La Audiencia Provincial ha condenado a pasar cinco años, tres meses y un día entre rejas a un vecino de Calasparra de 29 años de edad por un delito continuado de violación al que sometió a la que entonces era su novia.

Asimismo, cuando salga de la cárcel, este individuo ha de pasar ocho años más en libertad vigilada, tiempo durante el cual no podrá acercarse a menos de 300 metros de su víctima ni comunicarse con ella por ningún medio.

Así se establece en la sentencia, a la que ha tenido acceso este periódico, en la que también se condena al hombre a 60 días de trabajos comunitarios por el delito de acoso y a otros 60 días por el delito continuado de amenazas leves en el ámbito familiar.

Tal y como se lee en el relato de hechos probados, todo comenzó cuando el sujeto volvió a su casa (que, por aquel entonces, compartía con la que era su pareja) algo bebido, tras haberse pasado con el alcohol en las fiestas del pueblo. Esta situación «mermaba ligeramente sus facultades mentales», apostilla la Audiencia.

Fue entonces cuando, ya en el domicilio, abordó a la mujer y le dijo que quería mantener relaciones sexuales. Ella le dijo que no. Y empezó la violencia. «Aprovechando que ella se encontraba limpiándose los pies en el bidé, se acercó por detrás e intentó desabrocharle el botón del pantalón, pidiéndole ella que no siguiera puesto que no le apetecía mantener relaciones sexuales, lo que enfadó al acusado, que, sin mediar palabra, le dio un fuerte bofetón en la cara al que siguieron varios más, al tiempo que le decía 'ponte de rodillas y mírame a la cara', agarrándola del pelo y arrastrándola hasta el pasillo», se detalla en la sentencia.

Fue más aún. El sujeto la desnudó contra su voluntad y, una vez desnuda, le dijo frases soeces «mientras la cogía fuertemente del pelo y le empujaba su cabeza» de tal modo que la obligó a que le practicase sexo oral. Le tapaba la boca, «para impedir que ésta pudiera gritar». Después «la arrastró por la vivienda hasta llegar al dormitorio, donde la tumbó en la cama boca arriba, poniéndose él encima» y la volvió a agredir sexualmente, «dándole guantazos en la cara cada vez que ella le rogaba que parase».

El tribunal concreta que el hombre «paró un instante para nuevamente cogerla del pelo y llevarla a rastras hasta la cocina, donde le derramó una botella de litro y medio de agua por encima» con el fin de humillar a su víctima. A continuación, volvió a forzarla sexualmente.

«Minutos después, la volvió a llevar a rastras hasta el dormitorio, donde la tiró sobre la cama, poniéndose él encima de ella, penetrándola contra su voluntad por la boca, eyaculando esta vez en su interior», sigue el juez.

A la mañana siguiente, cuando se despertaron, «el acusado mordió a la mujer en la cara y empezó a tocar todo su cuerpo, quedándose ella bloqueada, haciendo todo lo que él le pedía por el temor a que se repitieran las agresiones de aquélla madrugada, llegando el acusado a penetrarla vaginalmente y eyaculando en su interior». La víctima pudo escapar de la vivienda «aprovechando el momento en que el acusado se metió en la ducha».

A partir de este día, en que la mujer dio por finalizada su relación sentimental con el acusado, y hasta el día de su detención, meses después, el hombre «incapaz de aceptar y respetar la decisión de ella, con ánimo de hostigarla y amedrentarla, no cesó de llamarla y enviarle mensajes de WhatsApp, así como de controlar sus salidas, condicionando así el día a día de la mujer, quien requería de la compañía de alguna amiga para salir a la calle».

Una vez, el ya condenado llegó a perseguirla con el coche por Calasparra, «dándole las luces largas para que detuviera el vehículo y exigiendo que se introdujera en su coche y se fuera con él». «Como te vea con otro, te mato a ti y al otro», la amenazaba.

A la hora de dictar sentencia, el tribunal tiene en cuenta «las atenuantes analógicas de afectación alcohólica y de confesión tardía, y la agravante de parentesco», se detalla en la resolución. Las costas se imponen al condenado.