Cuenta la tradición oral que el origen de las pitanzas de Librilla estuvo en un año de sequía, allá por la Edad Media, en el que la mala cosecha dio lugar a que los vecinos decidieran repartir el trigo guardado en el Pósito Municipal para paliar el hambre, realizando la promesa a San Bartolomé. Desde 1877 se cumple con la tradición que ayer volvió al pueblo, cumpliendo con el emblema de sus fiestas patronales. Y es que anoche, con bastante retraso sobre el horario previsto que eran las nueve de la noche, se lanzaron 8.000 panecillos elaborados con los donativos de sus vecinos desde los balcones del Ayuntamiento de la localidad.

La plaza del Consistorio estaba a rebosar con miles de vecinos y visitantes ávidos de conseguir su 'premio' en forma de panecillo y que para muchos trae una suerte especial, sobre todo si se coge al vuelo.

El día en Librilla comenzó desde primeras horas de la mañana con la 'recogida de la harina' por las calles del pueblo, al compás de la banda de música que recorrió el municipio junto a miembros de la Comisión de Fiestas.

«Quien guarda una pitanza no pasará hambre en todo el año». Este dicho se lleva a rajatabla por los vecinos y visitantes más fieles a las fiestas de Librilla, que ayer no faltaron a su cita. La primera pitanza de la mágica noche la lanzó el Pitancero de Honor, nombramiento que este año ha recaído en Salvador Belchí, trabajador del Ayuntamiento de Librilla desde hace 30 años. Tras el reparto de las pitanzas, la fiesta continuó por las calles de la localidad hasta altas horas de la madrugada con las charangas y el buen ambiente que hace que cada año merezca la pena visitar Librilla durante sus fiestas patronales.

Precisamente las fiestas continúan hoy con el VI Campeonato de Tirachinas, que se celebrará en la plaza Nuestra Señora de los Ángeles. Por la noche habrá un Concurso de Migas, que se hará en el recinto festero en la calle Miguel Ángel Blanco de la localidad.