerías, incluyendo carruajes y parada de sementales.

Gracias a Andrés, a su esposa Juana Sánchez y a los tres hijos e hijas del matrimonio (Antonio, Juan y Ascensión), la Venta Chicharra es conocida hoy en toda España y parte del extranjero por el pan tan sabroso, crujiente y casero que se elabora cada día en su horno de leña, como siempre se ha hecho.

Andrés ‘El Chicharra’ ha sido siempre un amante de las tradiciones, fomentando la cultura popular y trabajando codo con codo con todo aquel que ha querido para que las buenas costumbres no se vayan al traste.

Nos contaba, allá por el mes de febrero de 2016, con motivo de la entrevista que le hicimos para este suplemento especial de la Romería de la Virgen de la Salud, que su tío Fulgencio fue durante muchos años guion de la cuadrilla de La Hoya. Asimismo nos recordaba con nostalgia que su padre, Antonio Rojo Rodríguez, preparaba a los niños y niñas para representar Los pastores y el nacimiento de Jesús, en estrecha colaboración con el maestro de escuela Juan Navarro García que da nombre al colegio de la pedanía.

Andrés Rojo fue quien continuó con la tradición y, en el año 1990, llevó a cabo la misma representación en el patio del colegio de La Hoya, donde recibió el reconocimiento y gratitud de los vecinos. Nos decía en esa fecha que a sus 82 años todavía le quedaban fuerzas para volver a repetir la función, porque le seguía picando el gusanillo. No obstante, nos reconoció que «me lo pienso dos veces porque los zagales de ahora son mucho más revoltosos que los de antes y resulta mucho más difícil trabajar con ellos».

Andrés, junto a sus hermanas y resto de la familia, fue siempre una persona muy solidaria y dispuesta a colaborar con cualquier causa que tuviese como denominador común el servicio a los demás. Si se organizaba una comida para recaudar fondos para cualquier asunto relacionado con el pueblo, allí estaba siempre Andrés apoyando a los que la organizaban y prestándose para cualquier tarea que hubiera que desarrollar.

Pero Andrés se marchó antes de tiempo y dejó pendientes a varios colectivos de La Hoya su reconocimiento público por ser quien era, por su buen talante y por haber contribuido con su granito de arena a que su tierra y sus gentes sean un poco más conocidas.

Allí donde estés, amigo Andrés, sigue intercediendo ante nuestra Virgen de la Salud y nuestro Sagrado Corazón de Jesús, para que sigamos teniendo personas como tú, que dan parte de su vida por el bienestar de los demás.