Un año más, y ya van 28 veranos, la Cuadrilla de Animeros del Campo de San Juan, El Sabinar y Calar de la Santa organizaron el encuentro de Cuadrillas en el Noroeste murciano. Una cita a la que acudieron como cuadrillas invitadas de Huebras, Zarzadilla de Totana y Beniel. Con la luna llena, y una temperatura más que agradable que te hace pensar que Murcia queda a una eternidad, estos encuentros sirven para revivir la historia y conocer de primera mano cómo se disfrutaba de la música de folclore y la tradición oral en las largas esperas entre la siembra y la cosecha de los núcleos diseminados.

Aunque únicamente se centre la atención de las pedanías, que abren la puerta de la Sierra del Segura, en invierno cuando amanecen teñidas de blanco y por sus calles no transita un alma, visitarlas durante la época estival es una buena forma de conocer cómo viven, y en especial cómo laten los corazones de aquellos que han querido seguir manteniendo vivo un legado que nos ha sido transmitido en primera persona.

Un esfuerzo de muchos por seguir vivas esas tradiciones. Hace años en la zona había tres cuadrillas, pero un día por falta de personal decidieron unirse y seguir luchando por conservar aquellos resquicios que los hacen auténticos a los demás. Es el caso de José Sánchez, presidente de la Cuadrilla, o de José Clemente, pero también los hay en otros municipios, como María Semitiel, en Cehegín, una lucha contra el reloj del tiempo para aquello que un día nos legaron nuestros abuelos podamos trasmitir a nuestros hijos y nietos.

En aquellos tiempos donde las carreteras eran prácticamente intransitables, como hoy en día sigue sucediendo en Mazuza-Casa Requena, no había reglas escritas los instrumentos, las maneras de tocar y las canciones eran propias de cada pedanía o cada cortijo, por lo que las veladas también sirven para interminables conversaciones sobre música e instrumentos. Quizás por no ser un sitio de paso no se ven políticos, ya que aquí no hay votos que rascar. Poco a poco la gente se ha ido marchando sin que nadie se preocupara de la grave despoblación a la que ha sido condenada la zona de las pedanías altas del Noroeste. La tarde comenzó con los vecinos sentados alrededor de la mesa degustado la gastronomía de la zona, después las cuadrillas fueron pasando por el escenario mientras el público disfrutaba bailando. Mientras, otros esperaban sentados haciendo corro, donde de vez en cuando se escuchaba aquella frase ya perdida en el tiempo: «¿Y tú qué? bailas?».