En el corazón de Caravaca en la placeta del Santo, donde los gigantes duermen su sueño eterno, se encuentra la casa-museo del escultor natural de Moratalla Domingo Blázquez. Allí la madera cobra vida y se convierte en auténtico arte. En la parte dedicada a museo se puede hacer un repaso de su amplia carrera profesional centrada principalmente en la escultura religiosa.

Reconoce que desde siempre tuvo la idea de crear una casa-museo para poder exponer los trabajos que ha ido conservando a lo largo de su amplia carrera como escultor, «ir recopilando algunos trabajos de este hermosa profesión para que el público pudiera ver algo de mi trabajo», explica Blázquez, quien confiesa que «lo más difícil es poder ver los dibujos con los que se suele comenzar a trabajar, ya que el tiempo y el diferentes traslados se han estropeados mucho, y únicamente conservo algunos dibujos de estudio de enseñanza a carboncillo».

Cuando a una edad muy temprana mostró su inclinación por el arte, su madre que era maestra de profesión decidió trasladarse a Murcia para que domingo aprendiera en la Escuela de Artes y Oficios y en los mejores talleres de la capital todas las técnicas de escultura.

En un primer momento instaló el taller en la carretera de Churra y con los años se vino a Caravaca. También explica que «cuando inauguramos el museo recibimos visitas de muchos clientes que han creído en mi trabajo a lo largo de mi carrera y que vinieron de Málaga, Santander y de otros muchos lugares de la geografía española».

En alguna de las obras expuestas se ha quedado la madera vista y así el visitante se puede hacer una idea de cómo es el proceso de creación. Entre las muchas obras que se pueden admirar hay un grupo escultórico del encuentro de la Virgen Santísima con su hijo en la calle de la Amargura, que en palabras del autor «se trata de una obra muy expresiva humanamente, porque se ve en el rostro de esa madre rota de dolor, teniendo delante a su hijo cargado con la cruz. En un momento tan trágico». El grupo lo completan San Juan y María Magdalena. Cuatro imágenes talladas en madera de pino rojo y enlienzadas y policromadas.

También hay un Cristo del Cenáculo, así como un Ecce Homo y una réplica de la Dolorosa de Salzillo, de la cual subraya que «siendo murciano y habiendo realizado mi trabajo y mi estudio profesional en Murcia, no podía faltar algo de Salzillo».

A la hora de crear los diferentes rasgos que tendrán sus obras, que en el caso de la escultura religiosa suelen ser facciones rotas de dolor explica que «vivimos otras atmósferas y otros momentos, cuando se nos hace un encargo inmediatamente nuestra mente comienza a trabajar buscando como serán las expresiones y el movimiento que tienes que representar», añadiendo que «sobre la marcha te van surgiendo ideas sobre la expresión de los personajes que tienes que representar».

También en otras ocasiones intentan adaptar a su trabajo imágenes que ha visto en algún momento, como el caso de una Virgen de las Angustias que también se encuentra en el museo. «Sobre el año 75, en el telediario salió la imagen de un hombre que fue abatido a tiros en mita de la calle, momentos después salió una mujer de una casa corriendo hacía el cadáver y justo el momento de cogerlo en sus brazos se me quedó marcado de tal manera, que lo plasmé en la esa Virgen de las Angustias, que representa humanamente aquella tragedia».

No pudo ser bohemio

«Aunque lo mío es la escultura religiosa, por desgracia no he podido vivir de ello, ya que no he podido ser bohemio, era un hombre con sensatez, tenía una familia con siete hijos que tenía que sacar adelante», explica Domingo Blázquez mientras subraya que «no podía vivir por amor al arte, porque todos los vías había que comer, calzar y vestir a toda una familia».

También reconoce que «en esta profesión hay mucha envidia y si alguien ve que puedes hacerle sombra no duda en ponerte la zancadilla».