Una nueva seña de identidad cultural, atractiva y turística es cada vez más protagonista en los barrios y espacios de Molina de Segura. En la localidad se han propuesto en los últimos meses embellecer algunas zonas a través del arte urbano, en concreto con gigantescas pinturas murales que resaltan entre los distintos edificios.

El último espacio en sumarse a esta 'moda' que cada vez gana más adeptos entre los molinenses ha sido el emblemático Barrio del Castillo. Un nuevo mural conmemorativo que homenajea al Mirador del Castillo 'La Alcazaba' y a la antigua muralla luce en las calles de la histórica barriada.

Se trata de una iniciativa puesta en marcha por la propia Asociación de Vecinos del Barrio del Castillo para revitalizar la zona y que ha hecho realidad el artista yeclano Jorge Ortuño, que ha utilizado las paredes de las viviendas como lienzo para rendir tributo a la barriada del que guarda un especial cariño debido a que tiene familiares que viven en la zona, por lo que ha pasado mucho tiempo entre sus calles durante su niñez.

Salvaje Selva, como se conoce a Ortuño dentro del arte urbano, ha llevado a cabo a través de la pintura representaciones artísticas de motivos emblemáticos del barrio, de su historia y de sus leyendas, como la muralla árabe, el mito de los pasadizos subterráneos, la arquitectura de la Iglesia de la Asunción, o el característico Restaurante La Maita. Otras pinturas también recientes son las que se han realizado en los alrededores del Pabellón Serrerías y el Instituto Vega del Táder.

En la calle Eduardo Linares, que ya contaba con el mural del artista molinense Pepe Yagües 'Un gato volando, contra el encauzamiento del pensamiento', inaugurado hace ahora más de medio año, se ha añadido una más, encargada por el propio instituto molinense.

Corresponde al molinense Juanma Puche, conocido artísticamente como Sr. Mapuche, y a través de un ángel ha querido reflejar «un juego de espejos atemporales entre el Renacimiento (Leonardo da Vinci y el espejo), así como un reflejo de una sección del escultor neoclásico Antonio Cánovas. En definitiva, una vuelta al mundo del arte clásico». La otra pintura mural, ubicada en la pared izquierda de la entrada del Pabellón Serrerías, corresponde al colectivo Negro Maravilla, compuesto por los artistas locales Dyca, Rafaka y Amado. La realizaron en menos de una semana este verano con motivo del 50º aniversario del Vega del Táder.

Han querido plasmar una representación de la obra de Rubens Las tres gracias, siguiendo la línea de una estética moderna, utilizando el negro, y conceptos de Diseño Gráfico, como las diagonales y el uso del color como elemento puntual.

«No todo el arte tiene que estar encasillado como 'arte formal' como el que hay en una galería. El arte urbano ya está consolidado y reconocido», apunta Amado, que reconoce que realizarlo «es nuestra forma de expresar nuestra inquietud artística».

«Es importante que el Ayuntamiento apueste por los artistas locales a la hora de embellecer la ciudad, porque para mí el arte urbano es la vertiente artística por excelencia de este siglo, ya que es para todos los ciudadanos, no solo para los que van a una galería o a un museo», subraya.

La concejala de Juventud y Cultura, Soledad Nortes, aseguró a esta Redacción que Molina de Segura está inmersa en un proyecto para embellecer la ciudad. «Vamos a seguir trabajando en realizar más murales con el trabajo de varias concejalías, como Vía Pública, Juventud y Cultura».

La edil destacó que esta 'transformación' no solo se va a llevar a cabo con la realización de murales, sino también «con diversas acciones culturales y remodelaciones, como el del barrio de San Roque con la Estrategia de Desarrollo Urbano Sostenible (Edusi) para que la entrada a la localidad sea mucho más bonita». Es algo similar a lo que hay a la entrada de Molina por la carretera de Fortuna, donde hay pinturas murales que representan la Noria del Parque de la Compañía, la Iglesia de la Asunción, el Teatro Villa de Molina o la Dama de Molina.

Precisamente los vecinos de San Roque también cuentan con un mural en el que, al igual que con el del Barrio del Castillo, aparecen motivos emblemáticos de la zona. En este caso fueron los propios habitantes de esta parte de la ciudad los que pintaron distintos escenarios como la Acequia Subirana, la Ermita de la Consolación, la zona de huerta, y la Ermita de San Roque.