La 'directividad' es la causa probable del enorme potencial destructivo del terremoto de 5,1 grados de magnitud que sacudió Lorca en el año 2011, según concluye un estudio desarrollado por investigadores de la Escuela Técnica Superior de Caminos, Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Madrid.

Los expertos se preguntaban cómo un terremoto aparentemente pequeño pudo causar tantos daños -nueve muertos, 324 heridos, el derribo posterior de más de mil viviendas- y la respuesta puede encontrarse en ese fenómeno físico de la directividad. Consiste en la ruptura progresiva de la falla en una determinada dirección y a una velocidad similar a la de propagación de las ondas del terreno y eso provoca que gran parte de la energía de la ruptura llegue concentrada en forma de «un único y potente pulso de movimiento».

«Es como si la energía liberada durante el sismo llegase procedente de una única dirección y concentrada en un instante, en una sacudida aislada», afirma Carlos Gordo, investigador del Grupo de Ingeniería y Morfología del Terreno de la Politécnica.

El investigador asemeja el fenómeno al que produce un avión rompe la barrera del sonido y produce una explosión sonora, pero señala que se trata de una singularidad del temblor de Lorca porque el fenómeno de directividad no suele estar asociado a eventos sísmicos de magnitud moderada, como fue el del 11 de mayo de 2011. Aunque los efectos de la directividad son conocidos hace tiempo como potenciadores de la intensidad de los terremotos, este es un factor que no se había analizado de manera sistemática en eventos de magnitud menor a 6,5 grados en la escala de Richter.

Las aceleraciones registradas durante el terremoto «excedieron ampliamente -hasta el triple- los valores esperables predichos por los modelos regionales actuales de peligrosidad sísmica».