Adentrase en un templo templario es descubrir infinidad de símbolos que para muchos han quedado ocultos, pero que para otros se descubren a simple vista cuando pasean entre las naves de la primitiva iglesia que se entrelazan con las posteriores ampliaciones que ha sufrido el templo. Es el caso de la Iglesia-Museo de Santa María Magdalena de Cehegín, uno de los templos más importantes de toda la Región. La arquitectura y elementos que la componen hacen de ella una pieza de indiscutible calidad dentro del panorama de la arquitectura religiosa murciana.

El templo, obra de Jerónimo Quijano, es una referencia del paso de los templarios por la Comarca del Noroeste. Jesús García explica que «a simple vista, cuando un visitante neófito visita el templo, son muchos los símbolos grabados tanto en la propia estructura como implícitos en elementos corpóreos externos que se pueden encontrar».

El principal de ellos y que ahora se está poniendo en valor es la imagen del siglo XIV, tallada en un solo tronco de olivo de Santa María Magdalena. García pone de manifiesto que se trata de «una imagen que hasta bien entrado el siglo XX -años 80- estuvo colocada en la fachada lateral, que en un día fue -hace más de tres siglos- fachada principal del templo».

Estuvo colocada en una hornacina, cuya distancia con el suelo y debido al castigo de las inclemencias del tiempo «hacía pensar a las personas que la admiraban a su paso por la calle que se trataba de una imagen de piedra, por lo agrietado de su composición y esa imagen de cenicienta que terminó teniendo», incide García.

En los años 80 se realizó una intervención de la fachada lateral; y los albañiles descubrieron al montar los andamios que estaban ante una imagen de madera. Se decidió por su mejor conservación retirarla de la fachada y guardarla en el interior del templo. Fue cuando se comenzó a investigar el devenir que había tenido la imagen a lo largo de la historia.

«Fue cuando se descubrió que hasta mediados del siglo XVIII había sido la imagen policromada que había presidido el altar mayor de la parroquia desde el siglo XIV», explica el graduado en Historia y con un máster en Patrimonio histórico Jesús García, quien recuerda que «una importante controversia durante el siglo XVIII lleva a uno de los párrocos a encargar una nueva imagen de Santa María Magdalena, que se adapta más a los criterios que la iglesia católica tenía en torno a la imaginería de esta santa y desterrar esta imagen».

Según relatan, esta Santa María Magdalena se presenta con un Evangelio abierto en su mano izquierda, y en su mano derecha lleva un pequeño frasco de ungüentos. Por otra parte, en la cabeza lleva una diadema y los pliegues de su túnica, que la representa prácticamente como una princesa, formando una constante V. «Esta simbología propiamente templaria la representa no como la pecadora que a partir del concilio de Trento se describió, sino como una princesa, una mujer de noble cuna y de clase social alta con la que Jesús habría tenido una especial vinculación y a la que los Templarios adoraban como vínculo entre los mortales y su Salvador Jesús», explica el graduado en Historia del Arte.

En aquel momento, el cura decidió retirar aquella imagen y encargar otra que la representa como más pecadora, penitente con un pequeño crucifico y una calavera. «Una imagen que podemos describir porque se conservan algunas fotografías, ya que fue arrasada por las llamas en 1936».

Símbolos en la cantería

En el último tramo cercano al altar, en lo que sería la actual capilla de Nuestra Señora del Carmen, antes capilla del Rosario, en una de las pilastras adosadas al muro se encuentra una 'R invertida' propia de la simbología templaria. Desde las bóvedas, también en el exterior, se pueden encontrar desde crismones, así como tres 'G masónicas' en el muro de la nave de la epístola, en el lateral exterior.

También se pueden ver relojes de arena acostados, que además de estar vinculados a la orden templaria en muchos casos servía a los canteros para marcar el trabajo realizado y posteriormente poder cobrarlo.

Por último, García pone de manifiesto que «todo se ve apuntalado por la documentación, que nos dice que entre 1266 y 1312, Cehegín junto con Caravaca, Bullas y el Señorío de Canara fueron unas tierras regidas por los templarios, a través de distintos fueros hacia esta orden religiosa, y que cinco años después de la disolución de la orden, en 1307, se mantuvieron en Cehegín.