"Ninguna relación tengo con esa persona", aseguró este lunes en el tribunal que le juzga por homicidio A. R., el hombre que se enfrenta a quince años de cárcel por, presuntamente, haber matado en Mula a un hombre, B. M., hecho que se produjo hace más de doce años y llega a juicio ahora.

A. R., de hecho, insistió, a preguntas del fiscal Jaime Sánchez, en que jamás había charlado en profundidad con él. Que le vio alguna vez por el pueblo y ya está. Que era cliente de la carnicería en la que él a veces ayudaba a su hermano, pero "no un cliente habitual".

Explicó que se dio la circunstancia de que los dos, víctima y acusado, alquilaron una vez el mismo coche, un Citröen C5, con días de diferencia. Admitió que él llevaba a compatriotas, "a muchas personas", al negocio de un conocido suyo en Alcantarilla, para alquilar un vehículo. Y es lo que hizo con este hombre.

El abogado de A. R., Fermín Guerrero, subrayó que su cliente "ha estado todo este tiempo en libertad, salvo los quince días iniciales" tras ser detenido en 2010. El letrado destacó que el hombre tiene dos hijos, uno de ellos de pocos meses, y que está "plenamente integrado" en España, "trabajando y cotizando casi de forma ininterrumpida" desde que llegó de Marruecos. Apuntó que lleva ocho años "firmando semanalmente" en el Juzgado, como se estableció cuando obtuvo la libertad bajo fianza de 10.000 euros.

El fiscal, por su parte, señaló que se acusa a A. R. porque dos huellas suyas aparecieron en la mordaza que llevaba el cuerpo cuando fue encontrado. Había una tercera huella del procesado en una cinta que se halló en una cinta junto a la fosa en la que estaba el cadáver, el cual se localizó en 2006, en avanzado estado de descomposición y semienterrado en una zona forestal de Mula que se llama Carvacalar.

El fiscal dijo al acusado que sus huellas "aparecen por la parte interna del precinto, donde va el pegamento" y le preguntó cómo justifica él eso. "Puede que sea porque yo había vendido a este señor un paquete, algo", elucubró el procesado. Jaime Sánchez insistió en cómo se explica que estuvieran allí sus huellas y A. R. repitió: "No lo sé". Luego apuntó que cabe la posibilidad de que los precintos formasen parte de productos que él hubiese vendido en su carnicería.

El fiscal recordó al procesado que la Interpol le detuvo en 2006 por tráfico de drogas. También le dijo que fue en 2016 la primera vez que alegó que se encontraba en Italia en el momento de cometerse el crimen. Jaime Sánchez preguntó por qué tardó más de seis años en dar "el detalle" de que, según asegura, estaba fuera de España en aquella fecha. "Los papeles indican que usted estaba en Italia el 31 de marzo de 2006, pero el 31 de marzo el hombre ya estaba muerto", remarcó el fiscal, al tiempo que cuestionó si "hay papeles que demuestren que usted estaba en Italia en febrero de 2006".

A preguntas de su abogado, el acusado indicó que en la carnicería en la que él ayudaba no solo se vendían alimentos: también "guantes, cuchillos" y otros utensilios.

Negó tener algún tipo de relación, laboral o personal, con el difunto. De hecho, apostilló que la diferencia de edad entre ellos (unos veinte años) hacía que no compartiesen espacios de ocio. Negó haber traficado con drogas. Preguntado por si el fallecido lo hacía, dijo que no lo sabía.

Los restos mortales de B. M. fueron entregados a un hermano del difunto y recibieron sepultura en Marruecos, su tierra natal.

El Ministerio Público también solicita, además de la pena de cárcel, que el acusado indemnice al hermano de la víctima con 60.000 euros.