Un día tuve la bendita fortuna de que me preguntaran de dónde soy. ¡Soy de Lorca! dije yo. Al decir Lorca comprobé que no es lo mismo decirlo viviendo en ella que acercándote cada vez que puedes a recibir su abrazo. ¡Soy de Lorca! Lo dices y las letras se separan para sonar a grande. Uno es de donde nace y hasta el haber nacido en esta ciudad es un mérito que debo a mi madre. Ella en algún momento de su vida seguro que sintió la necesidad de huir hacia otro lugar y no lo hizo. Gracias por tu aguante, mamá. ¡Soy de Lorca!

Con los años constatas que una cosa es haber nacido en Lorca y otra cosa es ser lorquina. Eso es harina de otro costal. Ser lorquino no es fácil. En la historia se refleja que nada nos ha sido dado y hasta en la más reciente de nuestras batallas encontramos huellas que nos demuestran que ser lorquino puede ser de todo menos sencillo. Tan sólo hay que ir a la hemeroteca de LA OPINIÓN para comprobar que aquel 11 de marzo del año 11 nadie apostaba porque todo sería algún día igual o parecido. Hizo falta dinero, hizo falta pelear, pero sin el espíritu, el tesón, el saber hacer del lorquino€ hoy esta ciudad sería un montículo de escombro. Ser lorquino no fue ni ha sido ni es fácil. Qué lástima que ese espíritu no se pueda procesionar. Porque a procesionar no nos gana nadie. Qué pena no poder enseñar al mundo entero, como enseñamos nuestros bordados, nuestros colores, que algo diferente se mueve en el interior de un lorquino!

Soy de Lorc. Soy lorquina. Soy azul. Tan azul que aspiro (ilusa de mí) a pregonar umn día la Semana Santa. Al leer mi deseo, si eres de Lorca se te va a notar porque ríes. No descarto mi sueño. Empezaría el 'pregón de mi vida' con un 'gracias' tan enorme que resonaría de tal modo que se oiría en todas diputaciones de mi tierra. Porque ¡mira que es grande Lorca... y larga.

En Lorca no todo es procesionar. Aquí somos propietarios de una huerta envidiable, de un secano productivo, de una costa inimitable, de arte urbano, de una industria que se defiende y de la gastronomía que no empacha sino que vicia. Tan solo queda enseñarlo. Mostrarlo para que con orgullo podamos, al igual que pasa con nuestros desfiles de Semana Santa, sentir la envidia que esconden quienes tienen algo parecido€ pero no llegan a lo nuestro. Lo nuestro hay que sacarlo fuera para que quienes aspiran a ser mejores tengan con qué comparar, tengan un ejemplo. Habrá quienes piensen: Ale, se ha pasado. Pero es que soy de Lorca y lo mío es lo mejor. Forma parte de 'ese' espíritu. Difícil de entender. ¡Claro! Para eso hay que ser de Lorca.

Los que no vivimos en esta ciudad (nuestros motivos tendremos) llevamos en el bolsillo la misión de vender lo que desde fuera añoramos. Los que cada día subís de las pedanías sur al centro de la ciudad, bajáis de las pedanías altas u os desplazáis al centro desde las limítrofes con Puerto Lumbreras o Totana, también los que disfrutáis a diario de sus calles porque vivís en cualquiera de sus esquinas, tenéis nuestro compromiso: nunca vamos a dejar de hacerlo. Es más, contais con un puñaíco de lorquinos que gracias al periódico que este año recibe el cariño de 'mi pueblo', LA OPINION, tenemos un lienzo donde opinar y escribir sobre la vida desde diferentes ángulos. Ni que decir tiene que por ser de donde somos a veces es imposible que la pluma no se resbale y escriba para adentro, para nuestra tierra. Siempre podemos 'parapetarnos' (por haber salido de las paretas de San Diego) diciendo aquello de: ¡Soy de Lorca!